Horrores de un viernes 13

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Horrores de un viernes 13

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La rabia y el tétanos. El virus y la toxina que sólo podemos controlar si actuamos con rapidez y somos previsores.

Las enfermedades infecciosas han sido durante mucho tiempo compañeras inseparables de la guerra y de los desastres naturales. Pero aún aquellos que escapamos de la muerte bajo esas circunstancias, solemos vivir enfrentados a una peligro inminente a causa de la mordida inocente de un animal o de una herida sin importancia. 

Es el caso de la rabia y el tétanos. La primera causada por un virus incontrolable, y la segunda por la toxina de una bacteria inmune a los antibióticos.

Comencemos con…

El virus del miedo
Todos los niños deberían ser  advertidos de mantenerse alejados de los gatos, perros y otros animales que vagan por los campos y ciudades, ya que, aunque parezcan amigables, podrían ser portadores de un virus de la rabia que no siempre se manifiesta con una delatora boca espumante.

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Ese virus, tan pequeño y astuto que a menudo escapa a la detección por el sistema inmune, invade rápidamente la corriente sanguínea, desde donde ataca las células del cuerpo, transformándolas en fábricas de rabia que producen miles de copias del virus. 

Y a medida que los atacantes crecen en número, se abren camino por el sistema nervioso central y se dirigen al cerebro, donde buscan el hipocampo, la amígdala y el hipotálamo, las estructuras que juegan un papel central en la memoria, el miedo y la emoción. 

Y no sólo devoran las células del cerebro de manera indiscriminada, sino que alteran la forma en que esas células liberan neurotransmisores como la serotonina. En otras palabras, vuelven en su contra la propia química del cerebro de sus anfitriones.

Los animales infectados por el virus a menudo arremeten contra cualquier cosa que se mueva, mientras que los humanos infectados reaccionan con temor al agua y a los soplos de aire, los cuales los hacen encogerse y sacudirse de manera incontrolable.

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Si la infección no se trata a tiempo, los pacientes caen en un estado de confusión que los lleva a atacar amenazas imaginarias. 

El final
Los infectados con el virus de la rabia pierden su capacidad de dormir, sudan en exceso, y finalmente caen en un estado de estupor, mientras su función cerebral se convierte un caos. 

Días más tarde, un estado de parálisis alcanza el corazón y los pulmones, los pacientes caen en coma y mueren (hasta la fecha, menos de 10 personas han sobrevivido a una infección de rabia en toda la historia). 

Una vez que la rabia ha infectado a un ser humano, la muerte es inminente, ya que el virus es intratable.

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La buena noticia es que la rabia es fácil de prevenir con una vacuna. Por lo tanto, si usted planea viajar o pernoctar en cualquier lugar donde abunden los animales salvajes, haría bien en ir protegido.

La muerte sonriente
Durante siglos, una de las complicaciones más temidas de una herida inocente, ha sido la presencia de una bacteria llamada Clostridium tetani.

La C. tetani está en todas partes: se puede encontrar en el jardín de su casa, en la materia putrefacta o en la herrumbre de un trozo de metal.

Lo que quiere decir que se aprovecha rápidamente de cualquier descuido de nuestra parte.

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De hecho, la bacteria encuentra un fácil acceso a nuestro cuerpo a través del rasguño de una espina de rosas en un dedo, de una ampolla en la planta del pie, del corte al cordón umbilical o de una amputación traumática. Y una vez que el microbio penetra en nuestro cuerpo, de ahí en adelante ya nada será igual. 

La toxina
La Clostridium tetani es diferente a muchas otras bacterias, en cuanto a que el mal que provoca no deriva de una infección, sino una intoxicación inducida por un toxoide o veneno elaborado por el propio microbio. 

Por lo tanto, este mal no es susceptible de ser atacado con un antibiótico. 

Una vez incrustada profundamente en una herida cerrada y sin aire, la C. tetani no solo es capaz de sobrevivir, sino de bombear grandes cantidades de la toxina que causa los espasmos propios de la infección.

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Esa toxina, que actúa sobre el sistema nervioso central, es similar a la estricnina, el veneno que a veces es utilizado para matar perros y gatos. 

La más potente
La toxina que causa los espasmos del tétanos es una de las más potentes del mundo, y trabaja bloqueando de forma irreversible la liberación de los neurotransmisores que actúan sobre los músculos para activarlos y desactivarlos.

Como consecuencia de ello el paciente sufre de incesantes espasmos musculares. Los músculos más fuertes del cuerpo dominan en esta respuesta, provocando una postura angustiosa llamada opistótonos, en la cual los músculos extensores de la espalda se arquean hacia atrás y se bloquean, y los brazos se flexionan sobre el pecho con los puños apretados. 

Las contracciones musculares en la parte de atrás del cuerpo son tan poderosas que pueden romper la columna vertebral. 

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Una sonrisa inquietante y no intencional aparece en la cara del paciente. Es conocida como ‘risa sardónica’ o ‘facia sardónica’, según lo que se contraiga sean los músculos de la boca o los músculos faciales. 

Los músculos respiratorios y laríngeos también suelen llegar al espasmo, y de esta manera, obstruyen el paso del aire causando la muerte por ahogamiento.

El hallazgo
A principio de la década de 1920, el veterinario francés Gastón Ramón logró inactivar la toxina del tétanos, creando un ‘toxoide’, que podía ser inyectado con el fin de provocar una respuesta protectora del sistema inmune contra la toxina del tétanos. 

Esa vacuna, aplicada cada diez años, es el formato que se utiliza en la actualidad para proteger contra el tétanos (esta vacuna por lo regular se acopla a la vacuna de la difteria, otra bacteria productora de toxinas).