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Gracias

Esta es la última colaboración para “En la Agenda”. Y no hay mejor manera de comenzar el texto que con un simple, pero muy sentido: gracias. 

En estos años he podido compartir varias inquietudes. En esta columna, por ejemplo, señalé antes que en cualquier espacio el asunto del Ficrea. Advertí sobre cómo esta administración entregaba escrituras a través de una oficina jurídicamente inexistente; en varias ocasiones destaqué esa maña de políticos de inventarse títulos académicos. Ofrecí seguimiento a los temas de transparencia y combate a la corrupción desde una perspectiva crítica.

Se señalaron cambios en normas que no llegaron a volverse realidad y realidades que no debieron existir según la norma. 

Intencionalmente, desde el principio, se trató de no incluir nombres propios. Al final, la persona es producto de su circunstancia y todos los Gobiernos son más o menos iguales. 

Desde esta trinchera se pudo observar (y se registró) que es posible mantener un discurso a favor de los derechos humanos y la transparencia sin cambiar sustancialmente la realidad estatal, ganando además –a la buena o no– reconocimientos y premios. Otros ejemplos completan el panorama: los puestos siguen quedando en manos de los amigos, las medicinas siguen sin llegar a las clínicas, el destino del ISR es tan incierto como las direcciones de las empresas “fantasma”. 

Corrió la tinta y permaneció expuesta hasta secarse. Pero en la patria chica, la campana suena a la misma hora. 

El poder se mantiene en su dicho; los cortesanos dan todo por migajas; los inconformes no caben. Los que forman parte de la red gubernamental, sin ser buenos haciendo su trabajo, son excelentes defendiendo la chamba. Van por la vida diciendo “si no participas, no te quejes” y, luego, “no te quejes porque fuiste parte, participaste”.

Cuando, desde la prensa, se señalan los errores u omisiones del Gobierno la intención principal es la de ofrecer puntos de contraste que puedan emplearse a manera de magro equilibrio contra las toneladas de propaganda que parecen crear realidad. Pero el asunto tiene poco sentido cuando la clase política prefiere no leer argumentando “salud mental” o magnifica el dicho de quienes son afines.

Este domingo hay gobernador. A como están de desgastadas las cosas, ya no se le puede anteponer el “nuevo”. Creo es el momento de escribir este punto final. Detrás de la decisión de dejar este espacio no hay razones ocultas: dar seguimiento al sexenio me ha dejado con la sensación de que el ciclo debe cerrarse.

Termino un segundo capítulo en este diario: en los años 2002-2003 sostuve un espacio llamado “Opinión Libre”; “En la Agenda” ha sido publicada desde febrero de 2011.  Rápido pasa el tiempo: desde 1998 he firmado artículos de opinión; me dedicaré ahora a otros textos, otras inquietudes.

Sin importar el  color o supuesta ideología, la clase política se repite a sí misma y nada nuevo parece haber. Lo señalado hace seis años, se dijo hace cinco y se reiteró hace tres. Cambiarán algunos nombres, algunas circunstancias. Pero, en esencial, el panorama es constante. Para quien esto escribe, el asunto es claro: antes que cansar al lector, que el espacio sea aprovechado por otras voces. 

Coahuila ha sido un excelente laboratorio para conocer, en germen, lo que va sucediendo en el ambiente nacional.

Agradezco a VANGUARDIA y su equipo; en particular, a Armando Castilla. Pero, con todo y el periódico de por medio, nada sería el espacio si no fuera por la lectura y reacciones que ha provocado. Honestamente agradezco los comentarios, correos y llamadas recibidas en estos años.

Ya nos volveremos a encontrar. 

@victorspena