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George Eliot, ¿pionera de la ciencia ficción?
La discusión sobre géneros literarios, orígenes y elementos, es interminable. No siempre las obras son fáciles de catalogar. Algo así sucede con la novela corta El velo alzado, de la escritora inglesa Mary Ann Evans, mejor conocida por su seudónimo masculino George Eliot. Esta historia es curiosa por más de una razón. La primera: su autora se caracterizó por ser una feroz crítica literaria, en especial del trabajo producido por muchas mujeres que, sin gran preparación, se animaban a escribir (como relata en su ensayo Las novelas tontas de ciertas damas novelistas, donde asegura que esos libros cursis contribuían al estigma de que las mujeres eran incapaces de pensar con seriedad). La segunda: George Eliot se esforzó por crear una literatura de análisis social y tema realista. Tercera: la polémica con la ciencia ficción.
La vida de Mary Ann Evans (1819-1880) fue intensa. Desde niña se mostró interesada en la lectura de los clásicos y cuando creció se negó al futuro convencional que se les imponía a las jóvenes. De espíritu rebelde, solía cuestionar la autoridad institucional tanto laica como eclesiástica. Sus obras más importantes, consideradas entre lo mejor de la literatura inglesa, son costumbristas. En el caso de El velo alzado (1859), se deja ver una herencia gótica (típica de la segunda mitad del siglo XIX) inspirada en figuras como Mary Shelly, con su grandioso Frankenstein. La novela está contada en primera persona por el joven Latimer, un hombre asaltado por visiones de su futuro inmediato. En ellas aparece Bertha, una muchacha de diabólica belleza que se convertirá en su cuñada.
El personaje de Latimer presenta rasgos de cierto romanticismo tardío. Es sensible y enfermizo; además en las primeras páginas advierte que sabe cómo y cuándo morirá. Lejos de interesarse por el mundo de las máquinas, la ingeniería y la física, se conmueve con la contemplación y lee a escondidas a Plutarco, Shakespeare, Cervantes. Es una especie de “poeta sin voz”, lo que define como “una pasión muda que trae consigo la fatídica soledad del alma en el trato con sus semejantes”. También hay cierto aire o reclamo femenino acerca de la educación:
… mi tutor me aseguraba que “una persona cultivada se distinguía de otra ignorante en que sabía del por qué el agua descendiera de las montañas”. Yo no sentía ningún deseo de ser aquella persona cultivada; me alegraba del correr del agua (…). Pero no me interesaba saber por qué corría; estaba convencido de que existían muy buenas razones para que sucediera algo tan hermoso.
En la obra existe un dilema científico: las visiones son producto de una enfermedad mental no aceptada o desconocida. Cuando Latimer recibe estas experiencias extrasensoriales queda fatigado y confundido. Incluso, luego de presenciar en su mente por primera vez a Bertha, se desmaya al conocerla en persona. ¿Es fantasía o ciencia ficción? Eterno dilema. El teórico ruso Tzvetan Todorov en su libro Introducción a la literatura fantástica, propone que la ciencia ficción esté en el capítulo de “Lo extraño y lo maravilloso”, donde “lo sobrenatural está explicado de manera racional, pero a partir de leyes que la ciencia contemporánea no reconoce”. Debemos recordar que la idea de “ciencia” en el siglo XIX era distinta a la del siglo XXI. Por eso, a los textos que empezaban a mezclar la fantasía con la explicación racional se les llamaba “lo maravilloso científico”, como apunta Todorov.
Un elemento novedoso de El velo alzado es, precisamente, este don que tiene su protagonista. ¿Es un vidente o ya podríamos considerarlo un telépata? ¿Cuándo aparecen los telépatas en la literatura moderna? ¿Cuál es, entonces, la presencia de George Eliot en la ciencia ficción, al presentarnos un personaje con tales características? ¿Se le ha reconocido? Mary Anne Evans alcanzó la gloria como una de las novelistas más destacadas. Ambicionaba este título, pero en vida le pesó que no se le tomara en serio por ser mujer (aunque era admirada por el círculo intelectual de su tiempo). De ahí que firmara con un seudónimo masculino que tomó, en parte, de George Henry Lewes, su gran amor (historia también polémica, al ser Lewes un hombre casado). Pero quizá ha llegado el momento de considerarla en este otro género tan diferente.
Para Latimer, la infancia fue una época feliz porque “el velo que oculta el futuro era tan impenetrable para mí como para otros niños”. De los futuros que George Eliot auguró para sí misma, ¿estaba un lugar en la historia de la literatura de ciencia ficción por aquella novela breve que salió en una revista y fue publicada en libro casi 20 años después? Quizá su intención fuera otra. Es probable que haya querido decirnos algo sobre el entendimiento humano. En voz de su protagonista, escribe:
No existe atajo, ni camino ancho y recto que lleve a la sabiduría: después de muchos siglos de inventos, el camino del alma pasa por un espinoso desierto que ha de atravesarse en soledad, con pies ensangrentados, con gemidos para solicitar ayuda, como lo atravesaron quienes vivieron en tiempos remotos.