Graciela y la nueva flor

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Graciela y la nueva flor

“Si tu ser rompiendo las distancias / se confunde andando con mi ser / y tu aliento se alza hasta tocar el sol / en busca de una nueva flor”. Fragmento de una canción original de Mike Porcel y que fue emblemática de la Latinoamérica de principios de los años 70, década que es un referente obligado para comprender el despertar de la humanidad hacia la luz de nuevos paradigmas medioambientales.

A principios de la década, en 1972 los 17 hombres y mujeres integrantes del Club de Roma presentaron el informe “Los límites del crecimiento” e hicieron un llamado a las naciones del mundo para que pusieran el acento en el cuidado de su entorno medio ambiental. En dicho informe se hicieron predicciones que se han ido cumpliendo a lo largo de 40 años en relación a la pérdida de la biodiversidad por la insustentable explotación de los recursos naturales, entre otras predicciones.

“En busca de una nueva flor” se entonó por primera vez en 1973 y fue tema musical del XI Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes realizado en Cuba en 1978. 

La juventud mexicana de entonces tenía fresca la violencia ocurrida en 1968 por parte de la fuerza pública cuando se reclamó el espacio político que correspondía a los universitarios. Esa lección de sangre de inocentes no se aprendió del todo pues en nuestro país continuaban los políticos de altas esferas ligados a la farándula a través de las estrellas femeninas del destape. Aunque algunos líderes siguen participando en matrimonios por imagen con artistas, mejor dicho, con figuras de la televisión.

Pero en la década de los 70 los jóvenes lograron ser los actores y autores de un movimiento en el que la literatura y la música aparecieron de manera libre.

En la Universidad Autónoma de Nuevo León surgió el Frente Cultural Universitario como respuesta a la necesidad de expresarse de mujeres y hombres que construían su propio destino. De la mano de las artes escénicas se escucharon las voces de aquellos jóvenes que soñaban con cambiar el estado de cosas. Así surgió el Grupo Silencio en el que estudiantes de preparatoria y de algunas facultades nos congregábamos para crear desde lo individual hasta en lo colectivo temas musicales dirigidos hacia la conciencia planetaria.

Entre 1975 y 1979 se musicalizaron verdaderos poemas que enaltecían la fraternidad de los pueblos y la justicia social. En esa coyuntura Graciela Salazar Reyna, entonces estudiante de medicina, colaboró con su constante y callado trabajo en la búsqueda de oportunidades reales para el pensamiento intelectual y el talento artístico de jóvenes universitarios como ella. Graciela cantaba como parte del Grupo Silencio con una voz dulce que penetraba en los sentidos de los escuchas.

Precisamente hacía suya con singular interpretación la canción ya referida de Mike Porcel que afortunadamente fue grabada por Javier Mendiola, artista de la plástica que era parte de aquella agrupación.

Graciela estudió finalmente la carrera de letras españolas y una maestría en artes, fue catedrática e investigadora, pero más que nada fue poeta y en ese carácter impulsó las letras jóvenes. Dentro de la política llegó a ser candidata a diferentes cargos de un partido que se dice de  izquierda, aunque ella si era verdaderamente de izquierda.

Hace una semana su esposo y pareja Meynardo Vázquez me escribió literalmente: “Querido hermano, mi amada Graciela ya está descansando. Falleció a las 2:50 horas del día de hoy. No habrá velación, sus cenizas nos las entregarán el lunes”. 

Graciela había decidido que sus cenizas fueran esparcidas en las cascadas que se forman en el Cerro de la Silla en esta temporada. Y eso ocurrió. Ella que participó en marchas  exigiendo respeto para seres vulnerados y luchó por causas sociales, esta vez quizá estará buscando “aquella flor que hay que encontrar más allá donde el verso será la paz que crece”.