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Golpes que no se ven, pero igual duelen
POR Karla Tinoco / FOTOS Especial
Hace tiempo conocí a una chica que compró unos zapatos porque los quería estrenar en una fecha especial, los había guardado en la parte alta de su clóset. Su esposo los descubrió y tomó uno, el derecho, y a escondidas lo echó a la bolsa de basura.
Unas semanas después, cuando ella quiso estrenarlos, vio que faltaba uno. Buscó en las habitaciones de las niñas, debajo de las camas, en los cajones… en todos lados, hasta que le preguntó a su marido.
—¿Viste uno como éstos?, —Y le enseñó el otro.
—Ah sí, arriba en el clóset.
—Qué raro, no me los he puesto y no encuentro uno…
—Están muy feos, mi amor, parecen de prostituta. Después te compro otros.
Pareciera una historia breve hasta que ella misma le cuenta a una familiar cercana que también le limitaba la comida, que él decidía sobre cómo ella debía vestirse y como maquillarse.
Desde hace más de 10 años que Cynthia García-Galindo se ha encargado de encabezar una campaña para visibilizar la violencia no física y en su experiencia ha descubierto que las mujeres detectamos más fácil un moretón, un rasguño o un jalón de cabello, pero no identificamos aquellas cosas o pequeñas frases machistas porque —la cultura que tenemos en México y América Latina— entendemos “es la manera que tienen los hombres de cuidarnos o demostrarnos que nos quieren”.
Y el origen de esos problemas los arrastramos desde la infancia.
“Desde niñas no nos han enseñado a decidir cosas, nos fueron invalidando como capaces de elegir exitosamente. De alguna manera fuimos creyendo que nuestra palabra y nuestras decisiones no eran del todo afortunadas; además, lo que parecieran ser cosas sin trascendencia en la infancia, termina en que nos convertimos en mujeres siempre en búsqueda de aprobación”.
Según los resultados de la encuesta Panorama de Violencia Contra las Mujeres en Coahuila (ENDIREH-2011), 173 mil 37 mujeres casadas o unidas mayores de 14 años revelaron haber sufrido algún tipo de violencia de parte de su pareja en el último año en que fueron entrevistadas. De las cuatro formas de violencia (emocional, económica, física y sexual) la emocional o psicológica manifestada a través de insultos, amenazas, humillaciones, indiferencia y burlas, es la que prevalece, pues ocho de cada 10 mujeres la han experimentado.
En los estudios realizados también por la experta en los temas de violencia de género ha comprobado que las mujeres que tienen un mayor grado de estudios poseen el mismo grado de vergüenza por denunciar lo que pasa dentro de sus hogares.
“Cuando trabajo con mujeres que tienen un cierto nivel académico, esas cosas no las dicen ni siquiera en voz alta. Pienso que no lo dicen por temor, vergüenza, repudio social o repudio familiar y porque socialmente siempre hay una expresión negativa”, dijo la activista por lo derechos de la mujer.
Cynthia García-Galindo considera que pese a los esfuerzos de algunos gobiernos municipales y estatales para evitar la violencia de género, aunados a las campañas permanentes de colectivos y organizaciones civiles, los resultados han sido pocos porque el mismo entorno social frena las denuncias de las mujeres. “Resuélvelo… es tu marido”, “ya eres harina de otro costal”, “ah, pero quería casarse, ahora aguántese”, “es la cruz que te tocó cargar” y “ningún matrimonio es perfecto”, entre otros comentarios solo ahuyentan o inhiben las denuncias que hacen las mujeres hacia sus familias.
Sin embargo, en el núcleo familiar es a donde acuden primero pues según datos de la ONU el 40 por ciento de las mujeres en una situación de violencia pide ayuda a la familia mientras que el 10 por ciento solicita apoyo a la policía.
“La familia muchas veces no quiere verse involucrada en situaciones que catalogan de pareja y de alcoba. Inclusive, la misma autoridad ha señalado que algunos reportes que atienden solo son ‘asuntos de pareja’, se retiran del lugar y terminan en feminicdios”, por eso Cynthia señala que es un mito que las mujeres no veamos la violencia y no pidamos ayuda.
TESTIMONIO DE UN MALTRATO
Uno de esos casos es el de María Córdova Lumbreras, asesinada por Julio César Cortés Sandoval de dos tiros el 29 de diciembre del año pasado en el estacionamiento de la empresa MABE donde ella trabajaba. Él casi dos meses antes de matarla había recibido de un juez una orden de restricción que le impedía acercarse, luego de una denuncia interpuesta ante la Procuraduría de Justicia por la violación de la intimidad tras publicar en redes sociales fotografías íntimas de María.
Cynthia pregunta a los familiares que se dan cuenta de los abusos en contra de mujeres, ¿qué hacen cuando se enteran de situaciones?
“Hubo muchas alertas previas antes de matar a la persona porque previamente la golpearon, y antes de eso había estado sobajada y antes de eso la habían maltratado… hay muchas cosas que anteceden a una violencia física o manifiesta”.
HASTA QUE LOS GOLPES Y CHANTAJES NOS SEPAREN
Cada vez es más frecuente que conozcamos parejas que después de un año —o menos— de matrimonio se divorcien. Esta nueva cultura no es aprobada por las generaciones de nuestros padres, tíos o abuelos porque consideran que todo aquello que prevalece es concebido como algo bueno como si el factor de la duración lo determinara esa cualidad, dice la experta en violencia de género.
Cuando en la familia existe una separación o divorcio de inmediato las tías, abuelas y las mamás sugieren que sus hijas no son lo suficientemente fuertes como para aguantar los golpes o desplantes de su marido y les recuerdan que ‘así es la vida de una casada’ cuando ellas duraron hasta 30 o 40 años aguantando violencia de género en sus vidas.
La encuesta Panorama de Violencia Contra las Mujeres en Coahuila (ENDIREH-2011) indica que 68 de cada 100 mujeres que alguna vez estuvieron casadas o vivieron en unión libre con su pareja sufrieron alguna vez un incidente de violencia mientras duró su relación.
“El desgaste físico y emocional sufrido por las mujeres debido a la violencia, muchas veces es el causal de la ruptura en la relación con el fin de terminar con los abusos. No obstante, posiblemente los procesos de separación o divorcio den ocasión a más violencia por parte de la ex pareja, pues los vínculos existentes como: hijos, propiedades e incluso la costumbre, hacen que la ruptura se prolongue y por ende, el maltrato persista y desencadene más violencia”, señala el informe del ENDIREH.
Las mujeres que fueron víctimas de violencia invisible manifestaron que sus ex parejas les hacían sentir miedo, las avergonzaban, las menospreciaban o las humillaban… les decían que eran feas o las comparaban con otras mujeres, les dejaban de hablar, las ignoraban, no las tomaban en cuenta, no les brindaban ninguna muestra de cariño y se enojaban porque la comida no estaba como ellos querían.
Otros se gastaban el dinero necesario para la casa o eran tacaños con ellas. Otros las chantajeaban con no prestarles la tarjeta de crédito, les prohibían trabajar o estudiar, no cumplían con el gasto o amenazaban con no darlo, las espiaban, les prohibían salir o que las visitaran y hacían que los hijos o parientes se pusieran en su contra.
Perfil de un cordero vestido de oveja
Cynthia detalla el perfil de los hombres que ejercen la violencia invisible. Dice que “son tipos que no gritan o manotean, sino suelen ser hombres ‘contenidos’, amables, tiranos y carismáticos que se saben conducir en el ámbito público”.
La terapeuta parisina Isabelle Nazare-Aga hace un listado con características de las personas manipuladoras quienes a su vez buscan personas con perfil inteligente, con alto sentido de vocación a ayudar y resolver y apasionados. Los manipuladores ponen en duda las cualidades, la competencia y la personalidad de los demás; critican sin parecer que lo hace, desvalorizan y juzga.
Saben hacerse las víctimas para que se le les compadezca, son absolutamente eficaces para lograr sus propios fines, pero a costa de los demás. Mienten, nos inducen a hacer cosas que probablemente no haríamos por voluntad propia, falsean los hechos para averiguar la verdad, deforma e interpreta. Son egocéntricos, puedes ser celosos aunque se trate de un pariente o un cónyuge, no soportan la crítica y niegan la evidencia.
No tienen en cuenta los derechos, las necesidades y los deseos de los demás, siembran cizaña y suscitan sospechas, dividen para reinar mejor y puede provocar la ruptura de una pareja, cambian de opinión, de comportamiento y de sentimientos según las personas o las situaciones.