Usted está aquí
¿Fue un error votar por López Obrador?
Hace un par de años, en una larga sobremesa entre periodistas, pregunté a un colega al que respeto y aprecio qué se necesitaría para que aceptara que votar por Andrés Manuel López Obrador había sido un error. La pregunta no surgió de la nada. Ya entonces había indicios de la voluntad de desmantelamiento sistemático de las entidades autónomas de México, hecho que se ha convertido, por desgracia, en la firma de la presidencia lopezobradorista.
Me respondió con cuidado. Aceptaría su error cuando fuera evidente el asalto a los contrapesos y las instituciones democráticas. Y luego agregó un matiz relevante. En cualquier caso, sería difícil responder mi pregunta a cabalidad porque había que tomar en cuenta las otras opciones en la boleta. En otras palabras: más allá de los resultados del lopezobradorismo en el poder, era complicado no favorecer a López Obrador si las alternativas eran Ricardo Anaya o José Antonio Meade.
Su respuesta me pareció razonable. Aun ahora es entendible que, enfrentada con las opciones en la boleta del 2018 y dados los antecedentes amargos (y peor) del PAN y el PRI en el gobierno, una mayoría de votantes respaldara a López Obrador.
Los últimos días, sin embargo, obligan a revisar la primera parte de la respuesta de mi colega. Después de lo que ha ocurrido con el INE y, a finales de la semana pasada, con la Suprema Corte, ¿se ha cumplido la condición para que mi colega reconozca que se equivocó al votar por López Obrador? El ataque abierto contra la autoridad electoral y la ampliación del periodo del ministro presidente de la Corte ¿son muestras suficientes del desmantelamiento de las instituciones democráticas del país y los contrapesos al poder Ejecutivo? Y si no es así, ¿qué hace falta?
Nunca me ha parecido productivo echar en cara el voto a nadie, pero México ha llegado a una encrucijada que obliga a una reflexión impostergable. Aunque el presidente López Obrador y muchos de quienes le rodean traten de justificar lo que hemos visto, la evidencia está clara y el rumbo todavía más. El Instituto Nacional Electoral jamás había sido objeto de una campaña pública de descrédito virulento y constante desde las más altas esferas del poder. El presidente ha amenazado con derribar el INE, al que ha calificado de antidemócrata, erosionando la confianza en la autoridad electoral (en los sondeos, el INE aún mantiene su prestigio, pero la andanada lopezobradorista logrará su cometido más temprano que tarde). A las cosas por su nombre: lo que vemos es un asalto sin precedentes contra la democracia mexicana.
Habrá, por supuesto, quien respalde a López Obrador en su voluntad dinamitera. Hay voces que insisten en interpretar el resultado electoral de 2018 como un cheque en blanco para el desmantelamiento institucional de México. Es una falacia. El electorado mexicano que votó por López Obrador no aprobó en las urnas la toma del Poder Judicial, el amedrentamiento de la prensa crítica ni mucho menos el asalto a los órganos autónomos y la autoridad electoral. Es el presidente quien ha optado por torcer el mandato de los votantes.
Pero los votantes no están exentos de responsabilidad. Quizá no en el ejercicio estéril de reconsiderar su voto de hace un par de años, pero sí ante la oportunidad de reconocer que el hombre al que apoyaron no es lo que pensaban ni ha gobernado como pensaban. Sería bueno que esas voces autocríticas vieran de frente el riesgo que enfrenta la democracia mexicana. La pregunta para ellos permanece: ¿fue un error votar por López Obrador? Si permanecen callados, la historia se los reclamará.