Etimologías enredadas

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Etimologías enredadas

Este viajero viaja a Chiapas, y en San Cristóbal de las Casas visita el templo espléndido de Santo Domingo, el museo que tiene anexo, y luego la tienda de artículos artesanales que en él hay.

Una prenda tejida le llama la atención. Es una especie de tilma hecha de lana, pintada con los vívidos colores que sólo en México -país de colores- es dable conocer.

-¿De dónde es esta pieza? -pregunta el viajero al vendedor.

-Es de aquí, de Saltillo.

¡Hay un Saltillo en Chiapas! Y hay Saltillos en todas las partes del mundo hispánico en que saltillos hubo. Quiero decir que es toponimia común y descriptiva de sitio en donde existió un salto de agua pequeñito. Por eso, por el que brota todavía en el Ojo de Agua, se llama así nuestra ciudad.

Don Vito Alessio Robles, que tantas cosas buenas hizo por la historia, no se conformó con esa explicación, y buscó en la palabra “Saltillo”, tan castellana, tan de origen latino, un complicado origen aborigen que le sirviera para confeccionar el escudo de armas de la ciudad. Había dicho el bachiller Pedro Fuentes, cronista primero y sin segundo de estas tierras, que el nombre de nuestra ciudad deriva de una voz adulterada que al final vendría a significar algo así como “tierra alta de muchas aguas”. Acudió don Vito al acabalado nahuatlato don Mariano J. Rojas (Dios lo tenga en su santo reino), y el dicho eruditísimo señor, dueño de ciencia etimológica supereminente, dictaminó después de muchos afanes y desvelos que “Saltillo” es voz del náhuatl o nahua formada por los siguientes importantes elementos:

1-. Xal, que es síncopa de la palabra Xalli, que quiere decir arena. Claro, la palabra arena es lo mismo que tierra.
2-. Tlal, síncopa de tlalli, que significa -otra vez- tierra. Llevamos ya dos tierras.

3-. Partícula “la”, o “tlan”, que es un abundancial superlativo.

4-. Ahco, que quiere decir alto, de ahcotilli, elevado.

Con los ya supradichos elementos pueden componerse los siguientes sencillísimos voquibles:

Xalahcotilatl, que lo mismo puede significar arena de aguas elevadas que aguas elevadas en la arena; Axalahcotillan, que es arena de abundantes aguas elevadas o agua elevada entre abundantes arenas.

Tlalacotillan, tierra de abundantes aguas altas o agua abundante en tierra alta. De cualquiera de esas tres palabras a “Saltillo” no hay más que un pasito. Hasta un párvulo podría sacar la consecuencia.

Ignoro si los esfuerzos de don Vito y su mentor el señor Rojas, capaz de encontrarle origen náhuatl hasta a su propio nombre, tan Mariano, correspondan a aquel tiempo de indigenismo exacerbado, cuando se quería negar hasta la mínima aportación española en la formación de la cultura mexicana. No lo creo, pues don Vito exaltó la obra de los hombres de España en la tarea civilizadora de estas tierras del norte. En todo caso pienso que el gran historiador fue a los cerros de Úbeda a buscar lo que tenía muy cerca, aquí en la lomita del Ojo de Agua. Saltillos hay en España, y otros hay en México cuyo nombre no necesitamos forzar ni retorcer para alcanzar aquellas invenciones que, decía Cervantes, se quiebran por lo sutil. Más entrañable, más sencilla, y también más verdadera es la explicación que los saltillenses dan al nombre de su ciudad, haciéndolo derivar de un salto de agua pequeñito.

PRESENTE LO TENGO YO
‘Catón’, Cronista de la Ciudad
Armando FUENTES AGUIRRE