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¿Hacia dónde vamos?
Tenemos en las manos los resultados de un estudio que desacredita la idea generalizada de que los robots y otras formas de automatización, incluida la ‘inteligencia artificial’, destruirán los puestos de trabajo y nos conducirán a un futuro de incertidumbre laboral.
El estudio ha venido a demostrar que la creación de nuevos empleos a través del tiempo, ha sido una constante de muy larga vida en la economía de todos los países del mundo.
La investigación de la que hablamos, titulada ‘Falso Alarmismo’, analiza el periodo que va de 1850 a 2015, es decir, todo el tiempo de la Revolución Industrial, y fue realizada por un centro de estudios de Washington, centrado en la demanda de empleo asociada al uso de la tecnología.
La mayor virtud de esa investigación es recordarnos que aunque los cambios introducidos por la tecnología en el ámbito laboral, algunas veces han barrido con categorías de trabajo enteras, nunca han generado un ambiente de alto desempleo.
Esto no significa que el de-sempleo no sea un problema. Obviamente lo es, especialmente durante las recesiones o para los trabajadores cuyos empleos se han perdido por causa de nuevas tecnologías, de nuevos productos o de nuevos competidores.
El ciclo laboral
Sea como fuere, debemos recordar que la economía tiene enormes poderes de recuperación. De hecho, el estudio sostiene que la posibilidad de una ruptura súbita del mercado laboral, es ahora mucho menos probable que en el pasado.
Ya se ha escrito sobre esto, pero es conveniente revisar el tema, porque está incrustado de muchos mitos engañosos.
Utilizando una base de datos de las ocupaciones y oficios más comunes (entre ellas agricultores, enfermeras e ingenieros) desarrollada en la Universidad de Minnesota, los autores del estudio, Robert D. Atkinson y John Wu, examinaron cómo la tecnología afectó esas y otras ocupaciones en cada década desde 1850.
Y se encontró que a menudo se cumple un ciclo: una nueva tecnología crea o elimina empleos; el efecto continúa o se acelera durante algunos años o décadas; luego el mercado madura, llegan los cambios tecnológicos y los empleos se estabilizan, disminuyen o desaparecen.
Ascensoristas y proyeccionistas
Considere por ejemplo los operadores de los ascensores. En 1860, no había ninguno, porque los constructores no habían aprendido a construir edificaciones altas usando el acero. Pero una vez que esto fue dominado, la demanda de los ascensoristas se disparó.
En 1950 había en Estados Unidos 115 mil operadores de ascensor. Pero en los años 20s, la empresa ‘Elevadores Otis’ había desarrollado los ascensores de autoservicio, que se propagaron después de la Segunda Guerra Mundial.
No obstante, en 1990 el número ascensoristas era ‘prácticamente cero’, encontraron los autores del estudio, Atkinson y Wu.
O considere las personas que operaban los proyectores de las películas en las salas de cine. Su número aumentó a principios del siglo XX y había alcanzado un máximo de 31 mil en 1940.
No obstante, en la década de 1950 los estadounidenses decidieron quedarse en casa a ver la televisión, mientras que en los años 70s y 80s, más cines adoptaron el sistema de ‘multiproyección’ en el que un solo operario podía manejar los proyectores de varias salas de cine al mismo tiempo.
Ambos desarrollos —los ascensores de autoservicio y los multiproyectores— redujeron la necesidad de operarios, de tal manera que para 2015, había menos de 5 mil de ellos en todo Estados Unidos.
Este cambio tecnológico que al principio llevó a perder miles de puestos de trabajo, no fue un destructor de empleo a largo plazo, sino que se ajustó a la dinámica de los cambios en la economía.
Los cambios tecnológicos crearon la demanda de nuevos bienes y servicios, lo que mantuvo el crecimiento del empleo.
Lo que dijo Atkinson
“La realidad”, dijo Atkinson en una entrevista, “es que las nuevas tecnologías siempre han sacudido los mercados de trabajo.
“Las nuevas industrias y los nuevos mercados fluyen y refluyen, y es lógico que afecten el trabajo y las comunidades, pero las pérdidas de empleo en un sector se compensan con las ganancias de empleo en otros sectores.
“Considere la década de 1970. Durante esa década, asegura Atkinson, el número de agricultores cayó 12 por ciento, y el número de operadores telefónicos y mecanógrafos disminuyó en 41 por ciento. Pero el mercado global de trabajo se expandió”.
En fin, la lección de la historia parece ser la siguiente: los robots no nos robarán todos nuestros empleos, porque sus eficiencias crearán más poder adquisitivo.
Un ejemplo de ello son los teléfonos inteligentes. En 20o7 el número de empleos relacionados con las aplicaciones móviles en EU era prácticamente cero, pero aumentó a 500 mil para 2012.
La automatización no es un fenómeno nuevo. Tal vez inspire temor. Pero hasta ahora no se ha convertido en una amenaza para el crecimiento del empleo.
Hagamos este ejercicio Imagine que cinco personas pueden producir robots que hagan el trabajo de 100 personas. La aplicación de un impuesto alto a los robots desalentaría su producción.
Seguramente sería mejor para la sociedad disfrutar de la producción extra y establecer impuestos y transferencias adecuados para proteger a los trabajadores desplazados por esos robots.
Quizá sea difícil de visualizar, pero reducir el tamaño del pastel, en vez de hacerlo tan grande como sea posible y luego redistribuirlo, no es el camino correcto a seguir.
Por lo tanto, robotizar la economía puede llevar a enfrentar el proteccionismo contra el progreso.
De hecho, aunque parezca una paradoja, estamos viendo una pérdida de empleos sin precedentes por culpa de la robotización, y al mismo tiempo estamos observando un extraordinario crecimiento de la productividad que depende de la mano de obra.
Pero además, existe el problema adicional de que en una economía abierta, los impuestos sobre la tecnología estimulen la producción fuera del país, en vez de crear puestos de trabajo dentro del país.
Lo cual supondría, entre otras cosas, reformar los sistemas de educación y entrenamiento, aplicar subsidios salariales específicos a los grupos con problemas de empleo, realizar inversiones en infraestructura y, posiblemente, crear programas de empleo público directo.
En fin, este será un gran debate que sospecho definirá una gran parte de la política del mundo industrial durante la próxima década. Quizá sea poco, pero lo haremos mejor hacia adelante que hacia atrás. Y eso significa abrazar en lugar de rechazar el progreso tecnológico. (El autor fue Secretario del Tesoro de Estados Unidos)
Tres Razones
Para comenzar, no puedo ver ninguna lógica para calificar a los robots como ‘destructores del empleo’.
En primer lugar, hay muchos tipos de innovación que permiten mejorar la producción y el rendimiento sin necesidad de robotizar la mano de obra.
Y en segundo lugar, hay mucha actividad innovadora, incluso de tipo robótico, que implica producir mejores bienes y servicios en lugar de simplemente producir más con la misma cantidad de insumos.
Por ejemplo, los vehículos autónomos probablemente serán más seguros que los conducidos por los seres humanos. Y la robótica ya ayuda a los cirujanos a realizar ciertas operaciones mejor de lo que pueden por sí solos.
Asimismo, los sistemas de ventas de boletos ‘en línea’ son más rápidos y más cómodos que los que dependen de personas que venden esos boletos a través de sus agencias.
En tercer lugar, y quizás más fundamental, ¿por qué aplicar los impuestos que reducen el tamaño del pastel, en lugar de impuestos que aseguren que el pastel sea más grande y esté mejor distribuido?
(Con información de la revista Forbes)