Evidencia de nuestros problemas globales
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Evidencia de nuestros problemas globales
Pocas personas dudan actualmente del grave problema que enfrenta la humanidad, por los daños ambientales que la actividad humana le ha ocasionado al planeta. Existen cientos de libros e informes que presentan casos contundentes de degradación ambiental y desigualdad social. Por ejemplo, el “Informe sobre Desarrollo Humano”, elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo; “El Estado Mundial”, escrito por el Instituto Mundial de Estados Unidos, y “El Informe de Datos Ambientales” elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, que se actualizan anualmente, son fuentes clave de información.
Los informes dejan claro que la actividad económica mundial ha crecido un 3% anual desde 1950 y para 2050 la producción mundial total será cinco veces mayor que la actual. Si este mensaje es cierto, la población y la economía están realmente más allá de los límites, entonces las actuales visiones y teorías sobre el cambio social se verán profundamente perturbadas. El impacto ecológico aumentará, y se requeriría de un segundo planeta, para poder vivir.
Si la era del desarrollo está acercándose a su fin, entonces muchas teorías sociológicas sobre las sociedades contemporáneas (todas las que postulan la indefinida continuación del desarrollo) compartirán el mismo destino.
Durante varias décadas hemos vivido el espejismo del crecimiento como una utopía que nos traerá riqueza, lujos y abundancia. Sin embargo, el mundo de hoy enfrenta enormes problemas sociales, como la pobreza persistente y la miseria humana muy distribuidas y que dominan la escena mundial. Esto nos revela un brutal contraste entre la opulencia y el despilfarro de una minoría y las carencias de gran parte del resto de la población. Los diferentes aspectos del desarrollo económico en general, y los concernientes a la problemática ambiental en particular, están asociados con profundos cambios de la economía mundial, que nos puede llevar a condiciones irreversibles.
Hemos llegado a un punto en que la crisis económica, social, ambiental y de valores se refleja en los acontecimientos cotidianos del planeta, quedando demostrado que las políticas neoliberales han sido un fracaso y que han llevado a la población mundial y al planeta mismo al borde del colapso. Esta realidad nos debe hacer reconsiderar la forma en que se han aplicado las políticas sociales y económicas y por ende, las relacionadas con el medio ambiente y los recursos naturales.
La verdad, aunque sea incómoda, es que la culpa del grave peligro en el que se encuentra el planeta, no la tiene el incremento en bióxido de carbono, la culpa es del capitalismo. Esa es la verdadera guerra que nuestro propio sistema económico está librando contra la vida en la tierra.
El cambio climático es una alarma que debe despertar a la civilización: un mensaje poderoso que nos llega en forma de incendios, inundaciones, huracanes y sequías, así como temperaturas altas y bajas extremas. Para afrontarlo, no basta con ahorrar electricidad y agua, reducir los plásticos o separar la basura. Se trata de cambiar al mundo, antes de que el mundo cambie drásticamente y se transforme en un sitio inseguro para todos. Y para esto se requiere educar (educación ambiental) a la población y especialmente a los niños, para que valoren lo que tienen a su alrededor y actúen en consecuencia.
Durante los años 70, según lo revelan una serie de estudios, la humanidad en su conjunto traspasó el humbral en el que la Huella Ecológica y la biocapacidad de la Tierra estaban equiparadas. De ahí que se han estado acumulando voces que emiten un mismo mensaje: la civilización industrial ha entrado en una fase de saturación ecológica, en la que los límites naturales al crecimiento han sido ya traspasados. La frontera representada por dichos límites ya no nos espera en el futuro, sino que forma parte de nuestro pasado.
Estos argumentos para la situación del planeta, aplican de manera puntual a lo que pretenden hacer con la ciudad de Saltillo las autoridades municipales y estatales. Si continúan con su postura de seguir promoviendo el crecimiento de la ciudad, rebasando la capacidad de carga de nuestro entorno y sin agua suficiente para sustentarlo, nos llevarán a un desastre ecológico y social.
Llama la atención que la Agenda Ambiental del municipio de Saltillo, no considere lo más importante: educar para conservar. Resulta incomprensible, que el gobierno del estado haya minimizado el programa de clubes ecológicos que se desarrolló durante la administración de Rogelio Montemayor (1993-1999) y en lugar de incrementar la participación de niños, maestros y padres de familia, se ha disminuido considerablemente. En 1999 había en Coahuila más de 90 mil niños en clubes ecológicos. En la actualidad solo hay 5 mil 284 (datos de SEMA a través de trasparencia) y en Saltillo solo participan 69 niños. ¿Y así pretenden que las cosas cambien?
Con una visión equivocada de las autoridades, se violenta el principio básico de “respeto a las personas y a la naturaleza, por encima de beneficios económicos”.