Héroe (1)
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Héroe (1)
Se dice que a veces, para hacer lo correcto, debemos ser fuertes, hacer sacrificios, renunciar a aquello que más queremos, incluyendo nuestros sueños.
Hollywood a menudo nos recuerda esta enseñanza (estaba tratando de recordar una referencia más reciente, pero la más actual que viene a mi memoria corresponde a “Spider Man 2”, de 2009). Pero claro, no es cosa de permitir que la perniciosa Meca del Cine dicte nuestro código moral.
Sin embargo, este aforismo tampoco se lo sacan los guionistas de la manga sino que, muy al contrario, abrevan de fuentes milenarias como la filosofía budista.
Y si algo nos recomienda su Obsesa Divinidad, don Buda, es a practicar el desapego: Desapegarnos por supuesto de los bienes materiales (a lo que mucho nos han ayudado nuestros gobiernos, ¡gracias!); pero también desapegarnos de los afectos, de nuestros éxitos y hasta de nuestra necesidad de tener la razón (esto último me puede costar quizás algo de trabajo, pero es normal, ya que yo siempre estoy en lo correcto).
No podemos soslayar el hecho de que esta visión entra en conflicto con el pensamiento occidental, que básicamente nos empuja a la conquista de todas nuestras aspiraciones sin pasarlas antes por el colador de la ética.
La tradición euro-americana nos anima a comernos el mundo, pues “con la venia del Señor”, para quien no hay imposibles (o sea, si no cura a los niños con cáncer es de plano porque no quiere) todo se puede lograr.
Por ello es nuestra tradición de un voraz imperialismo, de un colonialismo expansivo y de un insaciable ánimo de conquista y sometimiento, todo con tal de despojar al prójimo de sus bienes, de su territorio y de sus creencias.
Ningún daño nos haría voltear más a menudo hacia las religiones orientales, pues nos invitan a analizar primero la naturaleza de nuestros deseos y luego a negociar con ellos: Si quiero algo, obtenerlo me proporcionará probablemente una alegría (efímera), y aun es posible que no lo obtenga y me frustre. En cambio, la supresión del deseo me pone automáticamente en paz, me contenta sin depender de factores externo. La plenitud y suprema expresión de la felicidad parecen encontrarse en proporción a la simplificación de nuestras ambiciones.
Por supuesto, un mundo lleno de monjes pelones sería un lugar menos interesante, no obstante podemos gozar de las bondades del desapego cuestionando profundamente el para qué queremos algo, antes de emprender una loca y apresurada cruzada en busca de ese algo.
Pero nos hemos desviado un poco. Hablábamos en un principio de aquellas veces en que la vida nos pone una difícil disyuntiva entre el deber y la consecución de nuestros más caros sueños.
Quizás, si estuviéramos mejor instruidos en el desapego, este dilema no representaría mayor dificultad, pero dado que no es así, las personas con conciencia han de padecer una aguda crisis interior antes de perseguir ya sea sus aspiraciones o el bien de la mayoría.
Hoy, los personajes que están en posición de contender por la Gubernatura coahuilense están haciendo un balance de su capital político, calculando si la gasolina les alcanza para la alocada empresa que significa darle la pelea al PRI.
Lo terrible es que cada vez luce más improbable que las oposiciones se unan en un mismo proyecto ya que, según mis más reservados cálculos, es el único esquema que nos da una oportunidad de desterrar al PRI del Poder Ejecutivo Coahuilense.
Entendámonos, cada quien tiene derecho a soñarse Gobernador. Por muy guajiro que esto sea, es una prerrogativa de cualquier país que se presuma libre, incluyendo a México.
Ingenuo pero legítimo es tener una aspiración de esta envergadura. Justificado o no, por qué alguien quiere ser Gobernador de un Estado en ruinas es algo que podrá contestar cada uno de los aspirantes.
Empero, se impone y superpone a cualquier aspiración personal el bien común, hacer lo correcto, y ello al día de hoy, en nuestra bella y narcotizada entidad, significa sacar del servicio público a la mafia que allí anida al parecer desde siempre, pero que en años recientes nos condujo en una espiral de decadencia sin precedente ni parangón.
Gracias al séquito de aduladores que suele rodear a los personajes prominente, en este caso los potenciales contendientes de oposición a la Gubernatura, lo más probable es que cada calefacto esté ya trepado en la engañosa ilusión de las sillitas voladoras, pensando que no necesita de los demás, siendo que para derrotar al mítico dinosaurio se necesita el esfuerzo de todos sin excepción y todavía falta ver si así.
Lo más seguro es que veremos en las elecciones a un conjunto de esfuerzos independientes y desarticulados para beneficio del Revolucionario Institucional.
El actual desprestigio del PRI en Coahuila, avivado por las dos peores administraciones en su historia, hacen del presente un momento coyuntural para darle el puntillazo definitivo a esta bestia de corrupción.
Espero equivocarme (era broma lo de hace rato) y que por una vez la oposición en Coahuila tenga un propósito común y una razón de ser y anteponga el bien común por sobre las aspiraciones personales, que suelen ser, cuando no mezquinas, superfluas, producto del ego descontrolado y nada más.
Retomamos la reflexión inicial: a veces hacer lo correcto nos demanda posponer nuestros sueños más encarecidos. Parece un precio algo elevado, sin embargo, al menos en “la peli” de “Spider Man”, esa es la definición que se da de un héroe.
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