Estos paisajes de Saltillo…

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Estos paisajes de Saltillo…

El verano brilla en el rojo bermejón de la granada. Se han acomodado sus semillas en modo perfecto. Y una por una lucen de espectáculo al abrirse al sol. En el verano en Saltillo la luz llena los espacios desde muy temprana hora. La iluminación ofrece pequeñas monedas de oro en las copas de los árboles y enredaderas, colgadas de los muros.

Es la temporada de la floración de los truenos, de un característico aroma que viene a anunciar el éxtasis del verano. Hay un calor que se pega a la piel y la puede llegar a quemar a unos minutos de estar expuesta al día. Maravillosas sensaciones que permiten experimentar la vida por cada poro.

Es verano y es la calle. Andar en ella para disfrutar de las tardes que aún en Saltillo se permite la entrada de los frescos vientos a cierta hora, cuando empieza a ocultarse el sol.

Los atardeceres vuelcan naranjas y marrones para bañar una ciudad que comienza en esos momentos una rutina que le hace vivir otro Saltillo. La de la mañana es una población distinta de la que abre sus puertas a la noche, y a la que hay que definirle igualmente sus límites.

Una viajera que pasó en el siglo 19 en Saltillo una temporada la calificó como la ciudad de la salud y las flores. Me pregunto qué diríamos ahora de nuestra población. Cómo cada uno podríamos calificarla en sus distintas estaciones, sus diferentes rostros, el diurno y el nocturno, en sus habitantes.

Su clima, que ha cambiado como ha ocurrido en el resto del mundo, sigue proporcionando algunos respiros. No son lo permanente, pero aún es posible conseguir algunas muestras de lo que dábamos por hecho en el pasado: ese aroma a pino que en ciertas zonas todavía se disfruta y el viento que nos llega proveniente de las sierras.

Para poder sobrevivir al cambio climático, para poder lograr una convivencia social en un entorno ambiental seguro, se necesitan muchos cambios de actitud y una más firme decisión en los ámbitos de gobierno en los que se ve implicado el tema.

Se hacen cosas interesantes desde la Secretaría del Medio Ambiente, pero aún falta una sistematización de una cultura ecológica organizada y supervisada desde la autoridad de la ciudad.

En el ámbito de la educación, el frente es también de gran importancia en lo respectivo al cuidado de la naturaleza.

No sería mala idea que aprovechando los temas de la precaución con la pandemia se establezcan contenidos más comprometidos en el cuidado ambiental.

En nuestra ciudad, como en tantas otras partes del mundo, se vuelve un imperativo. Hay capitales, como Querétaro, que han encontrado una manera de organizar a la sociedad para cuidar su entorno.

Es el momento de la decisión en una ciudad como la nuestra que empieza a verse rebasada y retrasada en la toma de decisiones que involucren la organización ciudadana.

LA OBRA DEL PUENTE BAJO NIVEL

Embellecer el puente bajo nivel que abre la puerta al Saltillo antiguo es una obra loable: el del bulevar Venustiano Carranza a la calle Allende. Tenía años con un aspecto no merecedor al de una capital de estado.

Sin embargo, en aras de ese embellecimiento, no se consideró la obligación de pintar de amarillo-ámbar la cuneta, como lo establecen los protocolos de seguridad vial. Se delineó en su lugar, sobre el pavimento, una delgada línea de ese mismo color con lo cual sus diseñadores supusieron se alerta a los conductores; la cuneta se coloreó del color rosa que combina con la cantera.

No. No debe sustituirse una importante señal en aras de lo que se considera un elemento de ornato, dejando a una débil línea a cargo de la seguridad.