Humillación

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Humillación

En el minuto 61 del Clásico Nacional, se marcó la gestión de Víctor Manuel Vucetich en Chivas. Sacar a José Juan Macías, el goleador del equipo, perdiendo contra América y para hacer ingresar a un lateral, Miguel Ángel Ponce, quien a los 10 minutos se fue expulsado, no fue la mejor de las decisiones. Desesperación, falta de planeación de partido y evidente improvisación de un equipo decaído. Vucetich no ha servido en Chivas, como tampoco funcionaron Tena, Boy, Cardozo; tal vez, la solución no es el entrenador, sino un pésimo armado del equipo.

Chivas fue humillado. Derrota que los ubica en su mediocre realidad, porque —pese a un partido más sin funcionar— aún están en zona de clasificación, lo que comprueba el poco exigente torneo que tiene el futbol mexicano. Pero eso no debe ser un impedimento para replantear el proyecto deportivo, ese que Amaury Vergara apostó con directivos de renombre, pero que hoy no han servido para maldita la cosa.

Y mientras en el campo del Akron se daba la gran humillación a Chivas, en las tribunas se vivía una historia de terror gracias a las evidentes faltas de civismo de algunos aficionados. De qué sirve que la directiva haga esfuerzos para abrir su estadio si hay tipos que no respetan nada, ni a ellos mismos. En la explanada del estadio se abrió un módulo de pruebas gratuitas e inmediatas para detectar COVID-19, pagada por Chivas; orden en el estacionamiento, en los ingresos y —de verdad— ejemplar el operativo y la ejecución de los protocolos de sanidad.

El problema es cuando algunos inadaptados echan a perder ese esfuerzo. En el lobby del estadio, donde pasan los aficionados para ubicarse en su asiento, empezó el desorden. Algunos estúpidos se pasaron por el “Arco del Triunfo” los procesos, reglas y códigos sanitarios. Tipejos que, bebiendo cerveza, insultan a una mujer de seguridad, quien solamente les pidió que se hicieran un metro para atrás, porque las reglas en esa zona así lo dictaban. Policías superados por conductas violentas de borrachos envalentonados que lo único que hacen es romper el protocolo sanitario.

Fueron —en teoría— 11 mil 500 aficionados, la mayoría con ejemplar comportamiento y una muestra de que —cuando se ejecuta correctamente una operación tan delicada como esta— da resultados. Sin embargo, unos cuantos, esas manchas negras, hacen que se vaya todo a la basura y que lo ojos de la autoridad estén pendientes de lo sucedido.

Civismo, esa es la parte que no se trabaja en México, porque si todos respetaran y no se hicieran de la “vista gorda” con las reglas, todo sería diferente. En esta ocasión, no quedó por parte de la directiva del Guadalajara, sino que fue por esas bestias que no entienden que —para que el mundo vuelva a funcionar— se deben respetar las reglas y no sentirse superior a esas normas que se deben seguir para que no se vuelva a cerrar un estadio de futbol.