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Ética ambiental, indispensable insistir al arribo a la vida cotidiana
Vivir próxima a un lugar de tan bello e interesante ecosistema como lo es la Ciudad Deportiva, depara un sinnúmero de gorjeos de aves por la mañana, temprano, que se suma al chapotear de patos y al graznar de los cuervos. El canto de los pájaros va desde el de los chileros pasando por el de las palomas y el de alguna que otra garza. Juntos hacen un concierto que dura, en tiempos normales, un breve periodo al arrancar el día.
Los árboles han llegado ya por esta época a su esplendor. Al fin estallaron en flores los ciruelos y los duraznos que venían retrasados por encontrarse más al norte que muchos de sus compañeros, que desde mediados de marzo habían lanzado tímidos pétalos, en medio algunos días, de brusca brisa que los hizo venir abajo.
Los verdes se dispararon en sus infinitas variedades, del verde tierno al verde caña, para llegar, con el choque de oro del sol, al verde esmeralda. Las rosas se abren a la luz del día, y aparecieron también hermosos tulipanes, albo cordón, que iluminan el jardín.
El silencio sonoro de estas jornadas. Es el canto de las aves lo único que se alcanza a percibir. Se ha silenciado la ciudad, pero se ha alargado el tiempo en que ellas permanecen en los jardines, extendiendo su canto.
A mediados del siglo pasado, surgió un concepto que llamaba a los seres humanos a pensar más en su entorno, a comprometerse con él de una manera decidida, como responsables de su ecosistema. Así fue como se conoció la ética ambiental.
¿En qué consiste? Se trata de una filosofía que establece la responsabilidad en el cuidado y vigilancia del medio ambiente de los seres humanos que inciden en él, que viven gracias a él, obteniendo sus beneficios en todos los órdenes.
La ética ambiental elabora planes para la realización de acciones que vayan en el sentido no sólo de no afectar el medio que nos provee de vida, sino de ser conscientes de él: el hombre es responsable de la tierra que pisa y cuidarla es, a corto y largo plazo, la mejor manera de preservarla para los que la gozamos ahora y los que vendrán después.
La ética ambiental aborda la necesidad de involucrarnos de mejor manera con el entorno. De entenderlo y de hacer lo posible para evitar su desgaste.
Es evidente que a propósito de la contingencia sanitaria que estamos viviendo, el planeta respiró. Habrá sus escépticos, pero resulta una realidad cómo a su hábitat asomaron las cabezas quienes hacía mucho tiempo no lo hacían por la intrusión humana sin freno.
Si al regresar de la contingencia nos ponemos un alto en la depredación que se había vuelto cosa de todos los días y de una enorme agresividad, habremos logrado, a más de tenacidad, solidaridad con lo que nos cobija todos los días, que es este pedazo de cielo y que compartimos con muchas especies que tienen derecho de habitar el planeta.
Regresemos al mundo exterior de mejor modo. Entendiendo que uno somos todos y todos somos uno, al franco estilo de los tres mosqueteros. Y lo que pasa con nuestro entorno natural, indudablemente ocurrirá en nuestro entorno personal y en lo que habremos de dejar.
Cada cual habrá de tomar una lección de lo que ahora vivimos. Cada uno desde su experiencia y óptica. La valentía y hacer honor a nuestra condición de seres humanos no son poca cosa.
Honremos nuestro espacio y honremos nuestros nombres de seres de bien cuidando a la naturaleza, que a fin de cuentas, además de su belleza y calidez, también nos provee de lo que necesitamos para subsistir.