Feminismo de Facebook (reloaded)

Usted está aquí

Feminismo de Facebook (reloaded)

El mundo necesita más feministas. Pero necesita más feministas con entendimiento del significado del término, pues tenemos ya demasiadas –y demasiados– integrantes del contingente de la superficialidad para quienes el feminismo se reduce a publicar post de ocasión en redes sociales.

Preciso: cuando planteo la necesidad de más feministas no me estoy refiriendo sólo a las mujeres. Necesitamos más hombres y más mujeres decididamente feministas cuyas preocupaciones orbiten alrededor del tema fundamental del feminismo: la igualdad entre los seres humanos.

Hago el comentario, desde luego, a propósito de la conmemoración –no celebración, como se ha dicho hasta la saciedad– del Día Internacional de la Mujer, a la cual asistimos todos el jueves pasado.

Como puede constatar cualquiera, la fecha sirvió para publicar y compartir, a través de redes sociales, miles de frases motivacionales, memes, videos o pensamientos de solidaridad, apoyo y respaldo a las mujeres “por su día”. Pero sobre todo, millones de felicitaciones.

El el mundo real, no pocos encontraron propicia la ocasión para regalarles flores, para abrazarles festivamente y para expresarles, de paso, algún pensamiento galante. Casi nadie se tomó la molestia de preguntarse la razón por la cual la Organización de las Naciones Unidas le planteó al mundo la idea, hace ya más de cuatro décadas, de dedicar un día del año –el 8 de marzo– a las mujeres.

Algunos individuos, quienes seguramente se catalogan a sí mismos de agudos, no dudaron en preguntar: “¿alguien sabe si existe un ‘Día del Hombre’?”. Por cierto, lo hay, pero formular la pregunta sólo retrata a quien la hace como miembro del contingente para quienes la realidad actual no presenta dicotomías cuya corrección es necesaria, urgente.

Así, entre la frivolidad de las redes sociales y la banalidad cotidiana del mundo real, dejamos pasar un día planteado para convocarnos a la reflexión y para reconocer las desigualdades de género a las cuales debemos prestar atención con la intención de reducirlas y desaparecerlas.

Con ello, la intención de generar conciencia –entre hombres y mujeres– respecto de la poco alentadora realidad de desigualdad en la cual vivimos, se desvanece y todo mundo vuelve, tan pronto como las campanadas del reloj anuncian la conclusión de la jornada, a recrear las conductas indeseables respecto de las cuales, en teoría, debimos quedar alertados en el Día Internacional de la Mujer.

Y, salvo algunos chispazos por aquí y por allá, así seguiremos hasta el próximo 8 de marzo, cuando todos nos convertiremos en fervorosos feministas por unas horas, porque el mundo de hoy se trata de eso y nada más: de capturar likes en Facebook, generar favs en twitter y coleccionar corazones en instagram.

No voy aquí a reproducir las estadísticas de la desigualdad. Mejor invito a quienes requieran evidencia para asumir la realidad, a consultar los múltiples sitios en los cuales puede accederse a los datos duros cuya contundencia es irrebatible: el mundo de nuestros días es, desde hace mucho tiempo, violentamente desigual y las mujeres han pagado históricamente la mayor parte de ese costo.

El punto es, ¿cómo revertimos esta realidad? ¿Cómo incidimos en la transformación de los patrones culturales en los cuales descansan la discriminación y la desigualdad? ¿Cómo cobramos conciencia de la enorme carga de violencia representada en las conductas normalizadas por hombres y mujeres a lo largo de nuestra historia?

Personalmente me remito a la frase inicial de la presente colaboración: necesitamos más feministas.

Pero insistiría ruidosamente en la segunda parte de la afirmación: el feminismo no es un asunto exclusivo de las mujeres, sino también un reto importante para los hombres. El mundo requiere más hombres feministas, pues nosotros tenemos fuertes palancas para incidir en la conducta de nuestro género.

La clave de la solución no está, desde luego, sólo en manos de los hombres. El machismo no se ha extendido y consolidado como norma de conducta social –aceptada y aceptable– sólo porque los hombres se lo hayamos impuesto por la fuerza a la otra mitad del mundo.

Sin embargo, tal como ocurre con otros fenómenos sociales, quienes más se  benefician del dogma, mayores capacidades poseen para desmontarlo y contribuir a derribarlo con rapidez.

Unas y otros pues, debemos cooperar, colaborar para construir un mundo de iguales. Pero para eso, creo, es indispensable alejarnos de la superficialidad con la cual acudimos al tema: los unos intentando negar la existencia de un problema, o tratando de minimizar su importancia; las otras conformándose con dividir a la sociedad en víctimas y victimarios.
Necesitamos más feminismo en el mundo real y menos feminismo en Facebook.

@sibaja3
carredondo@vanguardia.com.mx