Generación enferma emocionalmente

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Generación enferma emocionalmente

En la década de los 50, el psicólogo americano Harry Harlow demostró la importancia del contacto físico en bebés con un estudio que utilizó changuitos recién nacidos. Las caricias afectivas son más importantes que la comida, demostró el estudio. Al mismo tiempo, el psicoanalista británico John Bowlby indicó que la ausencia de roces físicos afectuosos desarrolla problemas emocionales en los siguientes años. Ahora, con las aportaciones de la neurociencia, nos afirman que bebés que crecen en ambientes amorosos y con mamás que los acarician desarrollan cerebros socialmente y emocionalmente más saludables.  Esto, que pareciera algo normal y perteneciente al instinto maternal, está desapareciendo entre las madres jóvenes cada vez más y más. Es común observar en los hospitales a mamás que le piden a las enfermeras que si le pueden dar mejor el biberón porque es más cómodo que amamantarlos. Escucho constantemente de papás que se van de vacaciones cada uno por separado, con sus amigos y dejan a sus hijos con los abuelos o las nanas. 

En un estudio realizado por el Dr. Jens Brauer, psicólogo cognitivo inglés, con 43 mamás jugando con sus hijos de entre cinco a seis años de edad, encontró que las mamás que acariciaban y abrazaban a sus hijos durante el juego mostraban mayor actividad cerebral dedicada al desarrollo social, especialmente en el lóbulo frontal (parte del cerebro que está al frente). Esta área cerebral social es fundamental en el desarrollo emocional de los niños en su adolescencia y juventud. En personas que han intentado suicidarse esta región está afectada y su actividad es pobre. 

La Secretaría de Educación del Estado de Nuevo León realizó un estudio en escuelas públicas y privadas para evaluar la salud emocional entre los estudiantes y se detectó que el 30 por ciento presentó síntomas de alerta emocional como depresión, ansiedad, déficit de atención y otros trastornos. Este dato es muy alarmante, estamos hablando de que casi de tres estudiantes, uno necesita atención terapéutica o intervención psiquiátrica urgente. Afirman que de un universo de más de un millón de niños en escuelas primarias y secundarias en Nuevo León, más de 300 mil de estos alumnos presentan alguno de estos desórdenes. 

Es responsabilidad de la familia, escuela y sociedad prevenir estas anomalías psicológicas, y los padres son la piedra angular para reducirlas. Presencia, convivencia y amor son los ingredientes para desarrollar niños y adolescentes más fuertes y con menor riesgo de que presenten dificultades emocionales. Las escuelas deben evitar centrar su modelo educativo en bases solamente académicas. Deben buscar un balance entre el desarrollo de habilidades cognitivas y no cognitivas como la empatía, trabajo en equipo, responsabilidad para la elaboración de tareas, tolerancia a la diversidad, competencia saludable, control de impulsos y manejo de las frustraciones. La educación de los hijos es cuestión de la sociedad y no sólo de unos cuantos. 

@JesusAmayaGuerr
jesus.amaya@udem.edu