Estancamiento: el alto costo de la corrupción

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Estancamiento: el alto costo de la corrupción

Los actos de corrupción -entendidos estos como aquellos en los cuales alguien consigue algo de forma indebida, o debe pagar indebidamente por algo que debía obtener gratuitamente- adquieren dimensiones muy distintas cuando se les observa de forma individual y cuando se les percibe en conjunto.

Cuando vemos los actos de corrupción de forma individual estos pueden parecer inofensivos e incluso hasta beneficiosos, sobre todo cuando nos permiten obtener algo a lo que no deberíamos tener derecho, o nos permiten salvar un obstáculo que parecía imposible de superar.

Pagar un soborno por “agilizar” un trámite, para impedir que se nos aplique una multa o para disminuir artificialmente el monto de una obligación puede percibirse como algo que resulta “más barato”, incluso cuando al mismo tiempo lo consideremos injusto.

Porque si “compensar” los buenos oficios de un funcionario, o de una recepcionista, o de la persona encargada de darle seguimiento a un trámite tiene como resultado que dejemos de esperar durante semanas -o meses- por una respuesta, la “compensación” puede percibirse incluso como “un favor” que nos hace quien recibe el soborno.

Sin embargo, cuando visualizamos el fenómeno en su conjunto; es decir, cuando sumamos todos los actos de corrupción que se cometen cotidianamente y dimensionamos el efecto global que estos tienen sobre nuestra comunidad, el asunto cobra una perspectiva muy diferente.

Cuando dejamos de concentrarnos en el árbol que se encuentra junto a nosotros y volteamos alrededor para constatar que nos encontramos en medio de un bosque, la corrupción adquiere su real dimensión como amenaza para nuestra calidad de vida.

Desde esta segunda perspectiva, el Instituto Mexicano de la Competitividad pone sobre la mesa cifras que sirven para formular un diagnóstico demoledor: si elimináramos el fenómeno de la corrupción de nuestra sociedad, México sería una potencia mundial.

Y es que, de acuerdo con los cálculos de esta agrupación de la sociedad civil, nuestro País perdió, tan sólo el año pasado, 890 billones de pesos, debido a la realización de unos 200 millones de actos de corrupción.

La cifra es absolutamente descomunal y nos habla de lo arraigado que se encuentra en nuestra sociedad el fenómeno de la corrupción. Constituye también un severo llamado de atención para todos: si perseveramos en la ruta por la cual hemos llegado a esta realidad, podemos decirle adiós, al menos por lo que a la actual generación hace, a cualquier oportunidad de construir una sociedad más igualitaria.

La corrupción es un fenómeno del cual todos nos quejamos, es cierto, pero la dimensión del fenómeno -al menos desde el retrato del IMCO- nos dice que también todos la alimentamos de alguna manera. Consecuentemente, todos tenemos algo que hacer para combatirla y erradicarla