Gobernadores imperiales

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Gobernadores imperiales

Con el ascenso de AMLO al poder han surgido voces que alertan sobre el posible fin de la democracia y el surgimiento de un Hugo Chávez mexicano. Citan el libro de Steven Levitsky y Daniel Ziblatt, “Cómo Mueren las Democracias”, ensayo que estos politólogos de Harvard han publicado en relación al triunfo de Donald Trump, y esgrimiendo la premisa de que “el retroceso de las democracias empieza en las urnas”, un fenómeno que los agoreros locales aseguran ya comenzó en este País.

Pero resulta que las señales que los docentes de Harvard enumeran en su libro para alertarnos de un posible derrumbe democrático no coinciden con la forma tan peculiar de hacer política de López Obrador.

Es más acertado decir que el estilo personal de gobernar de Andrés Manuel se aleja del autoritarismo y la autocracia, como lo señalamos en este espacio la semana pasada en el artículo “El fin de la presidencia imperial”, incluso, sugiriendo que este tipo de gobierno podría dar la percepción de un vacío de poder.

Una percepción que ha soliviantado a varios gobernadores para hacer lo que nunca hicieron los mandatarios estatales del antiguo régimen.

Y cierto es que aquí no aplican las teorías de Harvard, sino las ideas vertidas en “El Sistema Político Mexicano” por don Daniel Cosío Villegas, ensayo aún vigente aunque con ciertas adecuaciones a nuestra realidad actual, ya sin el partido de Estado ni la presidencia imperial.

En el capítulo 4, “Contener para limitar”, don Daniel plantea el entonces reto inmenso (1972) de acotar el poder presidencial, en ese tiempo con muy amplias facultades legales y extralegales, citando para tal efecto a James Madison: “La gran dificultad para idear un gobierno que han de ejercer unos hombres sobre otros radica, primero, en capacitar al gobierno para dominar a los gobernados, y después, en obligar al gobierno a dominarse a sí mismo”.

Y aquí don Daniel ya no vivió para constatar cómo se ha ido desmantelando la presidencia imperial, un asunto que para desgracia de este País sucedió a la inversa del inmenso poder que han ido acumulando los gobernadores estatales tras la fallida transición política de Vicente Fox y Felipe Calderón, periodo hoy conocido como la “docena pánica”.

Y es que con los panistas se suspendió una de las prácticas más saludables del antiguo régimen: la caída de gobernadores por “motivos de salud”, un freno efectivo para la inmensa corrupción que luego se desbordó a partir del gobierno fallido de Fox y Martha Sahagún, la pareja presidencial que provocó los vacíos de poder que fueron llenados por verdaderos señores feudales en las entidades federativas.

Y a todos nos consta que más de veinte exgobernadores de diferentes partidos han sido indiciados por diversos delitos, entre ellos Jorge Torres López, prófugo de EU, exgobernador de Coahuila cuya corbata se sigue venerando en el Museo de Palacio, una parte del cual corresponde al “Mob Museum”, donde se exhibe todo lo concernirte a los gánsteres de la entidad. A ver qué dice, respecto a Torres, Ochoa y Lito, don Alejandro Gertz Manero, el primer fiscal General de México ¿Podrá investigar las fortunas imperiales de esa peligrosa mafia?