Usted está aquí

Hablemos de sexo

La reciente embestida conservadora no se ha limitado a defender la familia “natural”, atacando a las que no están conformadas por un padre, una madre e hijos

A principios de agosto, organizaciones civiles (católico-cristianas) de Nuevo León solicitaron al congreso local no distribuir los libros de texto gratuitos porque contenían pasajes sobre educación sexual. El libro de primero de primaria incluye un ejercicio en el que se pide que los niños identifiquen las partes de sus cuerpos (incluidos los genitales). El de sexto, incluye una lista de métodos anticonceptivos. Según La Unión Neolonesa de Padres de Familia, los libros pueden propiciar el inicio de una vida sexual prematura y no promueven la abstinencia “como una práctica sana”. El rechazo a la educación sexual fue tal que algunos diputados (locales y federales) y la Unión propusieron arrancar las páginas controvertidas. El pasado jueves, la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM) emitió también un comunicado. Los libros “se reducen a señalar los riesgos de las enfermedades de transmisión sexual, así como el embarazo adolescente”, dice el pronunciamiento. Agrega que son los padres los primeros responsables de la educación de los hijos. 

El límite de la intervención del Estado en asuntos privados es difícil de encontrar, pero un buen argumento para fundamentar la intervención estatal es cuando un tema –supuestamente moral– se torna en un problema de salud pública. México es el país con más embarazos adolescentes de los 35 que conforman la OCDE y las cifras van en aumento. En 1 de cada 5 nacimientos en el País la madre tiene entre 12 y 19 años. Ellas corren graves riesgos a la salud. De acuerdo con México Social, una madre adolescente tiene el doble de probabilidad de fallecer que una mujer mayor de 20 años. Las menores de 15 años tienen 5 veces más riesgo. El embarazo adolescente significa también menos educación. Más del 80% de las madres adolescentes abandona la escuela. Los riesgos, además, no se comparten por igual. Las más pobres, provenientes de comunidades rurales e indígenas, enfrentan mayores adversidades. En términos de enfermedades, tanto para hombres como para mujeres (heterosexuales y homosexuales), el sexo sin “la debida” protección implica riesgos de contagio. Todo ello justifica la inclusión de educación sexual en los libros de texto gratuitos.

El CEM, sin embargo, acierta en afirmar que la educación sexual debe darse en casa. Varios estudios de Estados Unidos muestran que los adolescentes a quienes los padres/madres les hablan de sexo tienen menos comportamientos riesgosos a lo largo de su vida. Un estudio mostró que a los adolescentes a quienes sus papas/mamás les hablaron sobre sexo, enfermedades sexuales y métodos anticonceptivos usaron, con el doble de frecuencia, un condón en su última relación sexual que los adolescentes a quienes no se les habló del tema. En otro estudio, cuando las madres hablaron con sus hijos sobre el uso de condón, antes de que iniciaran su vida sexual, era 3 veces más factible que lo usaran que aquéllos a los que no se les habló del tema. Además, quienes usan condón en la primera relación tienen 20 veces más probabilidad de usarlo de forma habitual a lo largo de su vida sexual. 

El problema es que en México no se habla de sexo en las casas y se busca impedir que se hable en las escuelas. Irresponsablemente se insiste en que promover la abstención es equivalente a dar educación sexual. El resultado: más de 60% de nuestras adolescentes no se protegió durante su primera relación. La mayoría de los adolescentes va a tener relaciones sexuales antes de los 20 años pero, sin educación, lo harán de forma menos segura. Hablemos de sexo para que puedan tener una sexualidad sana, responsable y evitar la violencia que implican los miles de embarazos adolescentes. 

@cataperezcorrea