Gerardo Herrera Ramírez: músico y ser ejemplar

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Gerardo Herrera Ramírez: músico y ser ejemplar

ESMIRNA BARRERA

Por casualidad me enteré de que se propuso al cabildo del ayuntamiento la candidatura de Gerardo Herrera Ramírez para otorgarle la Presea Saltillo en el rubro “post-mortem”, cosa que me alegró debido a la fama de que gozaba. Confieso, sin embargo, que no fuimos amigos. Por eso, tuve la necesidad de buscar información, y encontré que demasiada gente lo apreciaba. A veces lo escuchaba en su programa de Radio Concierto “Historia de una canción”, y me agradaba su forma de presentar cada melodía. A más de erudito, era también pedagogo nato, esto sin relegar su memoria enciclopédica. Recuerdo que en una fiesta él y su trío “Sembradores” tocaban hermosas canciones, algunas muy raras. De muy mala fe se me ocurrió pedirle que tocara la canción uruguaya de los Olimareños “Chiquilladas”, sabiendo que no la conocería; pues la cantó; y con gracia y datos sobre su autor. Sabía al dedillo la época de oro de la canción uruguaya y argentina (Zitarrosa, Piero, Atahualpa, Mercedes Sosa, Tania, Nacha Guevara, Eduardo Falú y demás).

Hice una encuesta. Supe que era saltillense, que había estudiado en la Escuela Nacional de Música; que a su regreso a Saltillo lo nombraron jefe de difusión cultural en la Universidad Agraria Antonio Narro; que fue invitado (ya con su trío “Sembradores”) a la ciudad de Chicago y luego a Asunción del Paraguay; y que trabajó en el Instituto Coahuilense de Cultura del Gobierno del Estado.

Me dijeron que el padre Humberto González, cuando era párroco de catedral, recibió el apoyo de Gerardo quien le organizó durante muchos años las mañanitas al Santo Cristo de la Capilla. Reunía a medio centenar de grupos: mariachis, tríos, fara-faras y algunos músicos callejeros que alegraban la misa de las 6 de la mañana a la que acudían devotos en cantidad.

Mencionaron que un exitoso millonario, César Cantú Benavides, fundador de Grupo Bioquímico Mexicano, hizo una dupla con Gerardo, que duró añales. A veces tocaban a dúo, César violín, guitarra Gerardo. César apoyó económicamente su trabajo en la estación de la radio mencionada. Esa amistad subsistió hasta la muerte de César a quien Gerardo consideraba un segundo padre. César pagó la edición de su libro “Historia de una Canción”.

Supe que el Instituto Vivir, que ha destacado por la promoción de la formación musical de sus alumnos con el aprendizaje de algunos instrumentos, un excelente coro y la formación de intérpretes individuales que se ponen a prueba frente al público, invitaba cada año a Gerardo como jurado. Los niños, sus padres y maestros lo admiraban y aceptaban su veredicto.

Me enteré de que propusieron su candidatura a la presea el Club de Leones, la parroquia Padre Nuestro (con una carta espléndida del padre Humberto), el Club Sembradores de Amistad, el Grupo Bohemio SinSalMon (Sinaloa, Saltillo, Monterrey), la tropa Amigos por Siempre, el Pollo Loco, el Casino de Saltillo y el Sindicato de Trabajadores de la Industria Automotriz, entre otros. De que era querido no hay la menor duda.

Considero que debo dar crédito a mis informantes, como es de justicia. Andrés García expresó algo que me tocó el alma: “¡cuántas medallas se han colgado sin merecerlas!” y “¡cuántos logros se han dado sin premiarlos!”. Pero Andrés es demasiado honesto y me aclaró que esas ideas se las escuchó hace tiempo a Mabel Garza y las anotó luego de memoria. Pero el padre Humberto se lleva las palmas. En su carta anotaba que “es un deseo de muchos saltillenses que este año se rinda homenaje post-mortem a Gerardo Herrera Ramírez por su trayectoria musical, artística y patriótica (…). Personalmente, yo le agradezco a Gerardo su fervor religioso y su entusiasmo saltillense”.

Murió un hombre generoso, alegre y ejemplar. Admirado por muchos, dadivoso, ideológicamente liberal, rumboso y, evidentemente, bohemio. No tuve la suerte de su amistad, aunque mi hermano Alejandro la gozó. Gerardo fue y será un gran saltillense con o sin la Presea Saltillo.

Murió recientemente Alfonso Vázquez Sotelo. Tuvo tres amores: la familia, los libros y la música. ¡Salve, añorado Poncho!