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Estampas de la Bellavista
FOTOS: HÉCTOR GARCÍA
TEXTO: OMAR SAUCEDO
Desde el mismo punto veo una mujer limpiando las botas de algún vaquero, se escucha fuerte el balar de los cabritos que esperan vender los campesinos, y percibo el aroma de un delicioso menudo. Estoy parado en la calle Libertad, a unos metros de la Central de Autobuses. Aquí se evocan recuerdos a partir de aromas, sonidos y postales. Colonia Bellavista.
Una barrio popular. Justo aquí, en la intersección de LEA con calle Libertad, se percibe un trozo de la ciudad. Una terminal de autobuses digna de una capital, luego de su remodelación hace un par de años; dos centros comerciales, un complejo deportivo con pasto sintético, campos de beisbol y fútbol; locales comerciales donde se pueden encontrar la materia prima para cualquier receta. Pero lo que más llama mi atención es la gente que aquí se ve.
Personajes venidos de otro tiempo, que cuando se camina junto a ellos te transportan a una época diferente. Doña Josefa, que a sus 71 años aún se mantiene como una de las pocas mujeres lustradas de calzado de la ciudad. Chambea y cuida a su pequeña nieta, a quien observa desde en su carreola.
Don Benito, que siempre encuentra una alma bondadosa que lo ayude a cruzar los ocho carriles del periférico que lo retan a él y su silla de ruedas, o a la señora Nora, que espera vender más de 5 quesos de chiva, que le traen desde los ejidos al sur de Saltillo.
Así es aquí, un sitio de gente trabajadora, obligada a adaptarse a la vida en la ciudad, una estampa de historias citadinas.