Feria de adjetivos recíprocos

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Feria de adjetivos recíprocos

No pocos se han equivocado de siglo.

Siguen hablando con lenguaje de geometría obsoleta y trasnochada, tomada de ocupación de lugares en salas parlamentaria del pasado: los de la izquierda y los de la derecha.

Lo mismo pasa con las clasificaciones generadoras de clasismos: los de la clase alta, los de la clase media, los de la clase baja.

Y ahora hay el riesgo de segmentar las actitudes haciendo grupos o estratos: la ambición, el egoísmo, el altruismo cuando las líneas divisorias de estas actitudes no pasan entre los grupos o las clases sino por el centro del corazón humano, en cualquier grupo o en cualquier clase.

Se puede rebasar por la izquierda o por la derecha en el estropajo de las propuestas y de las opiniones. Puede haber altura en los que se colocan abajo y bajeza en los que se encumbran. Y nadie queda atrapado en el sándwich en medio, sin el subibaja de la movilidad de oportunidades y derrumbes que acontecen en la libertad.

El complejo de etiquetería lleva a meter a todos los distintos -fruncidos- en frascos mentales para sentir que quedan paralizados, nombrados y entendidos. Por eso vivimos una feria de adjetivos recíprocos casi siempre denigrantes. Se cree que un adversario queda vencido cuando se le inventa un denuesto para nombrarlo”. Por un perro que maté me pusieron mataperros” decían en el rancho.

La inmadurez relacional y la ineptitud improvisadora generan conflictos inútiles y causan sufrimientos evitables. La falta de formación humana hace que lo que circule diariamente no sean las actitudes de altruismo sino de egoísmo en todos los niveles. Las virtudes cívicas se devalúan y se subrayan las decadencias y las torpezas contagiosas. La indumentaria psíquica en los medios de comunicación y política exhibe harapos y olvida la elegancia de la magnanimidad.

Una convivencia sin geometrías obsoletas, sin clasificaciones deshumanizantes y con excelencia de actitudes ha de ser una utopía, un ideal, un horizonte quizá inalcanzable pero siempre motivante en este breve peregrinar.

PSICOANÁLISIS DE LA MENTIRA

“Omnis homo mendax”. Todo hombre miente. Cada uno ha de descubrir su zona errónea. Se miente a sí mismo quien no la descubre.

El riesgo de la auto idolatría emerge cuando la mentira se miente a sí misma, sin reconocer su límite y su imperfección.

Se lanzan muchas piedras al vecino desde el propio techo de cristal. Y se señalan pajas en ojo ajeno sin quitar viga en el propio.

Y puede mentirse con mentira oficiosa o perniciosa. La primera busca el propio bien y la segunda busca el mal ajeno quitando fama (difamación) o inventando faltas (calumnia).

No es lo mismo falsedad que mentira. Sin mentir se puede dar un dato falso por falta de información suficiente. La mendacidad tiene siempre el ingrediente de intención pésima.

Si la verdad nos hace libres, nadie ha de sentirse agraviado si se ejerce el derecho recíproco de corregir, con sano espíritu crítico.

Y con la regla de que el que algo afirma lo tiene que probar. “Si digo que la burra es parda es porque tengo los pelos en la mano”, decían en el rancho”…