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Estulticia albiazul

Recibir insultos constituye una de las inevitables realidades de la vida. Mereciéndolo o no, jamás falta un espontáneo a quien le parece adecuado arrojarnos un improperio con el propósito de abollarnos el orgullo, bajarnos la moral o, simple y sencillamente, divertirse.

Como cualquier mortal, acá su charro negro no se ha escapado de recibir sus buenas dosis de invectivas dirigidas al área ubicada debajo de la línea de flotación del ego personal.

No voy a flagelarme en público enumerando el prolijo listado de improperios de los cuales he sido receptor a lo largo de la existencia. Me limitaré a señalar el peor de todos los denuestos lanzados contra mi humanidad: ¡panista!

Los casos no han sido muchos, pero al menos un trío de personas me han dicho en alguna ocasión algo así como: “pues tú eres panista, ¿no?”

No estoy libre de pecado en eso de la militancia partidista, pues he alineado formalmente en las filas de tres fuerzas políticas (una de ellas fue una experiencia sumamente fugaz -un tropezón de esos que tiene cualquiera-, pero de todas formas cuenta). Pero nunca, ni en los peores momentos, he considerado siquiera la posibilidad de alinear en las filas de Acción Nacional.

Actualmente -sólo para dejarlo claro-, ni milito ni simpatizo con ningún partido. De hecho, me considero más bien un crítico del sistema de partidos pues, con los obligados matices, identifico más o menos los mismos vicios y perversiones en todas las fuerzas políticas del País.

Pero ciertamente hay episodios cuya naturaleza deja clara la particular vocación de ciertos colectivos ideológicos (por llamarles de alguna manera) por la renuncia al uso de las neuronas y por la absoluta ausencia de honestidad intelectual.

Uno de esos episodios lo vivimos en la semana cuando la bancada del Partido Acción Nacional, en el congreso del vecino Estado de Nuevo León, decidió “botar” la candidatura del académico Eduardo Román González a la Presidencia de la Comisión de Derechos Humanos de aquella entidad.

¿Con cuáles argumentos se opuso la bancada panista de Nuevo León a ratificar la designación de Eduardo Román? Más allá de una colección de lugares comunes y prejuicios, esencialmente con ninguno.

Vale la pena señalar, desde luego, un aspecto muy relevante del proceso: ni los legisladores del PAN, ni los de ningún otro partido político, estaban obligados a ratificar la propuesta realizada por el gobernador Jaime Rodríguez Calderón. En esencia, todos ejercieron su derecho a votar con libertad.

Pero el problema no es ése, sino las circunstancias a través de las cuales el nombre de Román González llegó al escritorio de los legisladores: mediante un inédito proceso abierto, transparente e incluyente, cuyo punto de arranque fue una convocatoria pública para examinar a todos quienes consideraran reunir las características para el cargo.

La ruta de selección importaba en este caso, y mucho. No es lo mismo considerar la candidatura de alguien seleccionado solamente con el uso de las facultades discrecionales del gobernante en turno (si bien se trata de un hecho absolutamente legítimo), a estudiar una propuesta surgida de un proceso democrático fundado esencialmente en el mérito.

Este tipo de distinción, sin embargo, resulta sumamente complejo de entender para los partidarios de ciertas ideologías, pues su dogmatismo parte de la convicción de poseer una cierta superioridad moral según la cual sus posiciones son “correctas” solamente porque ellos las sostienen. Resulta ocioso argumentar sobre la ausencia de sustento en la idea.

Todas las generalizaciones son, por regla general, un exceso, lo admito de una buena vez. Pero en mi experiencia personal, difícilmente uno puede encontrar mayor densidad de estulticia reunida en un sólo partido político, tal como es posible identificarla en el PAN.

No se explica de otra forma el abierto desprecio por un mecanismo novedoso, ajeno al voluntarismo del poder, cuyas peculiaridades contenían la promesa de una etapa distinta en la conducción de un órgano fundamental del Estado: la Comisión de Derechos Humanos.

La orfandad intelectual se retrata de cuerpo entero en la “explicación” ofrecida por el coordinador de la bancada albiazul para justificar el voto en contra de él y sus compinches:

“En todo momento los diputados del PAN alertamos al Ejecutivo de los riesgos que esta situación representaba y que considerábamos pertinente esperar a que esta soberanía terminara con los cambios en el marco regulatorio en la materia.

“A pesar de las recomendaciones, el Ejecutivo continuó con el proceso y llegó a la conclusión de proponer a Eduardo Román González para presidente de la Comisión”, dijo el legislador.

En esta frase y en ningún otro lado se encuentra la explicación al veto panista a la candidatura de Román González. Un ejemplo perfecto de la estupidez partidista pintada de azul.

¡Feliz fin de semana!

carredondo@vanguardia.com.mx
Twitter: @sibaja3.