‘Felicidades campeón’

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‘Felicidades campeón’

“Felicidades campeón”.  Fue mi mensaje de felicitación a un niño de 7 años por su cumpleaños. 

Fue un mensaje tan simple que me hizo pensar. Es un niño normal que le gusta jugar beisbol, andar en bici, ir a la escuela, tocar la batería, armar objetos con su Lego, platicar sus cuentos dando vueltas alrededor de la mesa… un niño normal que no ha recibido ningún trofeo o diploma que lo haga ser campeón en algo.

¿Fue una felicitación de rutina, para salir del paso? ¿Fue una simple expresión de un deseo mío? ¿Realmente quiero que  sea un campeón alguna vez? ¿Que tenga una “estrellita”, que me muestre un trofeo deportivo, un diploma profesional de excelencia académica? 

“Sinceramente sí quiero que sea un campeón en algo”, pensé. Y me pregunté de nuevo: “¿que sea en qué?”. Y me detuve en la palabra “sea” y pensé: “que sea un campeón en ser “él mismo”.

Ser es mucho más valioso que parecer. Ser no ofrece 
alternativas: o eres o no eres, o existes o no existes. Sin embargo cada quien está en un contexto de realidades de relaciones y circunstancias con las cuales el ser de cada quien tiene que vivir, sobrevivir, colaborar, amar u  odiar, adaptarse con el riesgo de dejar de ser uno mismo por un rato o por toda la vida, o esconder el verdadero ser antes de que lo aniquilen o lo conviertan en campeón.

“Ser un campeón” es lograr un éxito. Yalitza Aparicio en la película Roma, ya es un éxito. Sin  embargo su personaje “Cleo” no anunciaba un logro de tanto éxito. La lupa cinematográfica que provoca el análisis y la reflexión de la realidad cotidiana en blanco y negro lo provocó... Las “sirvientas”, la “servidumbre” y las “nanas” han sido una tradición en la familia mexicana. No han sido un “éxito” social, son invisibles.

Yalitza es un éxito ya que aunque representa un papel, no se maquilla, no es artificial para interpretar un personaje en forma despersonalizada. 

Sigue siendo “ella misma”. No abandona su ser natural, no deja de ser indígena mixteca con todas las características físicas y espirituales de su etnia, y con su cultura y forma de ser que adquirió a lo largo de su vida.

Las innumerables entrevistas muestran a la misma persona. Aparece el mismo ser sin cambiar sus ideales, su lenguaje, su mentalidad y su historia. El reconocimiento fundamental que recibió Yalitza, su campeonato, no estriba en que le den el trofeo del Oscar por su actuación, sino haber sido “ella misma”, sin traicionar su “ser personal” a lo largo de la filmación y su nueva historia posterior.

Ser un verdadero campeón es “ser uno mismo” permanentemente, con todas las dificultades y marginaciones que incluye y que podrían simularse detrás del personaje impersonal. Implica sacrificar la imagen en aras de la verdad, disminuir el ingreso y construir la honestidad, exponerse al des-precio y alimentar una auténtica autoestima, silenciosa y serena.

“Felicidades campéon”, le vuelvo a decir a mi nieto, aunque batallen sus padres con él.