Hablemos de Dios 1

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Hablemos de Dios 1

¿para qué iba yo a querer tantas chamarras y sacos, si nada más tengo una espalda? ¿Dónde me iba a poner tanto trapo, a ver, dónde...?

La espalda de don Antonio. Inicia año. 2016. Antes de este año, en los años pasados, se ha muerto gente, amigos, vecinos, escritores, poetas, periodistas, conocidos, los cuales jamás se habían muerto antes. No es broma. Es afirmación. Humor negro, pero verdad ineludible. Se muere una vez, como se vive una vez. Nada más. Terminó diciembre. Terminó noviembre y ese invento mexicano tan pernicioso, como consumista, la pálida imitación del “Black Friday” gringo, “El buen fin de semana”. Noviembre y diciembre de consumo despiadado. Sin pausa y sí, con prisas. Los adictos a las compras cayeron en el hoyo sin fondo de la bisutería, el gastar y el endeudarse para un año más de vida. La felicidad consiste en tener el último gadget o los blue jeans de ese tono, ese color tan particular ausente en el guardarropa. Tono el cual el año antepasado, había pasado de moda.

Inicia el año y es menester hacer una evaluación de lo acontecido, lo hecho o dejado de hacer. Pensar en la gente aún viva o bien, recordar a los muertos. Nuestros muertos. El “Black Friday” o “El buen fin de semana” ya es eterno. Las cifras alegres se siguen repitiendo debido al Cuarto Informe de Gobierno de Rubén Moreira Valdez. Se repiten cifras como ofertas en viernes negro. Cifras en lugar de obras. Fe ciega en lugar de hechos. Pero, la cuestión toral es: no hay eso ahora tan mentado, llamado calidad de vida; sólo cifras. No acciones concretas, sino ofertas en mesas de botadero. Acciones vagas, sin lugar físico determinado. Se “Informa” entre noviembre y diciembre con el buen fin de que usted no haga caso debido a las fiestas y a la borrachera decembrina. Comprar y acumular cosas porque están baratas. 
Inicia el año y obliga realizar una especie de inventario de vida. En todos los órdenes. Plano personal, económico, laboral, social, cultural; plano de familia. ¿A dónde vamos, de dónde salimos o venimos? La felicidad no consiste en comprar 99 cosas de 100 productos disponibles y en oferta el “Buen fin de semana”. Aunque muchas veces se le parece. Hay gente los cuales dicen amar a un ser humano pero al igual, aman un celular, su red social y hasta un árbol. Las personas se convencen de amar a un árbol, a una roca o a un ídolo. Hay muchos ejemplos de ello. Esto es tan grave como la publicidad de Rubén Moreira: salvó la vida de decenas de toros de lidia, pero está a un tris de autorizar el aborto. Matar niños. Hay divorcios exprés porque nadie cree en la familia, pero sus leyes protegen a la amante en turno…

Esquina-bajan

Los inicios de año son raros, extraños. Se mantiene la reseca de las compras de pavor de noviembre y diciembre. Apenas descansa usted en enero, para entrar al vértigo de febrero y el día de los amores y las amantes. Y claro, a volver a comprar, no podemos bajar la guardia pues; para eso es la vida, para consumir: comprar enseres, utensilios, ropa, autos, baratijas; comprar anuncios oficiales como “mejor infraestructura”, “apoyos sin precedentes”, bla bla bla. El “Viernes negro” es eterno ya en estos países bárbaros nuestros. “El buen fin de semana” llegó para quedarse.

He tenido buenos maestros en mi vida. Lo poco aprendido, se lo debo a mis maestros. Defectos y yerros son producto personal. Los filósofos con los cuales he caminado a lo largo de mi vida en tramos, cortos o largos, han dejado huellas en mi esencia las cuales trato de repetir. Es el caso del admirado Antonio Usabiaga. Hombre alto, recto, firme como granito. Estudié en su ISER. Traté de aprenderlo todo. Leer textos por él recomendados. Vestido perpetuamente de lino blanco, usaba una filipina ya ajada por el paso del tiempo para protegerse en los días invernales. La filipina era su segunda piel. Un día se quejó de fuertes dolores en la espalda.

Un compañero médico lo revisó y don Antonio no tenía nada. Bueno, sí tenía marcas y laceraciones menores. ¿Motivo? El colchón en el cual dormía ya no tenía felpa. Era resorte, hierro viejo. Fiambre. Los alumnos nos organizamos. Un diciembre le regalamos chamarras y al parecer, le llegaron varios colchones. En enero y al reanudar clases, la ventisca invernal apretaba. Éste llegó vestido de igual manera. Lino blanco y filipina usada. Al preguntarle del por qué no usaba una chamarra nueva. Éste con la risa de sus mejores días espetó: “Pues regalé todo a gente necesitada. ¿Para qué iba yo a querer tantas chamarras y sacos, si nada más tengo una espalda? ¿Dónde me iba a poner tanto trapo, a ver, dónde…?       

Letras minúsculas
La espalda de don Antonio. Tenemos una sola espalda lector, ¿para qué acumular tanto trapo en el armario? (Lucas 21.3).