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Fresca y eléctrica
1
En estos días me tranquiliza el sonido de la lluvia sobre la ciudad. En la ventana de la habitación se despliega uno de los perfiles de la sierra. Está coronada de nubes que, con su alba presencia, me dicen que las esferas de agua suspendidas en grupos, son pequeñas y por ello pueden reflejar todos los colores. Así, lo que mis ojos contemplan, son nubes de colores.
2
En el horizonte, las nubes grises hablan de la densidad y calibre de sus gotas. El tamaño de ellas es tal, que dejan caer sus corpulentas esferas sobre esta tierra. ¡Ventura!
3
Las nubes descargan su colaboración. Se anega la ciudad. Los jardines ríen desde el amanecer hasta que el sol se ausenta. Crecen y duermen en paz.
4
Las flores continúan en su abrir más fácilmente. Los frutos penden dulcemente de las ramas. Bebo agua de lluvia resguardada en una de las hojas del aguacate. Es fresca y eléctrica.
5
Las compañías que venden aire acondicionado sufren, igual la comisión de electricidad. Este viento fresco es gratuito. Todo es abrir las ventanas. Todo es ir a campo abierto. Todo es aspirar los aromas y lo que limpia con su líquido reino. Todo es mirar cómo los colores son nuevos a causa de esta limpieza celeste.
6
¿Podremos comprender que todos los frutos de la tierra están a nuestro alcance, y que la única moneda de cambio es el esfuerzo que significa conocer los relojes de la naturaleza para contribuir, desde el conocimiento, en su crecimiento?
7
La piel se humedece con el viento. Ese es el regalo de estos días. Así, los vendedores de melones y sandías que florecieron en el corazón del desierto, pueden abordar a los automovilistas en los camellones sin el ardor del sol.
8
Paraísos móviles. Esas otras mullidas almohadas donde la fuerza ordenadora se tiende a contemplar su obra, para ver con sus ojos [que observan abajo, arriba, y en toda dirección, incluso adentro de su adentro] más allá de nuestros limitados ojos, a lo que nosotros los humanos llamamos espacio profundo.