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Honro mi tristeza
Sin ti soy muy poco, ¿qué sería sin la tristeza de tu ausencia?
No soy fatalista. Pasó que hace algunos años, después de una pérdida muy fuerte para mí, un amigo me dijo, “Ya supéralo”. Recuerdo haberme sentido molesta, enojada, tal vez por la poca empatía que mostraba ese amigo, y tal vez porque no tenía intenciones de superar nada.
Tenemos una manera poco amorosa de tratar a las personas que viven tristezas profundas. Les decimos que la vida sigue, les aseguramos que quien se ha ido querría vernos bien, insistimos en que sean fuertes, y a veces hasta que no los vean los demás llorar. ¿Cuántas tristezas traes grabadas en tu corazón?
No creo que vivir con tristezas hace que seamos más o menos funcionales en la vida. Aclaro que padecer depresión es otra situación (en la que tampoco son de mucha ayuda frases como, “Échale ganas”). Pero hoy hablo de la tristeza. Me di cuenta ayer de que no quiero que se me quiten las tristezas que cargo. ¿Suena muy torcido? Explico: Las tristezas, como las alegrías, los éxitos, los talentos, las frustraciones, y los miedos me parecen partes de quien estoy siendo en este momento de mi vida. Me causan reacciones, como la nostalgia ante una canción o un suspiro ante ciertas palabras. Influyen en lo que me atrae y lo que no, y en las decisiones que tomo en torno a algunas cosas. Particularmente mis tristezas me han provocado la determinación de seguir adelante con algunos proyectos en la vida, no porque así supere la tristeza, sino precisamente en honor a ella.