Iglesia abandonada

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Iglesia abandonada

Parece ocioso preguntar: ¿A qué viene el nuevo obispo de Saltillo Mons. Hilario González García? La respuesta es simple: Viene a relevar en el cargo a don Raúl Vera, cuya renuncia canónica fue aceptada en el Vaticano.

Jesús Peña resume una serie de entrevistas a sacerdotes de la diócesis y al nuevo obispo enumera algunos de los desafíos que va a encontrar en su nueva tarea: “Una Iglesia (diocesana) dividida… abandonada espiritualmente” (muy grave denuncia que deja a la especulación y al análisis de los autores y las formas del abandono), “resentida y sin brújula” (una generalización que provocaría en cualquier organización reuniones de emergencia para aliviar el resentimiento y regresar a convertir  los valores fundamentales del cristianismo del amor y perdón fraterno en la brújula esencial del Reino de Cristo).

Jesús Peña no contento con los desafíos anteriores, añade otros que son consecuencias naturales de los anteriores: “una sociedad menos creyente al catolicismo”, es decir un cuestionamiento social de todos los ámbitos personales y sociales ante las incongruencias entre el Credo que se profesa y la práctica personal, familiar, económica que se ejecuta diariamente, que dañan principalmente a “las familias maltratadas” en su salud mental, en sus valores humanos, en sus relaciones interpersonales.

Finalmente, pero sin la intención de agotar todos los desafíos de la Iglesia diocesana, añade “la perdida de la práctica religiosa” (quiero pensar que se refiere al ejercicio de los sacramentos y los ritos de la liturgia católica que suponen una Fe firme y consistente) y buscar en cambio “rituales mágicos de poco compromiso”.

De todos estos desafíos hay una frase que luce como un relámpago que ilumina súbitamente la obscuridad de la tormenta de la Iglesia de Saltillo; “una Iglesia abandonada espiritualmente. Provoca una toma de conciencia de una Fe abandonada en la práctica o en estado de abandono.

Nos demanda cuando menos preguntarnos ¿Quién ha abandonado la espiritualidad de la Iglesia?,

¿Quiénes son los que deben cuidar y nutrir su Fe, estar al tanto de sus inquietudes espirituales en la familia, en la escuela y en la multifacética sociedad? ¿Quiénes son los que han suplantado con trivialidades espectaculares la fortaleza ejecutiva de la Fe que ha engendrado mártires silenciosos y anónimos, y también testigos que han dado su vida ante la persecución y la explotación inhumana?

Don Hilario estos desafíos son tan dolorosos como inhumanos. Son parte de la condición humana que enfrentó Jesús el maestro de Nazaret. No son nuevos, son tan antiguos como Caín y Abel, pero el abandono de nuestro pueblo bautizado y no bautizado es obra nuestra. La llama de la Fe, la espiritualidad cristiana ha disminuido en la diócesis porque la hemos abandonado. La hemos convertido en una obligación y ha dejado de ser la convicción fundamental que ilumina el camino y mantiene la esperanza.

Bienvenido, don Hilario a nuestra tierra de misión, donde se requiere sembrar y cultivar la Fe.