Gabriel Pereyra y la justicia histórica
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Gabriel Pereyra y la justicia histórica
Fue Antonio Gramsci quien analizó el poder simbólico que representan los nombres de las calles, plazas y la nomenclatura en general. Son la esencia reivindicadora de triunfos ideológicos, epopeyas gloriosas o celebraciones fundacionales. Representan conquistas y triunfos de movimientos sociales o golpistas, a personas homenajeadas por sus grandes logros y otros no tanto, pues hay nombres y monumentos que no deberían estar para la posteridad y en otros casos deberían estar por grandes méritos, pero han sido marginados por la inquina oficial.
Y no siempre el reconocimiento póstumo es perenne. Asimismo, tampoco el olvido y la marginación de la historia por la mezquindad de grupos de poder. Hay quienes la posteridad de sus nombres han sido acotadas por mero revisionismo o por una ley de memoria histórica, como acaba de suceder en España con el dictador Francisco Franco, cuyos restos fueron removidos del mausoleo que con presos políticos se mandó construir.
Aquí en México no hay ley de justicia histórica que regule tanto abuso, pero hay casos en que el pueblo ha cancelado homenajes inmerecidos. Así fue derribada por los estudiantes la estatua de Miguel Alemán en la UNAM. La estatua ecuestre de José López Portillo en Nuevo León fue arrumbada y vendida como chatarra. Las grandes placas de bronce con el nombre de Gustavo Díaz Ordaz fueron removidas del Metro de la CDMX y, asimismo, la estatua de Vicente Fox fue derribada y arrastrada por un malecón de Veracruz. Justicia popular.
De existir una ley de justicia histórica se podría regular el abuso en los homenajes. Por ejemplo, no permitir que los reconocimientos sean promovidos por los propios homenajeados o por sus corifeos.
Aquí en nuestra entidad se ha abusado del bronce, la efigie y la nomenclatura. Asimismo, hay omisiones que resultan una afrenta y que merecen ser reivindicadas.
Horacio Flores de la Peña fue un economista, un saltillense que representó una corriente del pensamiento económico. Fue secretario de Estado, diplomático, maestro reconocido en la UNAM y estuvo sentado en la riqueza nacional al presidir los consejos de administración de todas las paraestatales. Y, sin embargo, nunca acumuló riqueza alguna. Aquí se le ignora y margina.
En cambio tenemos muchos reconocimientos ofensivos que insultan a los coahuilenses. Ahí está el nombre en bronce del exrector de la UAdeC Mario Ochoa Rivera junto al del exgobernador Jorge Torres López en el campus Arteaga de la Universidad. Ochoa fue dado de baja en la carrera de Economía de la propia UAdeC; “por haber excedido la reprobación de materias”. Asimismo, en museo de Palacio se exhibe en una vitrina blindada la corbata roja que usó don Jorge cuando protestó como gobernador sustituto.
En su tiempo defendimos la libertad artística del artista que pintó los murales de Carranza en el Palacio de Coss. Hoy vemos que fue un error que plasmara para la posteridad al burócrata Gabriel Pereyra. Pero la culpa es de Eliseo Mendoza Berrueto, por creer que Pereyra es la manifestación terrena de esa fuerza universal que Thomas Carlyle identifica con Dios. Y ahí sigue el oaxaqueño Pereyra. A ver si lo borran.
¿Y Horacio Flores de la Peña seguirá siendo ignorado?