Hoy es el día...

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“No, la política no cambia a las personas, solamente revela quienes realmente son”, al decir de José Mujica. La primera jornada que recuerdo es aquella en la que asistí con mi padre por la antigua calle de V. Carranza, hoy Pérez Treviño, cerca del barrio de Castelar. Era una casa de color verde con una reja negra y en cuya cochera estaban colocadas unas mesas, la primera usada para la entrega de boletas y la segunda para la urna. No había credenciales de elector, sólo una cedula electoral sin fotografía y con el nombre del ciudadano, tampoco mamparas, de tal forma que todos podían ver por quién votabas, mucho menos encuestas de salida y todas esas adiciones de los tiempos. En aquellos, siempre ganaba un partido.

Recuerdo los momentos de tensión en las elecciones de 2006, cuando el entonces presidente del INE apareció a eso de las 23:00 horas para decir que aún no había un claro ganador; estoy seguro que millones de mexicanos tuvimos insomnio.

¿A favor de quién votar en este ejercicio 2018? ¿ Lo haremos por el candidato o por el partido? Al final la decisión que tomemos seguro va a impactar en el resultado, ya que un voto suma, sin embargo, el fenómeno es el de nuestra expectativa de qué candidato o partido va a terminar con las trágicas cifras con las que este país viene cargado: 53 millones de pobres o el 44 por ciento de su población, 30 por ciento de empleados en el comercio informal, 12 por ciento referidos a la explotación infantil, 57 por ciento de las personas que trabajan sin seguridad social, 6 por ciento de analfabetas y el 99 por ciento de índice de impunidad.

Pero me quiero referir aquí a un fenómeno que viene surgiendo como nunca en estas elecciones : un trabajo derivado a la neuropolítica y las redes sociales.

Con un presupuesto electoral de más de 2 mil millones de pesos, los partidos y candidatos tienen destinados cientos de millones a uso del neuromarketing con el objetivo único de persuadir a los ciudadanos en forma emocional.

Hay una liga esencial entre la neuropolitica y las redes sociales, y ésta parte del uso de la tecnología usando dos instrumentos: trolls, que son definidos como “una persona con identidad real o falsa, que emite comentarios provocadores con el propósito de causar una reacción emocional en una comunidad digital”.  Y su preferida forma de difusión a través del Twitter, ya que es el ecosistema ideal para el surgimiento de estas cuentas, porque las relaciones surgen en un gran porcentaje de gente que no conocemos en persona. Es decir, Twitter funciona bajo la idea de reunir a las personas alrededor de un tema de interés común, independientemente de si esas personas se conocen o no.

Se puede señalar entonces que la neuropolítica y las redes sociales son ingredientes que se combinan para multiplicar la influencia de determinados grupos o candidatos políticos.

La propaganda y su poder fueron un experimento de los años 30 del pasado siglo en épocas en las que la situación economica de las naciones europeas e incluso latinoamericanas pasaban por su peor momento. Los fascistas aprovecharon ese panorama para el despliegue de la mayor campaña de seguidores y al mismo tiempo sembraron en el ambiente el resurgimiento de los pueblos vencidos.

Vivimos en esta época electoral un fenómeno parecido, con los conocimientos suficientes para que aquellos que se dedican al manejo de masas y al marketing político puedan crear los ambientes del triunfo de un candidato, pero a costa de una nación.

El juego es peligroso, pero los ciudadanos tenemos en nuestras manos este 1 de julio el poder de controlar el futuro y sobre todo a los políticos que nos representen. Lo óptimo es que hubiera dos boletas para la presidencia: una con el candidato y la otra con el plan de gobierno y la visión a la que queremos llegar. ¿Se imagina esto? Acuda a votar, es la súplica y defienda su pensar.