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Guardiola, un prisionero en el Manchester City
MADRID.- Decía Alfredo di Stéfano que, en sus tiempos, el entrenador era una especie de polizón de los vestuarios al que se identificaba con una señal denigrante a la espalda:
-¿El técnico? ¡Qué se yo! Era un tipo que se pegaba una ninsignia en la espalda con las iniciales: “DT”.
El más enérgico y gruñón de los capitanes venía a indicar que esta función la podía desempeñar cualquiera. Cualquiera que supiera dibujar las iniciales de su oficio de “director técnico” con una cinta adherente. Cualquiera que tuviera jugadores que dirigir.
La eliminación del Manchester City de la Champions, confirmó que bien entrados en el siglo XXI el viejo adagio del futbol sigue vigente en una industria cada vez más condicionada por los presidentes y los entrenadores: la clave del juego son los jugadores. Pep Guardiola, el entrenador más influyente en las últimas décadas, y, probablemente, el más capacitado para resolver los dilemas del contemporáneo, no fue capaz de elevar el nivel competitivo de su plantilla por encima del Mónaco. Las tasaciones que indica el mercado, una nómina de jugadores de aproximadamente 550 millones de euros frente a otra de 200, solo reflejan una realidad. La Premier distorsiona el valor de sus productos.
El duelo, resuelto con un global de 6-6 que inclinó el resultado en favor del equipo que metió más goles fuera de casa (3), expuso dos evidencias. Primero, que el Mónaco tiene un equipo temible en todos los aspectos. Segundo, que el City padece problemas estructurales en el diseño de su plantilla, agravados por una herencia de pereza y estancamiento
Sin cimientos
Pep Guardiola nunca alteró el orden secuencial en el que tradicionalmente se construyen los equipos. Siempre comenzó por intentar dotarlos de un sistema defensivo sólido.
Para interpretar su modo de abordar los partidos precisó que la base de la estructura, los defensas centrales y el mediocentro, cumplieran requisitos indispensables.
En el caso de los centrales, tener buen pie para iniciar la jugada con precisión, ser veloces para poder defender lo más arriba posible, y exhibir una percepción aguda de lo que sucede en el campo de juego para poder anticiparse al peligro antes de que se produzca, son condiciones primordiales.
Cuando Guardiola fichó por el City en el verano pasado, solo el belga Vincent Kompany reunía estas cualidades. Con un hándicap insalvable: tenía 30 años y se había pasado las últimas dos temporadas reducido por problemas musculares crónicos.
Sin Stones
El problema capital de la defensa apunta al plan de fichajes. Durante los últimos cinco años el City configuró su plantilla siguiendo líneas de contradicción.
Hombres como Otamendi o Mangala, ideales para defender en campo propio, se mezclaron con jugadores como Silva y Fernandinho, cuyo perfil es perfecto para practicar un juego de posesión. Guardiola procuró atenuar la incompatibilidad contratando un central con manejo de balón que fuera tácticamente capaz.
Su prioridad era Leandro Bonucci. Pero puesto que el mercado no ofreció nada mejor, acabó fichando a la gran promesa de los zagueros ingleses, John Stones, por algo más de 50 millones de euros. A sus 22 años, Stones posee todas las condiciones técnicas para encajar en el modelo del técnico español. Todas, menos la predisposición cultural. A Stones nunca lo habían exigido tanto, ni física ni mentalmente.
Cuando en octubre los resultados comenzaron a ser peores que el juego ningún jugador se mostró más ansioso que el joven central. Stones, como varios de sus compañeros, comenzó a jugar como si tuviera serias dudas de poder estar a la altura de lo que le pedía su entrenador. Defender a 40 metros de su portería con el deber de dar el primer pase le resultó mortificante.
Sin laterales
Descartado Kompany por lesión, a Guardiola no le quedó más remedio que retrasar a su mejor lateral. El zurdo Aleksandar Kolarov se convirtió así en el central de referencia del City. Fue un parche.
El equipo ganó consistencia a costa de una pérdida irreparable. La recolocación de Kolarov despojó al conjunto del único lateral capaz de unirse al mediocampo como un volante más.
La alternancia en los carriles interiores de laterales capaces de asociarse como Alves, Alba, Lahm o Alaba, fue un arma recurrente en los equipos de Guardiola. Ni Zableta, ni Clichy, ni Sagna destacan por su docilidad táctica.
Sin Gundogan
A lo largo de sus tres temporadas en el Bayern, a Guardiola tampoco le acompañaron los defensas centrales más cualificados para interpretar su modo de ver el juego. En general, lo compensó con grandes volantes. Hombres capaces de responder a las necesidades del mediocampo como Kroos, Schweinsteiger, Alonso, Thiago, Kimmich, Javi Martínez, Lahm o Alaba. Jugadores de una versatilidad y experiencia que en el City solo posee Yaya Touré. El marfileño es el mejor centrocampista del equipo de lejos. Su impedimento no es futbolístico sino puramente biológico. El carné de identidad señala que tiene 33 años pero se desplaza como si tuviera 40. Para remediar esta emergencia, Guardiola solicitó el fichaje de Ilkay Gundogan. Fue un acierto. Pero en diciembre Gundogan se rompió la rodilla y se perderá lo que resta de temporada.
Sin piernas
David Silva nunca recorrió más kilómetros en toda su carrera que en los primeros partidos que disputó con el City esta temporada. Entre los meses de agosto y octubre, los medidores instalados en los techos de los campos de la Premier alertaron a los analistas sobre un hecho inaudito.
Obligado por la falta de volantes de nivel, el mediapunta español, un jugador de esfuerzos esporádicos, se había convertido por obra de Guardiola en un interior capaz de recorrer grandes distancias a un ritmo continuo en su esquema de 4-3-3. Si hay algo que caracteriza el método de Guardiola es la exigencia física, derivada de la necesidad de atacar y defender en campo contrario durante 90 minutos.
Hacia el mes de octubre, el despliegue comenzó a decaer. El equipo, acostumbrado durante años a las rutinas distendidas de Manuel Pellegrini, no soportó la transición.
Guardiola supo que la Premier no es la Bundesliga. Hubo un momento en que incluso el lento Touré parecía más veloz que Kevin de Bruyne. Tampoco Silva, de 31 años, tardó en rebajar sus prestaciones.
Sin goleador
Elevado a los altares de la afición del City desde que le marcó el gol del campeonato al Queens Park Rangers, en 2012, el Kun Agüero gozó en Manchester de las satisfacciones que se prodigan a los ídolos de la Premier. Indulgencia total de público, medios e instituciones, sumados a un salario desorbitado.
Durante un tiempo, Agüero ganó más dinero que Messi.
Su vocación, ya de por sí tenue, decayó. La candidez de Pellegrini alimentó la falta de competencia interna y el carácter suficiente de Agüero. Cuando comenzó la temporada, el único punta de reemplazo para el goleador argentino era Keleichi Ilheanacho, un muchacho nigeriano sin nivel para la Segunda División española
Sin Gabriel Jesús
Probablemente el mayor acierto de la dirección deportiva del City en los últimos años fue el fichaje del atacante brasileño Gabriel Jesús. Este niño de 19 años llegó procedente del Palmeiras en enero armado de un físico prodigioso y una ambición extraña en el vestuario del City.
Ante la hinchada se representó la figura de un competidor feroz capaz de llegar a los balones que Agüero no alcanzaba. Ante el cuerpo técnico surgió la pieza perfecta para conectar a lo mejor de la plantilla: Raheem Sterling, Leroy Sané, Kevin de Bruyne y David Silva.
Apoyados en el primer toque y el desmarque regular de Gabriel Jesús se podría componer la delantera más rápida de Europa. Pero Gabriel Jesús se fracturó el metatarso y no estará listo hasta mayo.
De modo que en Mónaco, después del 3-1, cuando Pep Guardiola en el minuto 84 tuvo que hacer un cambio desesperado, solo pudo quitar a Clichy para meter al único nueve disponible para meter el gol que Agüero no era capaz de meter: Kelechi Iheanacho.