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Fracasada militarización del país
El oficio 91636, fechado el 8 de octubre pasado, no deja lugar a dudas. Lo firma el General Secretario de la Defensa Nacional, Luis Cresencio Sandoval González, “PARA LA ATENCIÓN DEL C. ALMIRANTE JOSÉ RAFAEL OJEDA DURÁN, SECRETARIO de MARINA”. Sus dos primeros párrafos bastan para comprender con claridad la instrucción, cito:
“Distinguido Secretario: En relación con la instrucción del C. Presidente de los Estados Unidos Mexicanos y Comandante Supremo de las Fuerzas Armadas, en el sentido de que la Secretaría de la Defensa Nacional ejerza control operativo de la Guardia Nacional, adjunto a la presente, remito a usted un cuadernillo que contiene la presentación que se expuso al titular del Ejecutivo Federal el pasado 6 de octubre de 2020 en el seno de la reunión del Gabinete de Seguridad.
“En dicha sesión el Presidente de la República autorizó la totalidad de las propuestas para el control operativo de la Guardia Nacional, incluidas en dicho cuadernillo, entre las cuales destacan:...”
La intención y la instrucción son claras y precisas, el resto del oficio lo es aún más. No hay mucho que discutir. No hay peor ciego que el que no quiere ver. Vamos a los comentarios.
La instrucción militariza el reclutamiento, la formación y la operación de la Guardia Nacional. El asunto es que tanto el Presidente, como su Partido y los legisladores morenistas, ofrecieron y se comprometieron, antes y después de las elecciones del 2018, no militarizar la seguridad pública. Todos mintieron.
Tanto la Constitución, como el complejo conjunto de leyes en la materia prohíben militarizar la seguridad pública. Ése es el marco legal que los gobernantes juran cumplir y hacer cumplir. En los hechos, Calderón y Peña Nieto permitieron la militarización y la clase política lo toleró, con excepción de AMLO. Fox y Zedillo disfrazaron la militarización transfiriendo personal castrense a la Policía Federal. Hoy, López Obrador va más allá, militariza en los hechos, en los dichos y por oficio. El engaño es claro, el atropello de la ley, evidente.
Más allá del engaño y del atropello a la ley, preguntémonos si la medida ha sido eficaz. Cosa de ver las cifras, lejos de mejorar, vamos de mal en peor. Cada presidente le ha abonado más al problema, cada presidente se descara más. Mientras tanto, comprobamos que a mayor militarización de la seguridad pública, mayor es el fracaso del combate al crimen.
La detención del Ex Secretario de la Defensa Nacional, general Salvador Cienfuegos, bajo cuyas órdenes trabajó en la Cuarta Región Militar, el actual titular de Sedena, una vez más, coloca el tema en la palestra. No pretendo clasificar a los militares como buenos o malos. Ellos operan inmersos en un sistema de seguridad y justicia penal que no sirve para nada, que es la causa eficiente de una impunidad que alcanza al 99% de los casos. Igual que todos, los militares son seres humanos de carne y hueso. Ni más, ni menos.
Termino con una anécdota. El 22 de marzo de 2011 los diputados de la bancada panista nos reunimos para preparar la sesión cameral ordinaria de ese martes. El viernes inmediato anterior se había aparecido el diablo en Allende, Coahuila. La masacre alcanzó proporciones históricas. En ese momento sabíamos poco de la magnitud y alcance de los hechos, nadie quería comentar el asunto. Era un secreto a voces.
Sabíamos que había ocurrido algo muy grave y como legislador del norte de Coahuila no podía callar. Pedí la palabra y comenté el caso. Hice notar el silencio del ejército, a pesar de que tenía y tiene un puesto de control en Allende, en la garita aduanal. Con Allende en llamas, no hicieron nada, nadie hizo nada. Gobernaba Calderón, el PAN era el partido en el poder. No era “correcto” hablar mal de las fuerzas armadas.
“Si no son bomberos” dijo una compañera, avalada por las risas de lo que parecía una mayoría. Tuve muy poco apoyo para tratar el tema como urgente en tribuna. Manuel Clouthier, hijo del Maquío, todavía en el PAN, fue uno de los pocos que me apoyó: “Si no mean agua bendita los cabrones, son iguales que todos, ya dejemos de endiosarlos”. Ahí quedó el asunto, busqué apoyo y respuestas, me fueron negados. Con el tiempo salió a la luz el tamaño del horror que nadie quiso ver en su momento.
REGRESANDO A LAS FUENTES
Jesús Ramírez Rangel