¿Está criando un mocoso prepotente?

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¿Está criando un mocoso prepotente?

Foto: Vanguardia/Archivo
Descubra las señales de advertencia y qué hacer para combatir la cultura del “yo, yo, yo”.

Ciudad de México. En vista de que volvieron a los medios de comunicación las noticias sobre el "adolescente con afluenza", he estado pensando mucho sobre el problema de la prepotencia.

Por si no se ha enterado, "afluenza" es el término ridículo utilizado el año pasado en la sentencia de Ethan Couch, un chico de 16 años que, conduciendo alcoholizado, causó un accidente de tránsito en el que murieron cuatro personas. El juez sólo dio a Couch libertad bajo palabra en lugar de enviarlo a la cárcel, y la defensa adujo que el muchacho sufría de "afluenza", o sea básicamente, una incapacidad de asumir responsabilidad alguna debido a la forma permisiva en que había sido criado.

Sorpresa, sorpresa, el adolescente ni siquiera pudo responsabilizarse lo suficiente como para cumplir con las condiciones de su libertad bajo palabra. Recientemente salió de la ciudad con su madre y fue hallado ocultándose de sus oficiales de libertad bajo palabra en México, donde algunas personas informaron que su madre le pagaba sus visitas al local de striptease.

Pobre chico. Esa "afluenza" sí que es dura.

Para mí, la "afluenza" es simplemente otra manera de decir que una persona no rinde cuenta de sus acciones porque piensa que el mundo gira a su alrededor. Esa clase de mentalidad está creando una generación de chicos prepotentes como Couch.

Durante largo tiempo, pensé que yo estaba bastante a salvo de criar chicos prepotentes por la sencilla razón de que, en realidad, no tenemos suficiente dinero para malcriarlos con cosas materiales. Pensaba que no ser ricos los protegería del hechizo de la "afluenza".

Pero leyendo más sobre la crianza de chicos prepotentes, descubrí que en realidad el dinero no tiene nada que ver. La prepotencia proviene, no de las posesiones materiales, sino de un sentimiento deformado de la propia importancia en la vida junto a una incapacidad de aceptar responsabilidades o de recibir un "no".

Por lo tanto, he venido prestando más atención a los signos de que quizás algo de prepotencia se está deslizando en las vidas de mis propios hijos. Odio admitirlo, pero he observado algunas tendencias perturbadoras. La primera fue una tarde reciente durante la semana cuando comencé a calentar los restos para el almuerzo de mi hija en jardín de infantes. Al ver los planes que tenía para el almuerzo, se arrojó al sillón con desesperación gritando: "Sabes que odio las sobras. ¡Las odio!" Luego procedió a decirme que era una mamá mezquina y que lo hacía sólo para enfadarla.

Obviamente, había hecho lo que hace toda buena madre, es decir, sentarme a la noche para calcular maneras viles de destruir la vida de mi hija. "Sí ¡sobras! Eso arruinará un martes perfecto y la molestará. ¡Jajajaja!"

¿Una visión distorsionada de la propia importancia? Visto.

La temporada de las Fiestas tampoco ayudó ya que esta misma niña tenía una lista de pedidos alta como ella. Para que tenga una idea, su carta a Papá Noel en Nochebuena decía "Quiero todo lo que me gustaría".

¿Incapacidad de recibir un no por respuesta? Visto.

Lo interesante fue que su hermana le escribió a Papá Noel que quería un libro. Y luego, en letras más pequeñas, escribió "PD: En realidad no necesito un libro".

Yo tomé esto como un signo de que como madre no soy un fracaso total. El simple hecho de que una de mis hijas esté exhibiendo algunos signos de prepotencia, no significa que emprendimos el camino directo a "Ciudad Afluenza". ¿Cierto?

Sin embargo, una parte mía tuvo algunas visiones de mí misma dentro de unos años con una hija plantando su pie con firmeza como Veruca Salt en "Charlie and the Chocolate Factory" diciendo, "¡Odio las sobras y quiero una Oompa Loompa ya mismo, Mamá!"

Me puse a leer a qué debía prestar atención para ver si algunos de mis hijos están cultivando un sentimiento de prepotencia.

Estos son algunos signos que encontré que pueden llegar a indicar que los niños tienen dificultades con la prepotencia:

1. No pueden postergar la gratificación y no pueden aceptar un no por respuesta. Quieren lo que quieren en este momento y están dispuestos a declararnos la guerra en todo momento.

2. No trabajan. Siempre tienen alguna razón para no ayudar con los quehaceres o terminar una tarea que es difícil.

3. Esperan que mamá y papá los rescaten de su olvido y del fracaso. Creen que alguien los ayudará a terminar su tarea, que les llevará el almuerzo a la escuela y generalmente compensan los errores que cometen en la vida. ¿Para qué hacerse responsable cuando se sabe que mamá y papá te rescatarán?

4. No demuestran ni sienten gratitud.

5. Están más preocupados por sí mismos que por los demás.

6. Se desligan de culpas cuando las cosas salen mal y no saben manejar la decepción.

¿Qué debe hacer entonces un padre bien intencionado? ¿Esperar hasta que su hijo se convierta en un mocoso prepotente? ¿Asegurarse de tener el pasaporte actualizado en caso de que tenga que saltar la frontera para evitar la última violación de la libertad bajo palabra de su querido hijo?

Creo que no.

Los siguientes son, en cambio,algunos consejos que encontré para no fomentar en nuestros hijos la prepotencia o para volver a encauzarlos:

1. No tenga miedo a decir que no. Si anticipa una pelea pública, aborde el tema de antemano y aclare que no escuchará lloriqueos ni discusiones al respecto más tarde. Y no lo haga.

2. Dé a los chicos responsabilidades específicas en la familia que deban cumplir para cosechar los beneficios de ser miembro de la familia. Cuando hagan el trabajo, recibirán las ventajas.

3. Déjelos fracasar. Esta es quizás una de las cosas más difíciles para los padres, pero veo una y otra vez lo esencial que es dejar que mis hijos fracasen. Las consecuencias naturales como tener hambre después de olvidarse el almuerzo o una mala nota por no haber hecho una tarea son mejores recordatorios que mi insistencia o mi rescate. Si el fracaso se vuelve rutina, tómese el tiempo de pensar un plan con su hijo o su hija que los ayude a tener éxito asumiendo al mismo tiempo la responsabilidad.

4. Enseñe a sus hijos a estar agradecidos. Sea un ejemplo a la hora de decir gracias y hablen juntos de las bendiciones que tienen en la vida.

Me imagino que combatir la prepotencia será una batalla constante para mí –y para la mayoría de los padres en la actualidad- porque esa actitud simplemente está en todas partes. Pero estoy dispuesta a luchar porque amo a mis hijos. Los amo lo suficiente como para decir no. Lo suficiente como para ver cómo fracasan.

Lo suficiente para creer que la "afluenza" no es algo real, sino más bien el triste resultado de una madre que dejó creer a su hijo que el universo giraba a su alrededor. Si bien mis hijos son la base de mi mundo, no son el centro del mundo entero. Y los amo lo suficiente como para decírselo.

¿Ha visto signos de prepotencia en sus hijos? ¿Cómo la combate?