Festival de la Paella, entre ollas, olores y amigos
Eran las doce del mediodía, los más de ochenta participantes del Festival de la Paella se colocaron uno por uno en sus stands con enormes ollas en las que además de contener distintas variedades de mariscos y carnes, iban llenas de dedicación, amor y nostalgia, algunos emulando la receta de la abuela y otros los sabores con los que crecieron durante su infancia.
En cuestión de minutos, la Hacienda el Mimbre se llenó de los aromas que desprendía el azafrán en contacto con el calor, de los mariscos que se sazonaban de manera natural con la esencia de los condimentos y del arroz. En los stands se observaba a los participantes velando de manera fiel y cuidadosa el cocimiento de su paella, con el sudor en la frente provocado por los vapores que desprendía las grandes cacerolas, las mangas de las camisas hasta los codos, y claro, portando cada quien los mandiles que los distinguía de los demás competidores.
PROPUESTAS Y DECORACIÓN
Por su parte los asistentes observaban una a una las diferentes propuestas de recetas que ahí se ofrecían, admirando desde la decoración hasta el tamaño de una que otra langosta que yacía al interior de las ollas, abriendo su apetito y causando la desesperación por que llegara la hora de por fin degustar cada una de las recetas sin importar si era gourmet o valenciana, tradicional o con sabores innovadores.
El tiempo se acabó, las cucharas debían parar, el fuego de las parrillas tenían que apagarse, y al micrófono se escuchó el primer llamado que convocaba a los cocineros a llevar una porción de sus recetas al jurado compuesto por más de un decena de jueces que probarían los 90 platillos.
Los minutos transcurrieron, a las afueras del espacio en el que se encontraban los expertos en el tema culinario, desfilaban los cocineros que llenos de entusiasmo e incertidumbre dejaron su mejor receta de paella, con la fe de que los hiciera acreedores del primer lugar de cualquier de las ocho categorías del concurso.
De un segundo a otro, aquel sol que calentó las carpas y lonas del sitio por un par de horas, desapareció al ser escondido por grandes nubes grises que fueron cubriendo poco a poco el cielo que se apreciaba a espaldas de la Sierra de Zapaliname. Un pequeño “chipi, chipi” alertó a los asistentes del festival quienes caminaron rápidamente a resguardarse en el enorme espacio, dispuesto para que los comensales disfrutaran de una deliciosa paella. Otros simplemente se dejaron cautivar por las pequeñas gotas mientras caminaban de un extremo a otro en busca de la mejor propuesta.
Pero Tlaloc, el dios de la lluvia, tenía preparada un sorpresivo aguacero que terminaría por encender el ánimo de todos los visitantes del festival, corriendo para resguardarse debajo de las lonas, techos y lugares cerrados más cercanos.
Festejan la caída del agua
El eco ensordecedor de la lluvia, no apago los gritos de emoción y las risas de quienes eran tocados por el agua que los fríos vientos dirigían hasta a los lugares más escondidos.
Pero no todos se escondieron de los designios del dios prehispánico, puesto que a lo lejos se dejaron observar algunos cocineros con cuchara en mano en medio de la lluvia festejando y dándole la bienvenida a la lluvia en la espera de que sus gotas bendijeran el día llenándolos de una suerte divina que los ayudara a ganar.
En el lado de los cocineros las paellas lucían tapadas con aluminio, telas o cualquier artefacto que lograr protegerla de la lluvia en espera de que algún valiente comensal, cruzara la corriente de agua para probar alguna de sus recetas.
LA LLUVIA NO APAGÓ A LOS ASISTENTES
Pero ni la lluvia ni el granizo que cayó en la hacienda, apagaron el espíritu de servicio de los concursantes que en aras de que los visitantes probaran su receta de manera espontánea los cocineros cruzaron el torrencial aguacero para llevar hasta sus mesas sus recetas de paella, acto que el público agradeció con aplausos y gritos de emoción.
Tras largos minutos de espera, el agua se detuvo provocando el alivio de la multitud, que de manera inmediata se dispuso a recorrer los stands y degustar de los platillos de paella en donde los cocineros los esperaban con gusto y hospitalidad quienes no permitían que ningún visitante se retirara de su espacio sin antes haber probado un bocado de su platillo.
Se llegó la hora de la premiación, las porras y la tensión no se hicieron esperar a la expectativa de escuchar su nombre en cualquier de las ocho categorías, y una más otorgada por VANGUARDIA a la Paella Preferida por los comensales, cuyo primer lugar se le llevo el equipo de los compaelleros.
Escudería
Primer lugar: Casa Alameda
Segundo lugar: DIF Saltillo
Tercer lugar: Buen día
Decoración
Primer lugar: CANIRAC Zacatecas
Segundo lugar: Hotel Camino Real
Tercer lugar: Instituto de Gastronomía
Profesional gourmet
Primer lugar: La Ostia
Segundo lugar: La Camila
Tercer lugar: La Mulata
Amateur Valenciana
Primer lugar: Chef Universidad
Segundo lugar: DIF Saltillo
Tercer lugar: Somos seis más uno
Profesional valenciana
Primer lugar: La Mariposa Grill
Segundo lugar: Amigos de los jueves
Tercer lugar: CANIRAC Torreón
Amateur gourmet
Primer lugar:
El Buen Sazón
Segundo lugar:
Pa’ellas
Tercer lugar: Familia López Atilano
El equipo más entusiasta
Trogloditas
Mejor proceso de elaboración
Hotel Marriot
Excelencia
CANIRAC Zacatecas
Paella favorita del público
(VANGUARDIA)
Primer lugar: Compaelleros
Segundo lugar: Cofradía de Tlaxcala
Tercer lugar: Mineroz