Usted está aquí
Hackear la literatura con sintaxis clandestinas
El territorio de la imaginación es sutil, seductor e indómito. Configura uno de los aspectos que nos definen como seres humanos, pero su naturaleza escapa todavía al entendimiento cabal de la ciencia. Y cuando a esta esencia irracional se suman las nuevas tecnologías se disrumpe el discurso estético, se resquebraja el status quo y los límites del arte (como lo postuló Rosalind Krauss a finales de los setenta) comienzan a romperse.
No soy el primero ni seré el último en sumarse a este tema, pero sí quiero retomar la discusión respecto al campo de la literatura expandida. Un ámbito en donde lo digital y las posibilidades que brinda el siglo XXI dinamizan las convenciones de la palabra escrita, y abren puertas hacia cosas por demás interesantes.
Mi nombre es César Gaytán y estamos nuevamente en Futuro Posible, una columna semanal en donde platicaremos de los avances y proyectos en el mundo de la tecnología, innovación y creatividad, porque estamos seguros que las ideas pueden salvar el mundo.
Conocí el término de “literatura expandida” durante el primer año de trabajo del Seminario de Literatura Francisco José Amparán (2015), entonces auspiciado por la Secretaría de Cultura de Coahuila y coordinado por Julían Herbert.
Vimos, entre otras cosas, ejemplos del uso de medios audiovisuales para generar una experiencia diferente en cuanto a la poesía.
Incluso se diseñaron algunos proyectos: una intervención de placas de Rayos X y poemas elaborados por Esther M. García y Ángeles Dimas; un video ensayo sobre el trayecto sobre la autopista Saltillo-Monterrey donde aparecían versos aleatorios hechos por Iveth Luna y Penélope Montes; así como la instalación “Los Saltillos invisibles” realizados por Valdemar Ayala, Elí Vázquez y Sylvia Georgina Estrada, en la cual se fusionaron fotografía y poesía para “mostrar las múltiples ciudades que integran Saltillo”.
Conocí algunos proyectos más de manera intermitente gracias al internet en los años siguientes.
Fue durante una entrevista con la poeta Esther M. García en Marzo de 2021 que el tema volvió a sacudir mi curiosidad, cuando la escuché cuestionar la terquedad con la que algunos escritores se aferran a debates arcaicos en vez de experimentar con algoritmos, softwares nuevos e inteligencias artificiales.
Fue así como llegué a las obras y estudios de Belén Gache y Claudia kozak, a quienes se les atribuyen las principales aportaciones de “literatura expandida”, tal como señala el blog oficial de la Editorial de la Universidad Nacional de Formosa (EdUNaF), dependiente de la Secretaría de Ciencia y Tecnología de Argentina.
Sin una definición concreta para el término, ambas autoras coinciden en que la literatura expandida ofrece alternativas no convencionales de generación y consumo de la palabra escrita previas a las conocidas hasta el siglo XX.
De ahí que la intervención digital sea un punto de inflexión que deja en planos menos importantes la relación de las letras con otras áreas artísticas.
“A diferencia de la literatura asociada al medio libro, es literatura generada en/por/desde/hacia dispositivos electrónicos, actualmente digitales, es decir, por fuera de medios electrónicos analógicos (la radio, la televisión, el video grabado en cintas magnéticas, por ejemplo ”, explica Kozak en un artículo publicado en la revista del Centro de Investigaciones Teórico-Literarias (CEDINTEL) “El taco en la brea”.
No se trata simplemente de usar una computadora para escribir o leer. Eso habría que entenderlo como digitalización. Acá se diseña una nueva forma de experimentar el lenguaje, donde los formatos y el mensaje se resignifican a partir de desafiar el uso y entendimiento de las plataformas; por tanto, la obra adquiere una nueva dimensión.
Para ejemplo están proyectos como Palavrador, lanzado en 2006 por el artista brasileño Francisco Carlos de Carvalho “Chico” Marinho. En sus propias palabras es un cibermundo poético construido en 3D.
“Seis bandadas de poemas serpenteantes deambulan de forma autónoma por el espacio tridimensional. Los lectores pueden elegir cuántas bandadas de poemas quieren ver deambulando por el entorno, y los poemas (botpoemas) pueden dar la vuelta a los obstáculos para mantener su cohesión reveladora mientras se mueven por el espacio”, se explica en la página que aloja el proyecto.
Otra propuesta interesante es motorhueso.net, de Eugenio Tisselli, proyecto que se encuentra en línea desde 2003. El poeta y programador mexicano define esta cueva de literatura digital como una “caja negra” que ayuda a imaginar el futuro de la escritura. “La forma más fácil de hacer es imaginar la cultura como un transcodificador gigante de texto a imagen”.
Para conocer más propuestas que exploran horizontes no comunes, sin duda el sitio de la Electronic Literature Organization es el lugar ideal, pues además de noticias, colecciones de proyectos documentados desde 1999 y bases de datos, se esfuerza en promover la importancia de enseñar y aprender sobre literatura electrónica.
Como el lector exigente pero indisciplinado que me considero, me parece importante recalcar una diferencia de fondo y forma: para experimentar este tipo de contenido no se puede ser pasivo. Las nuevas narrativas nos piden más como audiencia. No se trata de una conversión mayormente unilateral donde el la obra artística es quien comunica el mensaje y el espectador recibe la información.
Si bien no ocurren en todas las experimentaciones literarias, sí en en motorhueso, donde incluso se proveen herramientas de creación tecnológico-literarias para el “lector” ahora transformado en usuario.
La interacción tradicional cambia, se redefine y la experiencia se resignifica. Habrá quienes no estén de acuerdo, pero como gamer desde mis 4 años de vida (1994) y un escritor perpetua formación, las nuevas tendencias literarias están más del lado de los videojuegos experimentales que de la literatura tradicional. Quizá los más puristas discrepen. ¡Y qué bueno! De lo contrario, de seguir todos el canon como la única ruta posible, sería cierto que no hay nada nuevo bajo el sol.
No es una idea sin fundamento. New Word Order: Basra, por ejemplo, es usa el juego Half-life como base para implementar un mod donde el jugador “es invitado a leer, explorar y destruir palabras tomadas un poema de Billy Collins”. Así, un shooter en primera persona como este aprovecha su entorno “violento” para reconfigurar el lenguaje a través de disparos. Sandy Baldwin, autor de esta idea, tiene un breve ensayo al respecto.
Pero una cosa no quita la importancia de otra. Los clásicos, siglos de oro, autores y autoras contemporáneas son necesarios, básicos, esenciales. Son, sin embargo, apenas el punto de partida.
Volvamos a Belén Gache quien desde los 90’s produce piezas de literatura expandida para demostrar este punto.
Desde el la antología de poesía digital interactiva que recoge obra de 1995 a 2006. El Word Market (2011) portal donde se pueden comprar y vender palabras con una moneda propia: el wollar. El Radikal karaoke (2012), plataforma diseñada originalmente en flash, pero disponible para descarga, mediante la cual una persona puede enunciar discursos políticos.
Uno de mis favoritos: Góngora Wordtoys (2011), un proyecto de poesía interactiva que mezcla 5 poemas del escritor español en un espacio digital que imita el periodo barroco a través del despliegue de visual. En el texto “llanto del peregrino”, cuando se abre la pantalla, el lector toma control del peregrino como un personaje y es capaz de moverlo a través de un laberinto de palabras. La metáfora está ahí. ¿Cómo pueden los formatos tradicionales hacer esto? Por mucho que la imaginación entre en juego, la respuesta es simple: no pueden.
Y es justo en este punto donde entra el último proyecto/performance de Gache que conocí el año pasado (gracias a la pandemia).
Fue durante el bloque de Literatura expandida de la Fiesta del Libro y la Rosa 2020, donde la investigadora Cinthya García Leyva sostuvo una charla con Belén para hablar de su más reciente experimento: “Cómo explicarle la poesía electrónica a una liebre digital”.
La apuesta es literal y referencial al mismo tiempo. La idea fue ejecutada como un performance en la comunidad virtual de second life entre el 8 y 15 de abril. Ahí, la artista documentó lo ocurrido en un video de 16 minutos donde la presencia de los avatares digitales son un factor central, mientras la interacción proveniente del mundo real brinda diversas capas de experimentación semiótica que implican sonidos electrónicos, lectura de poesía en voz humana y ambientes tridimensionales.
Cabe explicar que esta obra es una respuesta directa a lo ocurrido el 11 de noviembre de 1965, cuando Joseph Beuys hizo un performance en una galería de arte de Düsseldorf. El artista de corriente fluxus recorrió los pasillos con una liebre muerta en sus brazos mientras cada tanto le explicaba los cuadros al cadáver del animal. Todo esto mientras las personas observaban a través de una vitrina.
Sobre su proyecto, Gache explica que “hay varios juegos que se entroncan en la pregunta sobre el lenguaje”. La experiencia se centra en cuestionar los paradigmas de la escritura, que implica una sintaxis “clandestina” que conlleva escribir de otra manera, leer de una manera y entender el mundo de otra manera.
“El texto mismo está realizado de una forma aleatoria, no lineal, son texto encontrados, elegidos, combinados. Son formas de leer diferentes no solo porque el dispositivo es diferente, no solo por el dispositivo libro, sino que es una forma diferente de escribir”, precisa la argentina en el video.
Es así que el proyecto vincula poesía, tecnología, experiencia humana y furros. ¡Qué momento para ser lector, gamer y usuario!
En este espacio editorial ya hemos contado algunas experiencias donde los avances digitales impulsan los límites convencionales del arte.
Desde el caso de la librería sin censura en Minecraft, que ahora pienso como un proyecto de periodismo expandido. Y que dicho sea de paso, urge encontrar nuevas formas que permitan romper los esquemas definidos en cuanto a los dispositivos físicos y digitales de los medios de comunicación.
O incluso la historia de Ai-da, la robot que escribe poesía a partir lecturas previas y algoritmos. Quién es el artista en este caso: ¿el programador o la máquina?
Stephen Duncombe, en su libro Dream: Re-imaging Progressive Politics in an Age of Fantasy, propone que los sueños “pueden inspirarnos para imaginar que las cosas podrían ser radicalmente diferentes de como son el día de hoy, y después creer que podemos progresar en esa mismas dirección que apunta el mundo imaginario”. Quizá valga la pena atrevernos a eso.
O tal vez no sea un escenario y como afirma Gache: “Ya somos seres híbridos”. En este sentido, tal como se dijo al principio, la imaginación, ese terreno salvaje y fertil, es el principal motor de cambio.
¿Cómo puede ayudar a esto el diseño de futuros?, ¿qué tanto puede intervenir la especulación o la revalorización de las ideas que nos ayuden a borrar fronteras y construir puentes hacia escenarios alternativos?
Son preguntas que ya están siendo respondidas, solo hay que hurgar en el lugar correcto.