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¡Feliz 2017!

ESTIMADOS LECTORES:
 Hoy, este último día del año, en el que por lo general hacemos un balance de lo ocurrido, tanto lo bueno como lo malo, lo que hicimos y lo que dejamos de hacer, recordamos a los que estuvieron y que ahora no están; es momento también de echar un vistazo a los valores que hemos puesto en práctica y los que también enseñamos a nuestros hijos.

 Me gustó esta reflexión que compartí con ustedes hace algunos años, justo en el día en el que también reflexionamos sobre nuestras acciones, actitudes y comportamientos tanto con nosotros mismos, como con los que nos rodean. 

La caridad, el ser solidarios con nuestro prójimo, ser empáticos y sobre todo entregados incondicionalmente deberían de ser parte de nuestros propósitos para este año que está por comenzar.

 Les dejo un abrazo con mucho afecto y nuevamente agradezco el permanecer conmigo a lo largo del 2016. Que el 2017 venga cargado de mucha energía, cosas positivas y muchas bendiciones para ustedes y sus familias. 

ANA

 “Un día, un muchacho pobre que vendía mercancías de puerta en puerta para pagar sus estudios, encontró que sólo le quedaba una simple moneda de diez centavos y tenía hambre. Decidió que pediría comida en la próxima casa.

 Sin embargo, sus nervios lo traicionaron cuando una encantadora mujer joven le abrió la puerta. En lugar de comida pidió un vaso de agua.

Ella pensó que el joven parecía hambriento, así que le trajo un gran vaso de leche. Él lo bebió despacio, y entonces le preguntó: “¿Cuánto le debo?”. “No me debes nada” contestó ella. “Mi madre siempre nos ha enseñado a nunca aceptar pago por una caridad”.

 El dijo: “entonces, te lo agradezco de todo corazón”.

 Cuando Howard Kelly se fue de la casa, no sólo se sintió físicamente más fuerte, sino que también su fe en Dios y en los hombres era más fuerte. Él había estado listo para rendirse y dejarlo todo.

 Años después, esa joven mujer enfermó gravemente. Los doctores locales estaban confundidos. Finalmente la enviaron a la gran ciudad, donde llamaron a especialistas para estudiar su rara enfermedad.

 Se llamó al Dr. Howard Kelly para consultarle. Cuando oyó el nombre del pueblo de donde ella vino, una extraña luz lleno sus ojos. Inmediatamente subió del vestíbulo del hospital a su cuarto. Vestido con su bata de doctor entró a verla. La reconoció enseguida. Regresó al cuarto de observación determinado a hacer lo mejor para salvar su vida. Desde ese día prestó atención especial al caso. Después de una larga lucha, ganó la batalla. 

El Dr. Kelly pidió a la oficina de administración del hospital que le enviaran la factura total de los gastos para aprobarla.

 Él la revisó y entonces escribió algo en el borde y le envió la factura al cuarto de la paciente. Ella temía abrirla, porque sabía que le tomaría el resto de su vida para pagar todos los gastos.

Finalmente la abrió, y algo llamó su atención en el borde de la factura. Leyó estas palabras: “Pagado por completo hace muchos años con un vaso de leche – (firmado)

Dr. Howard Kelly”.

 Lágrimas de alegría inundaron sus ojos y su feliz corazón oró así: “Gracias, Dios porque tu amor se ha manifestado en las manos y los corazones humanos”.