‘Felipes’ y con tenis

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‘Felipes’ y con tenis

Contrario a todo lo que hubiésemos podido anticipar, vivimos algunos de los días más felices que ha tenido México en mucho tiempo.

No estoy diciendo que nos embargue una dicha plena, ni sé cuánto nos dure el gusto. Quizás mientras esto escribo se está gestando la siguiente catástrofe. Sólo quiero hacer notar que, en lo general, transcurrida una jornada electoral no perfecta pero sí lo suficientemente funcional como para considerarla aceptable, mucho parece haberse aliviado esa presión social con la que ya nos estábamos acostumbrando a vivir.

Los resultados fueron además los esperados: Hay ajustes en la repartición del Poder, pero nada que signifique un dramático viraje en la hegemonía política que, por deseable que sea para muchos, representaría un nuevo y doloroso proceso.

Por supuesto, por cada ganador hay una estela de derrotados. Pero no le vamos a estar  guardando luto a cada malograda candidatura. Que le llore aquel que le haya apostado más de lo debido a una postulación, propia o ajena.

Creo que hasta Andrés Manuel, ese señor que trabaja de rey chiquito en un palacio enorme, está medianamente satisfecho con lo que obtuvo. Claro, él qué más hubiese querido que hacerse nuevamente con todas las canicas, con todas las gemas del infinito, repitiendo la avasalladora votación que obtuvo en los comicios presidenciales.

Pero algo me dice que, luego de medir el costo que en lo electoral tendría el desgaste diario al que somete absurdamente su imagen y sus activos políticos, se da por bien servido con haber conservado una mayoría simple en la Cámara de Diputados, además de que las 11 gubernaturas ganadas, de las 15 que estaban en disputa -incluyendo la de su compadrísimo, el presunto violador Salgado Macerdonio- rebosan su copa.

Quiero decir que le salió barato, gracias a que muy a tiempo hizo consciencia de que le iban a costar muy caros sus dislates, e hizo todos los ajustes para amarrar los triunfos que él estimaba vitales y se le estaban complicando. Creo que es consciente de sus pérdidas y ganancias y de que las primeras pudieron ser mucho más catastróficas. Y aunque ya atribuyó sus resultados adversos a la mala prensa, este inche viejo chilletas por hoy también está en relativa tranquilidad.

También el que la oposición -sí, el temible PRIAN-, haya agarrado un poco de oxígeno contribuye a que el clima actual no sea todo lo estridente que anticipaba ser. Obvio, debe haber candigatos llorando en cada banqueta, pero como las fuerzas quedaron un poco mejor equilibradas de lo que estaban al inicio del sexenio, se siente una calma chicha.

El Presidente conserva en la Cámara Baja una mayoría simple, mas ya no la mayoría calificada. Ya no se le aprobará todo ipso chingam, como venía sucediendo, y se queda sin manga ancha para hacer reformas constitucionales.

Parece ser que chingándonos un poco todos, ganó el Gobierno, ganó la oposición y ganó México… Y aquí es donde los ‘rabietosos’ me mientan la madre, pero por hoy no les voy a contestar porque arruinarían el idílico momento.

Aunque no podemos ignorar hechos deplorables como que Rubén Moreira repita como diputado plurinoinal o que Layda Sansores, alguien con un claro déficit de percepción de la realidad esté a nada de ser gobernadora, me limitaré por el momento a mencionar, sin orden específico de importancia, los resultados electorales que celebro y me hacen sentir algo parecido al optimismo. No deben ser todos, pero tampoco han de ser tantos. A saber:

La derrota de Alfredo Adame es por supuesto, digna de celebrarse, no porque me signifique nada en lo particular, sino porque él representa a una caterva de lacras que deben ser reconocidas y repudiadas. Vale lo mismo para el cuña’o de México, el hermano de Belinda, Lupita Jones y el ideólogo de la chairiza, Antonio Attolini. ¡Bien, Torreón!

También en Torreón, de igual manera me da gusto la derrota de Marcelo Torres Cofiño. No me encanta que haya ganado el priista, obvio, pero que al menos la ciudadanía no recompense a quienes fingen ser oposición y sólo le sirven de comparsa al poder estatal. Eso le pasa por hacerles el caldo gordo.         Este… ¿cuál otra? Le digo: tampoco se crea que son tantas.

Bueno, la derrota de Armando Guadiana la celebra hasta el mismo Guadiana. Él se regresa tan pachón y tan contento a descansar al Senado de la República a defender sus intereses… ¡Cof!  Quiero decir, los intereses de los coahuilenses... guiño, guiño. Su misión representando una farsa de candidatura por Saltillo, ha terminado. ¡Pobres de quienes se la tomaron en serio y tenían alguna esperanza puesto en ello! Como dijo Nelson Muntz: “¡Ja ja!”.

El triunfo de Samuel García anticipa muchos disparos de alegría y buen humor, muy necesarios para esta nación que mitiga sus penas no con pan sino con risas. Que lo padezcan los nuevoleoneses que fueron quienes lo eligieron. Al resto del país sólo nos queda gozar con los memes. Cuenta como victoria para México.

 Y yo por primera vez celebro el triunfo de un amigo personal en la política. Roberto Piña es ahora el próximo alcalde de Ciudad Frontera, Coahuila.

Para los amigos de otras latitudes, Frontera es un pequeño municipio que no es frontera con nada. Ni siquiera tiene su propio código telefónico, sino que comparte el 866 con ‘Mostrova’. Pero mi cuate es orgulloso oriundo y sé que toda su gente amada está allí. ¡No debe haber falla! Además, cumplirá la promesa que le hizo a mi brother, Pepe Marroquín, de alfombrar todo el municipio cuando llegara a la alcaldía  (porque el costo de poner asfalto sale igual).  ¡Bien, se llegó la hora!

Así que por hoy, todos felipes y con tenis.

El jueves regresamos a los madrazos habituales. Pero en serio que si no fuera por estos breves momentos, nada valdría la pena.