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Este es el plan para rescatar a los países pobres de la pandemia
Peter S. Goodman y Alan Rappeport
En una economía global definida por los niveles extremos de desigualdad, la pandemia ha empeorado las divisiones. Las naciones más adineradas de América del Norte y Europa van camino a recuperaciones sólidas, pues han usado sus fortunas para rescatar sus economías y asegurar enormes reservas de vacunas contra la COVID-19. Los países pobres están enfrentando la continua devastación del coronavirus, casi completamente desprotegidos y con recursos limitados debido a sus deudas cada vez mayores.
Ahora, el temor de que el mundo salga de la pandemia como un lugar más desigual que nunca ha impulsado una nueva iniciativa importante para cerrar la brecha: conforme a una propuesta que está por finalizarse, el Fondo Monetario Internacional (FMI) emitiría 650.000 millones de dólares en fondos de reserva con lo que, en esencia, crearía dinero que los países atribulados podrían usar para comprar vacunas, financiar servicios médicos y liquidar deudas.
Una medida así representaría “quizá la mayor distribución de capital desde el final de la Segunda Guerra Mundial”, declaró el administrador del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, Achim Steiner, durante una conferencia de prensa esta semana.
Sin embargo, los expertos en desarrollo internacional afirman que el simple hecho de crear nuevas reservas tendría un beneficio limitado para los países pobres, a menos que las naciones más prósperas les transfirieran de manera voluntaria parte de sus tenencias financieras, una solución que los funcionarios del FMI esperan propiciar.
Se prevé que el directorio ejecutivo del FMI presente la propuesta durante una reunión hoy antes de enviarla para la aprobación final de su junta de gobernadores, que está conformada por representantes de los 190 Estados miembros del fondo. Los funcionarios esperan que la iniciativa se autorice por completo antes de agosto.
El Fondo Monetario Internacional, una institución por todos conocida como inescrutable, regida por convenciones únicas y una reverencia descarada a la jerga tecnocrática, está adoptando un enfoque que implica no solo dinero sino los llamados derechos especiales de giro: fondos de reserva que la institución abona a las cuentas de sus Estados miembros. Los gobiernos pueden canjear estos DEG por monedas regulares, para invertirlas en lo que requieran.
Conforme a las reglas del FMI, los Estados miembros contribuyen a las arcas de la institución. Sus compromisos monetarios se definen con base en el tamaño de sus economías y su poder de votación es proporcional a lo que pagan. Las nuevas reservas se asignarán según esta clasificación, lo que significa que las principales potencias económicas como Estados Unidos obtendrían la porción más grande.
De no haber un mecanismo para que los países adinerados redirijan parte de sus tenencias, 58 naciones de altos ingresos capturarían 438 mil millones de dólares en nuevas reservas, según un análisis publicado el jueves por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo.
En contraste, un grupo de 82 países evaluados como “altamente vulnerables por la deuda” —entre ellos, dos docenas de los países más empobrecidos del mundo— recibirían solo 54.500 millones de dólares, o un ocho por ciento del total. Eso equivale tan solo a un cinco por ciento de su deuda externa total.
Los funcionarios del fondo están desarrollando un plan en el que los Estados miembros más adinerados transferirían algunas de sus reservas a los países más pobres a fin de permitirles reducir su deuda y ampliar programas de combate a la pobreza.
“Estamos trabajando para amplificar el impacto de esta nueva asignación de fondos”, declaró el miércoles la directora gerente del FMI Kristalina Georgieva en un discurso ante el Banco Africano de Desarrollo.
Afirmó que el plan del fondo se valdría de “motivar a los países a encauzar de manera voluntaria algunos de sus DEG “, con la meta de generar “100 mil millones de dólares para las naciones más pobres y vulnerables”.
Estados Unidos está preparado para canalizar alrededor de una quinta parte de su monto asignado, que tiene un valor aproximado de 20 mil millones de dólares, según dijo un funcionario del Tesoro que habló con la condición de permanecer en el anonimato. El gobierno de Biden busca persuadir a otros miembros del Grupo de los Siete para que contribuyan con porciones similares.
Los países pobres que le piden préstamos al fondo podrían usar ese dinero para ampliar los sistemas de salud o combatir el cambio climático junto con los programas existentes del FMI. Se espera que este fondo fiduciario sea un tema de debate el próximo mes en la reunión de los ministros de Finanzas del Grupo de los Siete en Italia.
En Washington, la naturaleza universal de la asignación propuesta ha suscitado la oposición de los republicanos, que arguyen que aumentaría las finanzas de adversarios de Estados Unidos como China, Rusia e Irán, y ayudaría poco a los países pobres.
Este mes, el senador republicano por Luisiana John Kennedy, presentó un proyecto de ley que impediría que las asignaciones de derechos especiales de giro se destinen a “perpetradores de genocidio y Estados que auspician el terrorismo” sin la aprobación del Congreso.
El gobierno de Trump se opuso a la propuesta por motivos similares, mientras que la administración Biden ha aceptado la idea como un medio para ayudar a los países en vías de desarrollo sin cargar el bolsillo de los contribuyentes.
La deuda es la principal preocupación con respecto a los países de bajos ingresos, ya que muchos entraron a la pandemia con niveles graves de endeudamiento.
En 2019, 25 países —la mayoría en África y el sur de Asia— estaban gastando más en pagos de deuda a grandes instituciones financieras en naciones adineradas que en programas de educación, salud y apoyo para comunidades empobrecidas, según un estudio de UNICEF.
Una infusión de reservas del FMI no alteraría los incentivos del mercado que han desviado las vacunas hacia las personas más adineradas del mundo, pero podría apuntalar el poder adquisitivo de gobiernos que ahora se ven forzados a priorizar los pagos de deuda.
“¿Cuántas olas más tiene que haber para que nos demos cuenta de que esta pandemia no va a acabar, para que hagamos que el mundo se vacune?”, dijo Steiner. “En este momento, estamos en medio de esta pesadilla y podemos actuar con más rapidez”. c.2021 The New York Times Company