Hagamos tequio

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Hagamos tequio

El hambre crece en las poblaciones mexicanas marginales. ¡Y el hambre no puede esperar!

Hemos perdido la capacidad de sorprendernos en estos tiempos en los que los medios de comunicación y las redes sociales nos atiborran de miedos y expectativas negativas. Ya no hay sorpresas, sólo un caldo de cultivo envolvente que inhibe nuestra claridad mental.

México y Estados Unidos tienen muchas convergencias en materia económica y social. Cientos de miles de descendientes de mexicanos viven en territorio estadounidense, enorme población que empezó a multiplicarse a raíz de la escalada de migraciones que iniciaron desde principios del siglo pasado.

Ahora los mexicoamericanos que ganan menos de 75 mil dólares al año y que hicieron su income tax agradecen al mandatario de Estados Unidos el apoyo económico que están recibiendo para los gastos extraordinarios ante la pandemia. En Texas definitivamente no habrá clases escolares presenciales en lo que resta del año, y de manera general para reiniciar las actividades económicas, Trump piensa en una fecha de mayo próximo. Quiere abrir las fronteras con México para reactivar la economía de sus ciudades limítrofes.

Quizá las intenciones del hombre del copete rubio platino, al habernos “echado una mano” en el tema del petróleo, sean estar en el ánimo del presidente de México porque la Unión Americana nos necesita. El asunto es que no sabemos si se van a empatar las agendas de los ejecutivos presidenciales. Y en tanto ocurren las negociaciones entre ellos, el hambre crece en las poblaciones mexicanas marginales. ¡Y el hambre no puede esperar!

En las entidades federativas existen bancos de alimentos que son insuficientes para apoyar a millones de pobres. Entonces la sociedad civil interviene en donde no hay apoyos gubernamentales, no porque se carezca de ellos, sino porque hay vivales que aprovechan las circunstancias para posicionarse rumbo a las elecciones del 2021 y ofrecen tal ayuda con discrecionalidad. Por ello la importancia de llevar alimentos a los que más los necesitan.

Hay muchos imaginarios en torno a los indígenas mexicanos, uno de ellos es que reciben de los gobiernos apoyos materiales permanentes; otro, que son capaces de tener una economía de autoabasto porque pueden producir sus alimentos.

Los indígenas de México siguen rezagados y hay que apoyarlos en la construcción de sus capacidades. Pero con hambre no se tiene la libertad de aprender. Por ello el segundo Objetivo de Desarrollo Sustentable es el de hambre cero. Porque hay una desnutrición infamante en el mundo.

Pero cuando se observa sonriente a una mujer indígena ataviada con su ropa tradicional al recibir el obsequio de paquetes de alimentos, es que está pensando en los suyos porque tendrá algo para cocinarles en el hogar.

La fundación en la que colaboro se dio a la tarea de crear el programa alimentario “Hagamos Tequio”, que es una manera de hacer propia la tarea de trabajo colectivo a la que los indígenas llaman Tequio, pero ahora la práctica es desde los mestizos hacia ellos. Hay empresarios sociales que están haciendo presencia anónima; existen jóvenes que con su talento son puente perfecto para que ocurra el proceso de llevar despensas a cientos de familias indígenas chontales, mazahuas, otomíes, tarahumaras, yaquis y mayas.

El resultado importa porque mientras Trump y López Obrador deciden si activar juntos o no la economía binacional, habrá más familias indígenas que comerán con dignidad.