Fuimos ayer a visitar a San Francisco

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Fuimos ayer a visitar a San Francisco

Fuimos ayer a visitar a San Francisco.

El día amaneció soleado. El templo del Poverello en mi ciudad, Saltillo, estaba abarrotado con devotos de toda edad y condición. La compañera de mi vida y yo tenemos herencia franciscana, por su madre ella, por mi abuela yo. Las dos santas señoras estaban con nosotros cuando llegamos a saludar al santo.

Le cantamos las Mañanitas. El sacerdote que nos guió debería dedicarse a la ópera —claro, sin dejar su ministerio—, así de recia, clara y bien entonada era su voz. Al terminar el canto la mitad de los aplausos fueron para Panchito y la otra mitad para él.

Cuando salimos soplaba un vientecillo frío y el sol se había ocultado entre las nubes. En mi ciudad no falla nunca el cordonazo de San Francisco. Llega con la puntualidad de un tren inglés. El de ayer fue benévolo, sin los rigores gélidos de antaño, pero aun así llegó para decirnos: “Aquí estoy”.

Bienvenido sea este temprano aviso del invierno, pues el invierno es a su vez el anuncio de la primavera. Otros días de San Panchito habrá. Otras voces le cantarán sus Mañanitas. Y todos estaremos juntos en el recuerdo, y unidos en la paz y el bien.

¡Hasta mañana!...