Gasolinazo: ahora todos serán ‘austeros’

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Gasolinazo: ahora todos serán ‘austeros’

De nada nos van a servir los anuncios de austeridad si, al final del año, nuestros políticos se van a escudar en esto para justificar que no hicieron su trabajo

Cuando las dificultades económicas tocan a la puerta, las recomendaciones iniciales de cualquier aficionado a las finanzas son muy simples: en primer lugar no se debe gastar más de lo que se tiene y, en segundo, deben recortarse los gastos superfluos.

En términos de las finanzas públicas, la primera recomendación implica plantearse un presupuesto no deficitario, pero no sólo eso: además de no recurrir al endeudamiento para financiar el gasto público, éste debe ser orientado prioritariamente a financiar las actividades que generen valor.

La segunda es una recomendación mucho más complicada de asumir por parte de quienes detentan un cargo público, sobre todo en culturas como la nuestra en las cuales el acceso al poder se considera, al mismo tiempo, el acceso a una vida de privilegios y excesos.

Y es que si algo agravia a los ciudadanos, en época de crisis, es que nuestros funcionarios no renuncien a un ápice de sus comodidades e incluso, lejos de tal posibilidad, encuentren “ingeniosas” formas de mantener el gasto orientado a pagar los elementos accesorios de su actividad.

Con todo, algunas entidades del poder público en México han reaccionado frente al descontento público generado por el alud de incrementos que se espera, a propósito del alza en el precio de las gasolinas, y han anunciado “planes de austeridad” que buscan presentar, a quienes las dirigen, como individuos “solidarios” con la población.

El Gobierno –se espera que leamos entre líneas en los comunicados con los cuales se anuncian las medidas– “también se apretará el cinturón” y va a gastar menos en lo accesorio y más en lo fundamental.

No está mal, desde luego, que el sector público ajuste su gasto, si bien no se espera que ahorre el dinero que tiene a su disposición, sino que lo invierta en su totalidad, entendida la inversión como un concepto opuesto al de gasto porque persigue objetivos disímbolos.

Es reprochable, sin embargo, que quienes pueblan la nómina del sector público sólo piensen en la necesidad de ser austeros cuando la crisis asoma por la ventana y ésta provoca el descontento popular que hoy vemos en las calles de nuestras ciudades, pero olviden la máxima juarista de la honrada medianía el resto del tiempo.

Es reprochable, por otra parte, que nuestros políticos esperen que los ciudadanos aplaudamos de pie sólo porque han realizado algunos anuncios de recorte del gasto público.

Y es que además de ser “austeros” –lo cual no significa gastar menos, sino fundamentalmente gastar mejor– lo que esperamos de nuestros gobernantes es que sean eficaces y, sobre todo, eficientes.

Porque de nada nos van a servir los anuncios de austeridad si, al final del año, nuestros políticos se van a escudar en este hecho para justificar que no hicieron su trabajo o que lo hicieron a medias. Por eso, hay que decirle sí a la austeridad, pero sólo si viene aparejada de resultados.