IEC, la fina forma de robar

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IEC, la fina forma de robar

Mientras una pandemia amenaza la salud en este País, el precio del petróleo se desploma y además nos acechan el retroceso económico, la caída de la Bolsa, del Producto Interno Bruto, la devaluación de nuestra moneda, factores de recesión que se traducen en más pobreza, desempleo e inseguridad, violencia y crimen, un coctel explosivo que no arredra a doña Gabriela de León Farías, consejera presidenta del Instituto Electoral de Coahuila (IEC), ni a los caros consejeros que con todo cinismo siguen derrochando el dinero del erario, indiferentes a los apremios y sufrimiento del pueblo en general.

Y es que además de las crisis nacionales hay que soportar aquí en Coahuila el problema del carbón en el norte del estado, las dificultades de la acerera AHMSA en la Región Centro y el cierre temporal de la industria automotriz en el sureste.

Así de grave es nuestra fragilidad ante la ofensiva ostentación de los consejeros del IEC, muy distantes de nosotros, en su Trianón de mármol rosa, propio de una emperatriz electoral cuyo despacho, nomás para comparar, es superior en lujo y tamaño a la oficina del Ejecutivo Estatal, a la del presidente del Congreso local y a la del magistrado presidente del Poder judicial. Así de impúdica es la presidenta del IEC, cuyo sueldo supera al de los titulares de los poderes locales y al del Ejecutivo federal, por algo se comporta como su graciosa majestad Gabriela María.

Así mismo se comportaba María Antonieta de Habsburgo en su momento catastrófico, indiferente ante la hambruna del pueblo que, al protestar por la escasez de pan, insensible, la archiduquesa les sugirió que ante la carencia de pan entonces comieran pasteles, frase burlona que concentró el odio del pueblo y la arrastró a la guillotina.

Estamos pues al borde de una verdadera catástrofe y su alteza electoral no se arredra. Y es que la bestia electoral de Coahuila, el IEC, cuesta cientos de millones de pesos y después de un largo asueto de dos años, hasta hoy vuelve a trabajar con la elección de un Poder que nunca ha sido autónomo ni independiente, por lo que el IEC sólo sirve para legitimar una farsa democrática.

Y claro, no tiene la culpa de ello su graciosa majestad electoral, pero no por eso deja de ser cómplice de la farsa y, a como van las cosas, la elección de diputados locales puede ser de las más cuestionadas de la historia reciente. Pero Gabriela de León y sus pares caraduras no dan señal alguna de enmendarse. Bien podrían bajase el abusivo sueldo que se asignan en un 70 por ciento. Bien podrían explicarnos el sobrecosto de 20 millones de pesos de la licitación amañada que ganó la empresa “Formas Finas” para surtir los materiales para la elección, una fina forma de robar.

Podría moderarse, si quisiera, doña Gabriela de León Farías, pero no lo hará. La lepra de la corrupción carcome a los OPLEs, a los organismos dizque ciudadanos. Ratas coludas también. Y mire usted la paradoja actual de Madison: ya no hay que moderar al Gobierno Federal, ahora urge moderar a los ciudadanos que integran esa nueva y voraz burocracia de los órganos constitucionales autónomos, sin muros de contención, como a la archiduquesa del IEC, encerrada en su gran Trianón de mármol rosa, el colmo de la farsa feminista.