Falta que funcione el equipo...
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Falta que funcione el equipo...
El torneo es demasiado joven como para hacer futurología, pero ni Tigres ni Rayados, por ahora, están a la altura de sus prometedoras nóminas. Tienen herramientas más no poder de ejecución.
Con la esperanza de que en algún momento la jerarquía marcará la diferencia, los dos equipos hoy están atorados en sus propias redes. Creen disponer de futbolistas lo suficientemente facultados para el desequilibrio personal, pero al dorso de esta realidad las acciones combinativas son muy escasas.
En ambos casos y a decir de Ferretti y Mohamed, “falta que el equipo funcione”. Casi nada. El mensaje sorprende porque no se trata de formaciones nuevas surgidas de la nada. Al contrario, traen muchísimas semanas de trabajo sin que el recambio de jugadores de un torneo a otro le modifique de manera radical sus respectivas estructuras.
Se supone que de un torneo a otro, cada vez más reforzados, deberían progresar, pero curiosamente sus propósitos van a la inversa, como si el piso para despegar sería empezar de cero, y no potenciarse desde lo que ya tienen construido.
Tigres, quizás sea quien cargue con los mayores traumas por la repetitividad de un modelo que suma más y más jugadores, pero que en la misma proporción regenera los vicios. Lleva años sin un progreso futbolístico manifiesto.
Una cosa es que Tigres sea competente y otra totalmente diferente es que evolucione conforme a patrones preestablecidos de funcionamiento. Esto se entiende que la talla de sus futbolistas lo hace competente, pero no necesariamente esa diversidad de talento le ayuda a jugar mejor.
En esa confusión radica muchas veces la sobrevaloración mediática que se le hace a un equipo que en la práctica no puede sostenerse por sí mismo. Tigres vive estancado en esa coyuntura de creer tener más capacidad de lo que futbolísticamente hace.
Y en esto tiene que ver mucho la influencia de Ferretti. El equipo no va a modificar por sí solo su conducta mientras el técnico se lo impida. La evolución debe empezar por quien lo dirige y no por el jugador que llega. Es un convencimiento muy barato pensar que nuevos y rutilantes futbolistas serán los generadores del cambio.
En Rayados la cosa no cambia mucho, aunque con algunos asteriscos. Mohamed apenas está buscando la horma de un estilo. No la encontró en el torneo pasado, pese a los envidiables números cosechados.
Rayados también reposó su última temporada sobre ciertos engaños. Fueron contados los partidos en el ciclo anterior donde ofreció garantías futbolísticas. En el balance general, se vio mejor en las posiciones que en la cancha.
Sin embargo, esa fructífera campaña empañada por el Pachuca en el fatídico último minuto de la Gran Final, debería haber servido para aumentar su cotización en este Apertura. Como los Tuzos, por ejemplo, que sí han mantenido su línea ascendente en estas dos primeras fechas.
Lo de Rayados, si se lo mide desde la respuesta colectiva, ha empeorado. Se ha enfriado en todas sus líneas y ha perdido conexiones importantes en la esencia comunicativa del estilo.
Por eso en los debates no hay que enfocarse sólo en si los equipos hacen o no goles, o si ganan o pierden. Un ejercicio muy común de mucha prensa partidaria en su propósito de encantar a la gente.
El análisis debería ir más allá de esa superficialidad. La involución de Tigres y Rayados está ligada a una combinación de factores negativos de origen que maltratan el funcionamiento. Y no sólo es una cuestión táctica o de jugadores. La culpa también es de los técnicos.