Hablemos del Día de Muertos

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Hablemos del Día de Muertos

Hay muchas formas de manifestar nuestro amor a quienes ya no están con nosotros. La principal, en distintas religiones, es la oración. Otras más mundanas resultan hasta folclóricas y las vivimos y compartimos cada uno a su manera de entenderlas.

La ausencia de los seres queridos es para siempre. Y con esta idea vamos poco a poco asimilando el dolor y aprendiendo a vivir una existencia nueva. Ahora con otra experiencia; una nueva realidad, en la que vamos palpando, aprendiendo a vivir, tal vez, con una plena conciencia de que no somos eternos y que también nuestro final llegará más tarde o más temprano, y esta reflexión nos trocará  más humanos y responsables de nuestro quehacer en esta vida que es transitoria. Somos materia que se desgasta y fenece, afortunadamente nos acompaña un espíritu, portador de la gracia de Nuestro Creador, y en la esperanza de la perpetuidad espiritual, nos sentimos confortados y buscamos la felicidad terrenal.

Hay  muchas formas de manifestar nuestro amor a quienes ya no están con nosotros. La principal, en distintas religiones, es la oración. Otras más mundanas resultan hasta folclóricas y las vivimos y compartimos cada uno a su manera de entenderlas. 

Cuando somos niños disfrutamos con las anécdotas y cuentos de fantasmas y lo esotérico. ¿Quién no tuvo miedo cuando escuchábamos que alguien había tenido una experiencia de esta índole? Es muy difícil a esa edad entender algo que se considera sobrenatural, algo desconocido y que nos resulta tenebroso.

Y como de cuentos vamos, recuerdo una experiencia vivida en el edificio de La Secretaría de Salubridad y asistencia; el que antes fue el Edificio Roberts ,ahí frente a la Alameda, donde hoy es la Preparatoria Mariano Narváez. Contaba una enfermera de la Maternidad, que cuando les tocaba el turno de noche, solían escuchar el llanto de un niño. Este llanto era tan persistente que, en un principio las enfermeras buscaban por todas partes al dueño de aquella como llamada de atención insistente, apremiante. Grande fue su desconcierto cuando su búsqueda resultó infructuosa. No existía tal niño.  El tiempo fue pasando y el suceso  se hizo parte de la rutina. Para el personal ya no fue sorpresivo.

Un buen día llegó a hacer sus prácticas de ginecología   un pasante de medicina. Cuando le tocó el momento de trabajar de noche se sorprendió mucho al escuchar el llanto de un niño. 

Mayor fue su sorpresa al observar que nadie ponía atención, y mucho menos intención de atender el llanto de aquel niño. Él en esos instantes estaba ayudando en un alumbramiento y no podía separarse de la paciente.

Cuando terminó su trabajo en la sala de partos, buscó a la enfermera jefe, para hacerle notar esta circunstancia y, desde luego hacerle hincapié sobre la falta de atención del personal para atender al niño, algo que le parecía desusado y poco profesional. Para su desconcierto la enfermera sonrió y no mostró ninguna intención de resolver la situación. Te voy a explicar lo que aquí está pasando, le dijo, tú puedes sacar tus propias conclusiones después de escuchar lo que tengo que decirte. No existe tal niño; puedes buscar para que te cerciores y entonces entenderás nuestra actitud. No te puedo explicar lo inexplicable, sin embargo, existe. ¿Qué es, no lo sabemos?, nosotros terminamos por entender que hay más allá algo que no alcanzamos a comprender. Será bueno o malo, no lo sabemos y tal vez nunca lo sepamos. Entre más vivimos, más vemos pero hay cosas que siguen siendo un misterio. Pero, al final…TODOS SOMOS HISTORIA