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Farmacéuticas buscan salvar a la humanidad y ganar billones con ello
Como si de los segundos finales de una subasta se tratara, las farmacéuticas que desarrollan las ansiadas vacunas para el coronavirus SARS-CoV-2 se han lanzado a anunciar la efectividad de sus productos -todavía en fase de ensayos clínicos- siempre superando el anuncio anterior de la competencia.
Esta carrera refleja la ansiedad por lograr una salida de la pandemia, la peor en un siglo, generada por un virus con una extrema facilidad de transmisión, pero también la oportunidad de beneficios que supone tener que fabricar vacunas para la población mundial.
Pfizer y BioNTech iniciaron la "puja" con un 90 % de eficacia de su vacuna en las pruebas realizadas. Apenas al día siguiente, la rusa Gamaleya afirmaba que la suya, denominada Sputnik V, evitaba los contagios en un 92%, aunque varios científicos han manifestado dudas respecto a sus datos.
Una semana después era la estadounidense Moderna la que anunciaba una eficacia del 94.5 % en su vacuna, y Pfizer-BioNTech elevaba la suya al 95 %.
Aunque China aún no se ha pronunciado oficialmente sobre las suyas, el mes pasado el reputado experto Zhong Nanshan dejó caer que la efectividad de éstas rondaría el 90 %.
SALUD Y NEGOCIO
A pesar de que la Organización Mundial de la Salud (OMS) huye de la euforia y pide a la comunidad internacional que no escatime en prevención -en un momento en el que los contagios y muertes diarias superan los datos de marzo y abril-, lo cierto es que una o varias vacunas eficaces podrían suponer el principio del fin de meses de miedo, confinamientos, mascarillas y viajes cancelados.
A esto se le añade la gran oportunidad de negocio que puede significar la llegada del antígeno, dado que la propia OMS calcula que al menos un 70 % de la población mundial tendría que inmunizarse cuando esté disponible para poder garantizar el final de la pandemia.
Esto supondría unos 6,000 millones de personas, y aún se ignora si una dosis bastaría para toda la vida: en cualquier caso, es seguro que la demanda superará con mucho la oferta en los primeros meses.
Las vacunas están desarrolladas por la Universidad de Oxford y la farmacéutica británica AstraZeneca; el citado Instituto Gamaleya; la china Cansino Biologics; Janssen Pharma (filial belga de la estadounidense Johnson&Johnson); la china Sinovac y el brasileño Instituto Butantan; las chinas de Sinopharm y el Instituto de Productos Biológicos de Wuhan y de Sinopharm y el Instituto de Productos Biológicos de Pekín; la estadounidense Novavax; además de las citadas de Moderna y BioNTech/Pfizer/Fosun.
Estas dos últimas se sirven de una tecnología nunca antes utilizada en vacunas -denominada Ácido Ribonucleico Mensajero (ARNm)- y muchos científicos piensan que, de confirmarse como eficaz, podría suponer una revolución inmunológica, pues podría aplicarse quizá contra otros virus, exista ya o no vacuna contra ellos.
Esta tecnología presenta aún desafíos para su producción y distribución, como muestra el hecho de que la desarrollada por Pfizer, BioNTech y Fosun tiene que almacenarse a 70 grados bajo cero, lo que dificultaría su envío y conservación en muchos mercados, aunque la otra vacuna con ARNm, desarrollada por Moderna, sólo necesita 20 grados bajo cero.
De lo que no hay datos tan precisos es de la inversión o de los costos de los posibles antígenos, a pesar de que las farmacéuticas financiaron parte de sus investigaciones con los impuestos de millones de ciudadanos.
OPACIDAD EN LAS CUENTAS
Consultadas por Efe sobre la inversión, la financiación, el costo de la futura vacuna en distintos supuestos o los márgenes de beneficio que manejan en sus proyecciones, las farmacéuticas chinas CanSino y Sinovac rechazaron responder.
A la vista de la situación, compartida por todas las empresas involucradas, no extraña que la organización sanitaria sin ánimo de lucro Médicos Sin Fronteras (MSF) haya exigido conocer ciertos detalles.
"No podemos confiar en la buena voluntad de las farmacéuticas, incluso durante una pandemia", indicó MSF ya en noviembre.
La organización citó el ejemplo de un acuerdo firmado entre AstraZeneca y el centro de investigación brasileño Fundação Oswaldo Cruz, según el cual la primera se habría reservado el derecho a declarar que la pandemia termina en julio de 2021, por lo que, después de ese mes, podrían cobrar a los gobiernos precios muy altos por una vacuna que ha sido financiada con dinero público.
La consejera de políticas de vacunas de MSF, Kate Elder, resumió los riesgos de esta falta de transparencia: "Mientras no sepamos qué contienen estos acuerdos, las farmacéuticas seguirán teniendo el poder de decidir quién accede a la vacuna, cuándo, y a qué precio".
Pese al desconocimiento de estos datos, hay indicios que apuntan a beneficios millonarios.
Así lo deja entrever el hecho, por ejemplo, de que el dueño de la farmacéutica china Zhifei, Jiang Rensheng, triplicara su fortuna hasta los 19,900 millones de dólares (16,753 millones de euros) este año, después de que los reguladores chinos aprobaran su vacuna para ensayos clínicos, según Hurun Report, la "Forbes" china.
O que Fosun Pharma acordara con BioNtech y Pfizer contar con los derechos exclusivos de venta de la vacuna en China, Hong Kong, Macao y Taiwán a cambio de hasta 135 millones de dólares (113.6 millones de euros), dependiendo de variables.
O los fuertes ascensos en bolsa de la farmacéutica de turno al calor de los anuncios de buenos resultados en los ensayos clínicos.
LA DIPLOMACIA DE LAS VACUNAS
No obstante, la carrera por la vacuna también tiene otros premios.
En el caso de China, lograrla en primer lugar sería una forma de mejorar su muy deteriorada imagen internacional en tanto que foco inicial de la pandemia y en ese sentido también podría leerse el ingreso, el pasado mes de octubre, de Pekín a la plataforma mundial de investigación y distribución de vacunas para la COVID-19, COVAX, de la que está ausente Washington.
Porque, además de una cuestión de salud pública y un negocio millonario, la vacuna es también parte de una campaña propagandística, e incluso el clavo ardiendo al que Donald Trump se aferró para su reelección fallida como presidente de Estados Unidos.
Es más: la vacuna es para China un asunto con el que eclipsar el debate sobre la controvertida respuesta estatal durante los primeros días de la pandemia, aseguran analistas citados por la prensa hongkonesa.
Entonces, las autoridades silenciaron a quienes alertaron de una posible nueva neumonía y tardaron días clave en dar la voz de alarma.
EL PRESTIOGIO DE LA OMS
Para la OMS, liderar la distribución de la futura vacuna supondría aplacar meses de críticas lanzadas desde países como EU en el inicio de la pandemia, cuando Washington acusó a la organización de estar dominada por Pekín y haber respondido por ello con lentitud a la emergencia sanitaria.
Es por esto que la OMS abandera, junto a la Alianza para las Vacunas GAVI, la mencionada plataforma COVAX, con la que proyecta distribuir antes de finales de 2021 2,000 millones de dosis de las futuras vacunas anticoronavirus entre los 180 países que la componen.
La mitad de ellos, economías de renta media y alta, financian laboratorios como Moderna o AstraZeneca a cambio de recibir vacunas para un 20 % de sus poblaciones, mientras que más de 90 países de bajos ingresos las tendrán a bajos precios, que GAVI promete no superarán los dos dólares por dosis.
"Seguimos negociando con distintos fabricantes, y es crucial para una distribución justa y equitativa que haya dosis disponibles en 2021 a precios asequibles", destacaron a Efe fuentes de GAVI.
Para esta alianza y para la OMS, la gran amenaza ahora es que los países ricos se dediquen a almacenar grandes cantidades de vacunas olvidando a las naciones pobres, cuando, como han repetido incansablemente, "nadie estará seguro hasta que todos estemos a salvo”.