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Hipólito, aires de olvido
Aferrada a la vida. La nopalera se resiste a morir. La aridez del lugar ha matado muchas plantas. La agricultura desaparece. Pero la modernidad está presente; los grandes aerogeneradores sustituyen a las cactáceas que se han ido. / FOTOS: LUIS SALCEDO
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Enclavado en una de las zonas más ventosas de Coahuila, en Ramos Arizpe, Hipólito muestra estampas de olvido. Vagones varados en la deriva de los rieles interminables que un día sirvieron a las férreas máquinas del ferrocarril. Los intensos rayos del sol calan aquí como en la mayor parte de la zona agreste de Coahuila. El aire corre de un lado a otro, y ahora se transforma en energía eólica, a través de las enormes hélices adheridas en las titánicas torres que, como gigantes hongos, hay por todos lados.
Donde hubo agua... Un zapato viejo, tal vez usado por uno de los campesinos, permanece inserto en la tierra agrietada de lo que fue la represa El Tulillo. Hoy el agua está ausente aquí, al igual que la agricultura.
La casa silvestre. El adobe hacía la casa más fresca en verano y cálida en invierno. Pero un día la abandonaron. Quedó sola durante un tiempo hasta que fue invadida por el ocotillo y sus flores medicinales.
CUANDO LA REPRESA TENÍA VIDA. No hace mucho, la represa El Tulillo estaba rebosante de agua, la cual daba vida a los cultivos de la zona, pero el plomizo sol no perdona y ante la falta de lluvias en los últimos años, la evaporación cumplió su cometido.
De la estación del tren casi no queda nada. Un par de vagones viejos, olvidados en las vías oxidadas, construidas a principios del s. XX: un lujo de aquel entonces. Al fondo, las hélices generadoras de energía eólica, construidas a principios del s. XXI