Falleció Islam Karimov, la “mano de hierro”

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Falleció Islam Karimov, la “mano de hierro”

Foto: Tomada de Internet
Islam Karimov era el único presidente que conocía bien Uzbekistán desde la disolución de la Unión Soviética en 1990. Su muerte complica las cosas

La confirmación de la muerte de Islam Karimov, el único presidente que haya conocido Uzbekistán desde que se desintegró la Unión Soviética en 1990, era esperada con preocupación desde el 29 de agosto.

Su deceso, opinó The Washington Post, “ofrece la posibilidad de inestabilidad, pero una muy leve probabilidad de cambio” para un país al que gobernó con mano de hierro desde antes incluso de la disolución de la Unión Soviética.

La muerte preocupó a Washington, Moscú y Beijing, desde que el pasado agosto su hija Lola Karimova reportara que había sido hospitalizado por una hemorragia cerebral.

Muy bien podría ser que el gobierno uzbeko retenía la información de la muerte de Karimov para solidificar el plan de sucesión y aumentar las posibilidades de que el anuncio sobre el próximo presidente sea hecho tan pronto termine el período de duelo”, indicó la empresa de análisis Stratfor.

Por lo que se sabe, el juego sucesorio ya empezó con el primer ministro, Shavkat Mirziyoyev; el viceprimer ministro, Rustam Azimov; y el jefe de los Servicios de Seguridad, Rustam Inoyatov, como los principales aspirantes.

Pero, de acuerdo con reportes consignados por varios medios, Inoyatov es el
menos probable por su tendencia a operar desde la sombra y Azimov habría sido colocado bajo arresto domiciliario desde el 30 de agosto, lo que de ser cierto, lo pondría fuera de competencia.

En todo caso, la situación tiene en suspenso a Asia Central, una región de enorme importancia estratégica.

Karimov era el único presidente que ha conocido Uzbekistán desde la disolución de la Unión Soviética y era considerado como clave para la estabilidad de un país, literalmente en el centro de Asia.

De acuerdo con varias empresas de análisis de inteligencia, la ubicación geográfica y el tamaño de su población hacen de Uzbekistán el país más importante de la región y la desaparición de Karimov complica las cosas.

Para The Washington Post, Karimov fue “un sobreviviente” que escapó a las purgas de la corrupción de la era soviética de Uzbekistán, y mantuvo una férrea estabilidad entre sus 31 millones de connacionales durante la década de 1990, mientras los países vecinos se debatían en la agitación política e incluso la guerra civil.

Para lograrlo, “fomentó el nacionalismo uzbeko, acosó a la oposición política y se centró sobre centros religiosos independientes de poder, lo que justificó las detenciones en masa de musulmanes en la lucha contra el islamismo radical”, agregó el diario.

Islam Karimov era el símbolo de los presidentes autócratas de Asia Central. Como él, Nursultan Nazarbayev, de 76 años, en Kazajistán; Emomali Rahmon, de 63 años, en Tayikistán; o Gourbanguly Berdihumahedov, de 59 años, en Turkmenistán, reinan hace décadas en los países aliados de Moscú.

UBICACIÓN ESTRATÉGICA

Sin embargo, en el Kremlin hay inquietud por una eventual desestabilización de la región. Asia Central es la última zona de influencia de la Rusia en la antigua URSS y es una región estratégica”, según describió Radio Francia.

Como otros mandatarios de la región, Karimov era un funcionario de alto nivel cuando la URSS se disolvió. En su caso, era secretario general del Partido Comunista y como tal experto en el juego de poderes interno en un país que por siglos fue regido por la política de clanes.

De hecho, Uzbekistán se encuentra en el centro de lo que fuera la “Ruta de la Seda” entre Europa y China, y tiene fronteras con Kazajistán, Kirguistán, Tayikistán, Turkmenistán y Afganistán. Por lo tanto, lo que ocurre en Uzbekistán puede afectar a toda la región.

Pero también ocupa la mayor parte de lo que se conoce como valle de Ferghana, una de las regiones más feraces de Asia, que lo hace casi autosuficiente para la producción de alimentos, especialmente trigo. Es exportador de algodón y gas natural, y tiene ricos yacimientos de uranio, oro y cobre.

Al mismo tiempo, con unos 34.5 millones de habitantes, según estimaciones oficiales de 2014, es el segundo país más poblado de la Comunidad de Estados Independientes (CEI), después de Rusia.

Pero también es cierto que de acuerdo con un extendido criterio, “con la muerte de Karimov, Uzbekistán entra en una transición hacia un nuevo liderazgo, en un momento de extremas dificultades económicas e incertidumbre geopolítica en Asia Central”.

Nadie controla bien lo que ocurre en Uzbekistán, donde una estructura de clanes domina la sociedad, la política y la economía.

Un análisis de Stratfor consignó que en Uzbekistán la idea del clan parte de afinidades geográficas, tribales e interétnicas: “la mayoría de los uzbekos se consideran a sí mismos como miembros de un clan antes que de una nación”. Más aún, la idea del clan puede ser distinta para la élite económico-política de Uzbekistán que para los campesinos.

De acuerdo con varios recuentos, los principales clanes son los de Tashkent, Samarkanda y Fergana.

El analista geopolítico francés Alexandre Bennigsen, citado por Stratfor, escribió hace 30 años que hay tres niveles de identidad grupal en Asia central: el clan, la religión y la nacionalidad, pero la última noción fue una creación soviética y es el nivel más débil de los tres.

De hecho, 97 por ciento de los uzbekos se define como musulmán, pero eso no implica unidad, sino que en realidad hay divisiones a partir de diferencias en la identidad religiosa.

La región central es más conservadora que la occidental y eso, a su vez, tiene injerencia en las identificaciones como clan.

Pero de acuerdo con Stratfor, a diferencia de gobernantes previos, Karimov no logró poner a los clanes completamente bajo su control y debió hacer constantes balances, aunque a veces recurrió al uso de la fuerza para enfrentar amenazas de levantamientos y golpes.

Cuando Uzbekistán pasó a ser un país independiente, Karimov eliminó a la oposición y a sus posibles sucesores. De acuerdo con Radio Francia, hasta su hija Goulnara Karimova, que en un momento fue presentada como su posible sucesora, “cayó en desgracia” y desde 2013 se encuentra en arresto domiciliario acusada de corrupción.

Así, por más de 25 años Karimov “coleccionó” reelecciones  y victorias por referendos con votaciones que, a veces, según consignó Radio Francia, se acercaron al cien por ciento de los votantes, “como ocurrió en el 2000”. Con ello Karimov logró modificar la Constitución y encadenar mandatos hasta su muerte.

Por eso no fue extraño que los aliados de Karimov trataran de mantener en secreto su fallecimiento hasta tener un control completo de la situación y un acuerdo sobre quien tomará el poder.

Parte del problema es que desde hace años hay poca información de Uzbekistán: en 2005, una fuga masiva de prisión provocó una manifestación multitudinaria en la ciudad de Andijan, en el valle de Fergana, y las fuerzas de seguridad “masacraron” a cientos de personas.

Como consecuencia, el gobierno clausuró las ONG. Los grupos de derechos humanos no han sido autorizados a reinstalarse en el país y tampoco se permite la entrada a activistas y periodistas.

“KARIMOV ERA TODO EL ESTADO”

El presidente de Uzbekistán, Islam Karímov, nacido el 30 de enero de 1938 en Samarkanda y fallecido ayer a los 78 años debido a un derrame cerebral, gobernó de forma autoritaria el país centroasiático desde 1990, un año antes de su independencia de la Unión Soviética.

Karímov se formó como ingeniero mecánico en el Instituto Politécnico de Asia Central y se graduó en el Instituto de Economía Nacional de Taskent.

El presidente uzbeko escaló todos los puestos del aparato del Partido Comunista en la época de la URSS hasta ponerse al frente de la república soviética de Uzbekistán.

Tras la independencia del país, en 1991, consiguió mantenerse en el poder y dedicó sus fuerzas a eliminar a sus oponentes.

Todo el Estado era Islam Karimov que gobernó durante más de un cuarto de siglo, con mano dura”, explicó Steve Swerdlow, analista para la ONG Human Rights Watch.

Numerosas organizaciones de derechos humanos acusan a Karimov, reelegido en 2015, de haber trucado las elecciones en repetidas ocasiones, haber detenido a cientos de opositores de forma arbitraria y de apoyar el uso de la tortura en las prisiones.

A pesar de los rumores frecuentes sobre el delicado estado de salud, Karimov nunca nombró ningún sucesor.