Heroica familia del 2017
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Heroica familia del 2017
En la era de transición que vivimos, la incertidumbre es un común denominador de las instituciones y de los eventos que las componen y las transforman.
La institución de la familia antes estable y tan inmodificable como su fotografía que presidía la sala familiar, hoy está sometida a la misma incertidumbre, no solo como un barco que navega en mares tempestuosos, sino como un teléfono celular que se tiene que adaptar a las vertiginosas demandas de los usuarios y a las necesidades sociales cada vez más veloces.
Hoy la familia es una heroína que lucha para no ser destruida, distorsionada o transformada por el frágil contexto laboral, político, comercial, educativo y religioso. Y sobre todo por la sinergia de todos ellos que multiplican conjuntamente su propia evolución y exigen que la familia se adapte a sus cambios o que se extinga en esa revolución social, ideológica y económica.
Hoy la familia tiene que adaptarse a los horarios laborales y académicos, al diseño arquitectónico reduccionista de hogares de dos o tres recámaras (donde ya no hay recámaras para los suegros o abuelos), a las distancias kilométricas, a los salarios cuyo paso siempre es más lento que la velocidad de las tentadoras ofertas comerciales.
Esta adaptación es muy complicada pero fácil si la comparamos con la adaptación mental que tiene que hacer para sobrevivir como comunidad laboral y educadora. Una doble función tan vital que de ella depende el bienestar personal y social, cotidiano y futuro, no solo económico, sino mental y cultural (que aunque usted no lo crea son el cimiento de la civilización).
El bien-vivir de la comunidad familiar tiene dos retos inherentes que hay que resolver todos los días: 1) las diferencias de carácter y cultura heredada, aunadas a los naturales (y a veces enfermos) cambios del humor personal de los que componen la familia y 2) las diferentes etapas del ciclo familiar (infancia, adolescencia, juventud, madurez y vejez) por las que transcurren tanto la comunidad como sus miembros.
Las transiciones culturales y las incertidumbres externas a la familia añaden una angustia existencial y una incertidumbre no solamente acerca de la claridad del funcionamiento adecuado de la autoridad y los roles de padre-madre-hijos, sino de algo mucho más profundo: la confusión de que es lo bueno o lo malo para cada miembro y para la familia en su conjunto.
Aparentemente este dilema está resuelto con las normas y tradiciones seculares, pero en la época actual donde lo secular ha sido suplantado por la moda en turno, la definición de lo bueno y lo malo está sujeto a debate en todos los foros desde los legales hasta los domésticos (y cafetológicos). Se discute desde si son adecuados los castigos hasta si la pareja conyugal debe ser de género diferente o idéntico. Todo es discutible y relativo, y los valores morales han dejado de ser absolutos. La definición de lo bueno y de lo malo depende de las circunstancias inmediatas de cada quien y no de su trascendencia para la sociedad, la familia, el bien común y la salud mental propia y de los demás.
Esta incertidumbre genera una confusión ante la cual los padres de hoy tienen dos alternativas: 1) Dejar que el caos social con sus múltiples contradicciones resuelva los retos familiares o sea claudicar de su autoridad responsable y personal, o 2) Definir, exigir y controlar el bien y el mal en su familia conforme a su razonada conciencia, aunque sea criticada como anacrónica, machista, liberal, etcétera.
La familia ha sobrevivido y seguirá evolucionando gracias al heroísmo de unos padres que usan su razón y conciencia para conservar la comúnunidad y para forjar un sólido carácter humano en sí mismos y en sus hijos. Estas son las familias que nos rodean y que celebran hoy a la heroica familia del 2017.