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Hilos y enredos
Esta mañana me puse a terminar un proyecto de “bordado”. Mi trabajo no incluye tanto bordado como otras expresiones simbólicas, pero aun así tuve la experiencia típica de enredar hilos y terminar con las tijeras en la mano para resolver, de la única manera que cabía dentro del tiempo y espacio disponible. Hilos enredados. Así podría describir esta semana y cada uno de sus días hasta hoy. No cesan los avisos de cambios y de ajustes, llegando los primeros por allí de las 7am. (Para quienes no saben, no estoy despierta a esa hora). Cambia la fecha, cambia la hora. ¡No, siempre no! Regrésalo. ¿De esta manera? ¿A esta hora? ¿Podemos hacer otro cambio? Hasta reservar un viaje se volvió un lío titánico.
Al enredarse los hilos me di cuenta, de nuevo y como siempre, de que mi respuesta ante lo que no sale de manera fluida (o sea ante toda la vida en general) es acelerarme. Entro en una especie de pánico (se llama ansiedad) y me cuesta mucho seguir el consejo que he dado yo misma a más de una persona, empezando hace años por una comadre. El consejo es: Cuando las cosas pasan una tras otra y no parecen tener orden ni sentido, cuando todas las ideas se hacen bolas en la cabeza, cuando los momentos parecen una secuencia de asuntos urgentes, SIÉNTATE. Sí, siéntate. Es más, prepárate un café y luego siéntate. Créeme. Solo siéntate. No te puedo decir cuánto tiempo necesitarás allí sentado. Y no te puedo garantizar que algo se solucione. Lo que sí puedo decirte es que desperdiciarás mucho menos hilo.
Voy por mi café.