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Francisco Cano Lorenza: El fotógrafo que retrató a Manolete y Ava Gardner
MADRID.- El decano de los fotógrafos taurinos españoles, Francisco Cano Lorenza, “Canito”, de 103 años, falleció el pasado miércoles a causa de un infarto cerebral. “Canito” se encontraba internado desde hace varias semanas, aquejado de una neumonía.
Siempre estuvo acompañado por sus hijos, Vicente, Paco y Remedios, además de las dos hijas que tuvo en su segundo matrimonio, Isabel y Amparo. Con ellas vivía desde el fallecimiento de su segunda esposa.
“Canito” recibió en 2014 el premio Nacional de Tauromaquia, tras 70 años en activo, en los que retrató a las figuras del mundo taurino, desde espectadoras como la actriz Ava Gadner a figuras como Manolete.
Con su muerte desaparece un personaje fundamental en la historia de la tauromaquia desde la Guerra Civil hasta la actualidad, pues hasta hace pocos meses era habitual verlo en las puertas de cuadrillas y callejones de las ferias españolas.
Sus cámaras captaron momentos trascendentales de la fiesta de los toros —el más importante, la herida mortal que sufrió Manolete en Linares—, y retratos de las personalidades relevantes del cine.
Por ello, acertó el jurado que le concedió el premio Nacional de Tauromaquia al considerar que era “una antología gráfica de todos los hitos y manifestaciones de la Fiesta, y una fuente documental e histórica indispensable para cuantos quieran estudiar los valores culturales y humanos que integran el patrimonio del arte del toreo”.
“Canito”, un hombre pegado las 24 horas a una cámara, no triunfó vestido de luces, como hubiera sido su deseo, pero lo hizo al lado de los más grandes —siempre con su gorrilla blanca, su baja estatura, como señales de identidad—, testigo privilegiado y creador de imágenes que conforman la historia de los toros desde los años cuarenta.
El pasado 18 de diciembre cumplió 103 años. Ya no se le veía en las tardes de toros, pero su obra es un impresionante y, dicen, desordenado archivo, una enciclopedia viviente que refleja no solo el devenir de la fiesta de los toros, sino lo más granado de la vida social.
Fue fotógrafo de cabecera, confidente y amigo de las más sobresalientes figuras del toreo de los años cuarenta en adelante, pudo presumir de tener a Ava Gadner entre sus brazos, de llorar a Manolete más que a su propio padre, según su propia confesión, y de emborracharse con el Nobel Hemingway en las fiestas de San Fermín.
Maestro y boxeador
Nació Francisco Cano en Alicante en 1912. Fue profesor de natación. Probó fortuna, después, como boxeador en el peso mosca, y, más tarde, como torero, que era —así lo ha reconocido— su verdadera vocación. Toreó varios años sin caballos y debutó con picadores en 1941, en la plaza de Puertollano.
Su amigo Gonzalo Guerra Banderas, lo ayudó durante la Guerra Civil escondiéndolo en su casa de Madrid, fue el que lo introdujo en la fotografía cuando “Canito” se convenció de con sus condiciones de torero no alcanzaría el estrellato.
Una Brownie y una Leica fueron sus primeras máquinas, y con ellas se estrenó junto a los toreros más conocidos de la posguerra, como Pepe Luis Vázquez, Domingo Ortega y Luis Miguel Dominguín. Colaboró con publicaciones taurinas más importantes de la época, pero “Canito” presumió siempre de ser un freelance, amante de la la libertad profesional.
“Canito” ha sido un artista, un profesional, un maestro al que, cumplido ya el centenar de años, se le hizo cumplida justicia con el premio Nacional de Tauromaquia.
Fama e historia
Luego de captar la muerte de Manolete, le vendrían sus escarceos profesionales con actrices de la talla de Sofía Loren y Ava Gadner, y sus amistosas relaciones con personajes de la época como Orson Welles, Gina Lollobrigida, Charlton Heston, Gary Cooper, Debora Kerr, Bing Crosby, Cantinflas, Grace Kelly, Raniero de Mónaco, Ortega y Gasset, José María Cossío o el propio Francisco Franco, al que retrató en varias cacerías junto a Luis Miguel Dominguín.
Pero lo que, de verdad, vino después fue su constante presencia en las ferias más importantes de España y América año tras año. Su gorrilla blanca y su cámara al hombro fueron el santo y seña de una larguísima etapa del toreo.
En sus miles y miles de negativos está reflejada la historia de la fiesta de los toros de los últimos setenta años; la suerte, la gloria, el fracaso y la vida, a fin de cuentas, de figuras grandes y de otras muchas que nunca llegaron a serlo.
Fama:
- Le llegó de manera casual cuando en agosto de 1947 se presentó en Linares.
- Ahí lo había citado Luis Miguel Dominguín para saldar un reportaje pendiente.
- En aquella plaza se encontró con Islero, el toro de Miura, y Manolete, la dramática cogida, la agonía y la muerte del torero más importante de aquellos años.
- Las fotos de “Canito” al momento de la cornada y del cuerpo amortajado del diestro cordobés dieron la vuelta al mundo y le granjearon popularidad y prestigio.