Estantes vacíos y miradas tristes, ¿podría haber un shock de suministro en términos de logística?

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Estantes vacíos y miradas tristes, ¿podría haber un shock de suministro en términos de logística?

Al llegar al supermercado, con sorpresa vimos que algunos de los estantes estaban casi vacíos y otros ya no tenían nada. Al instante nos dimos cuenta del pánico que había entre la población civil. Caminamos entre los anaqueles y nos enteramos de que no quedaba aceite ni arroz, ni azúcar ni verduras. Preocupados, nos dirigimos a donde debería estar la leche y solamente quedaban cuatro litros, los cuales tomamos inmediatamente para nuestros hijos. Había muchas cajas de Corn Flakes, de las cuales tomamos seis; aunque fuera de eso, no nos íbamos a quedar sin comer. Tomamos una buena cantidad de latas, de las que existían bastantes.

Caminamos hacia las cajas con nuestro magro mandado, preocupados por nuestros dos hijos, tratando de que no vieran en nosotros la mirada triste y con gran preocupación. En eso estábamos cuando alguien nos dijo que no nos alarmáramos, “es sólo un poco de pánico de guerra, pero comida hay mucha, solamente que no hay quien la distribuya”. En realidad tenían suficiente comida en bodegas, pero todos los almacenamientos de alimentos se encontraban en Tel Aviv o en Jerusalén, y como todos los choferes y encargados de las bodegas estaban participando en la guerra, no había modo de desplazar los víveres.

A los pocos días los anaqueles volvieron a tener su surtido normal, aun cuando la guerra continuaba. Las mujeres que se habían quedado en su casa, acudieron al llamado del ejército y de manera voluntaria se subieron a los tráileres y camiones, llevaron la mercancía a los lugares donde se necesitaba. Y la vida de las familias continuó, esperando diariamente escuchar las noticias de los avances de la guerra.

Presenciar y vivir la guerra de Yom Kipur en 1973 en Israel, cuando mi esposa y yo estudiábamos el doctorado, fue una experiencia inolvidable.

Cuarenta y siete años después volvemos a ver los estantes de los supermercados vacíos, pero ahora en Saltillo, por una circunstancia muy diferente. Estamos en la lucha contra una peligrosa epidemia que pretende arrasar con una parte importante de la humanidad si no tomamos las medidas correspondientes.

En México, como en otros países, las escuelas permanecen cerradas, los supermercados presentan escasez de productos y todos los días se confirman casos nuevos de coronavirus. En días pasados fuimos de compras al supermercado, y no encontramos verduras, ni tomates, ni papel higiénico, ni papas y cebollas, huevos y otros productos. Pregunté a personal de la tienda y me dijeron que al día siguiente les entregarían más. Ahora nuestros hijos, acompañados de sus hijos, ven con mirada triste lo que sucede y con angustia se preguntan: ¿hasta cuándo seguirá así?

¿Pero cómo llega la comida a la gente? Las empresas tendrán que hacer una serie de estrategias para conseguir los productos que venden, aunque no creo que las mujeres asuman el rol de los hombres para distribuir los productos, como lo hicieron en Israel. Hay una complicada red de interacciones en las que no acostumbramos pensar y que forma parte de la cadena de suministro de alimentos: camioneros, tranvía, transporte marítimo y terrestre, trabajadores de las plantas, etc.

Existe una intrincada forma en la que los alimentos se mueven a través del mundo, que probablemente se desequilibrará por el cierre de puertos, las regulaciones gubernamentales y el temor a la contaminación. Grupos de agricultores, minoristas y camioneros del país dan la voz de alarma por las grandes perturbaciones que pueden surgir de las condiciones de cuarentena, junto con la posibilidad de una crisis laboral.

A medida que el virus se propaga y los casos de infección aumentan, habrá innumerables escenarios en los que el sistema alimentario será probado durante las próximas semanas y meses. Pero, ¿podría haber un shock de suministro en términos de logística, cuando no se pueden transportar los bienes del punto A al punto B? Esto es algo nuevo y muy difícil de predecir. Es esa incertidumbre la que ahora mismo es el mayor peligro.

Muchos países han orientado la producción agrícola hacia la exportación de unos pocos productos clave, más que hacia la suficiencia alimentaria. Los ciudadanos de estos países serán más vulnerables si las importaciones disminuyen. Por otro lado, para algunos productos sólo una cierta cantidad de países exporta la mayor parte. Las interrupciones de esos envíos tendrían ramificaciones mundiales.

¿Es como en los tiempos de la guerra? Las personas, siendo criaturas sociales, nos miramos los unos a los otros en busca de señales de lo que es seguro y lo que es peligroso. Y cuando ves a alguien en la tienda haciendo compras de pánico, eso puede causar un efecto de contagio del miedo. Son tiempos difíciles, no cabe la menor duda, pero en el horizonte es posible vislumbrar tiempos mejores. Hay apuros económicos en muchos lugares e incertidumbres acerca de si el pan estará mañana en la mesa, y tal vez las dificultades no puedan ser superadas muy pronto, pero es necesario tener el coraje de ser persistentes en el disfrute de estar vivos y no dejar caer el entusiasmo. Por lo pronto quedémonos unos días en casa y demostremos la solidaridad entre nosotros como seres vivos y aprendamos a cuidarnos planetariamente.